Escrito en sangre

La casa de laura

La puerta de la casa de Laura cedió con un crujido largo, casi como un lamento.
El sonido se perdió entre los truenos de la tormenta.

Clara entró despacio, empapada, con el corazón latiendo tan fuerte que sentía que cualquiera podría oírlo. El olor a humedad era intenso, pero no era solo agua: había un aroma metálico, pesado, que le revolvía el estómago.

—¿Laura? —susurró.

Nada. Ni una respuesta.

Encendió la linterna del celular. El haz de luz cortó la oscuridad, revelando un desorden inquietante: muebles volcados, cortinas rasgadas, fotos esparcidas por el suelo. Sobre una mesa, un vaso roto dejaba un hilo rojizo que se mezclaba con el agua de lluvia que entraba por una ventana abierta.

Cada paso que daba hacía que el silencio pesara más.
No era un silencio común.
Era un silencio que parecía escuchar.

Llegó al pasillo y se detuvo.
En la pared había marcas. No eran rasguños… eran palabras.

“Ya está escrito.”

Repetidas una y otra vez, grabadas con fuerza, como si alguien hubiera querido gritar sin voz.

Clara tragó saliva. No quería seguir, pero sus pies se movían solos.
La puerta del fondo estaba entreabierta. Empujó despacio.

Dentro, el reloj digital marcaba la hora, aunque no había electricidad: 03:12.
Sobre la cama, el celular de Laura vibraba, mostrando una llamada perdida… de ella misma.

Un escalofrío le recorrió la espalda.
Se acercó con cuidado, tomó el teléfono. La pantalla parpadeó.
Y entonces escuchó una voz.

—“Clara…”

Era la voz de Laura. Distorsionada, baja. Salía del altavoz, aunque no había ninguna llamada en curso.

—¿Dónde estás? —gimió Clara, apenas sin aire.

—“No corras.”

El mismo susurro. El mismo tono que había escuchado afuera.

La linterna tembló en su mano. La batería empezó a parpadear como si algo estuviera chupando la energía.
Y entonces, en el espejo frente a la cama, vio algo moverse detrás de ella.

Se giró de golpe.
Nada.

Pero el espejo no mentía: en el reflejo, una sombra. Alta. Delgada. Difusa. Frente a ella, flotaba la pluma negra, goteando una tinta oscura y espesa como sangre.

Clara retrocedió, tropezó con la cama y cayó al suelo.
La sombra no se movía, pero la pluma sí. Se deslizó hacia el espejo y, con un trazo lento y elegante, escribió en el vidrio empañado:

“UNO MÁS.”

La linterna se apagó.

La oscuridad la envolvió como un pozo sin fondo.
Y en medio del silencio, juró escuchar una risa.
La risa de Laura.
O… algo que usaba su voz.



#168 en Terror
#699 en Thriller
#325 en Misterio

En el texto hay: suspenso, terror, halloween

Editado: 22.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.