Escrito en sangre

La lista de nombres

El diario estaba empapado por la lluvia cuando Clara llegó a casa.
No recordaba haber salido corriendo de la biblioteca, ni cómo había llegado hasta el auto. Solo sabía que aquella voz que la llamó por su nombre… no sonó humana.

Encendió una vela —la electricidad había empezado a fallar otra vez— y puso el diario sobre el escritorio, justo al lado de la pluma.
El objeto seguía ahí, inmóvil, como si la esperara.
Como si supiera que ella iba a leerlo.

Las primeras páginas estaban llenas de garabatos, fechas, líneas tachadas sin sentido. Más adelante, la letra se volvía más clara… y más desesperada.
Un hombre llamado Andrés Lafuente, un escritor desaparecido hace treinta años, contaba cómo la pluma había llegado a sus manos: “un regalo de un admirador”.

Las últimas líneas estaban temblorosas, como escritas con miedo.

“No puedo dejar de escribir. La pluma no me deja.
Cada noche los nombres aparecen solos…
y por la mañana, mueren.”

Clara pasó la página.
Y entonces lo vio.

Una lista.
Cientos de nombres escritos con la misma tinta oscura. Algunos tenían fechas al costado. Otros, un símbolo en forma de espiral.
Los más recientes parecían… aún húmedos.

Clara volvió al diario, buscando algo más que una advertencia. En la penúltima página, entre manchas de tinta reseca, había una nota diferente, como escrita por otra mano.

“He descubierto el patrón.
Cada autor añade un nombre a la lista.
Cada muerte da forma a la siguiente historia.
No es la pluma la que elige… es la historia quien se alimenta de nosotros.”

El trazo final terminaba con una línea interrumpida, como si alguien hubiera arrancado del papel en mitad de una palabra.

Sintió que el aire se le escapaba. Recorrió la lista con los dedos, y casi al final distinguió un nombre que la dejó helada:

Laura Álvarez.

Su mejor amiga.

El corazón le dio un dolor. Recordó la llamada perdida que había ignorado esa tarde. Agarró el teléfono con manos temblorosas y marcó su número.
Tono.
Silencio.
Otro tono.
Y luego, la voz automática:

“El número que usted marcó no se encuentra disponible…”

El celular se le resbaló de las manos y cayó al suelo, la pantalla hecha pedazos.

En el escritorio, la pluma empezó a moverse sola.
Una nueva frase comenzó a formarse en el cuaderno:

“El siguiente nombre está escrito.”

—¡Basta! —gritó, arrojando el diario lejos.

El golpe del papel contra el suelo resonó en toda la habitación.
Pero no fue solo un ruido.
Fue un eco.
Y después, una risa baja, áspera, que parecía salir de las paredes.

La vela titiló.
El aire se volvió denso, pesado, como si la casa respirara dentro de ella. Clara dio un paso hacia el cuaderno, el corazón latiendo a mil. La tinta seguía extendiéndose sola, dibujando cada letra con calma.

“El siguiente nombre es…”

Y entonces, la pluma se detuvo.
Una gota cayó sobre el papel.
No era tinta. Era sangre.

Clara miró su mano.
Una herida pequeña en la palma, apenas un corte. Pero fue suficiente.
Suficiente para que la pluma la reconociera.
Suficiente para seguir escribiendo.

“…Clara Romero.”



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En el texto hay: suspenso, terror, halloween

Editado: 22.10.2025

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