El reloj marcaba las tres de la madrugada.
Clara no sabía si era la misma noche o si llevaba días sin dormir. El tiempo empezaba a deshacerse a su alrededor, como si cada segundo fuera una palabra que alguien más escribía por ella.
La pluma descansaba sobre el escritorio.
Pero aun inmóvil… la escuchaba.
“Clara…”
Un susurro suave, apenas un aliento.
Pero cada repetición era más clara, más cercana, más suya.
Tapó sus oídos con fuerza, pero las voces no venían de afuera. Estaban en sus pensamientos, en cada rincón de su memoria. Cuando cerraba los ojos, veía rostros. Personas que no conocía, con nombres que aparecían grabados en tinta negra en su mente.
“Nos escribiste…”
“Nos diste forma…”
“Nos mataste.”
—¡Yo no hice nada! —gritó al vacío, pero el eco respondió con risas, con llantos, con susurros entrecortados.
La habitación comenzó a deformarse. Las paredes parecían respirar. Las sombras se estiraban como si intentaran alcanzarla. El cuaderno, que hasta hacía un instante estaba cerrado, se abrió lentamente y la pluma se alzó, girando en el aire como una aguja buscando un destino.
“Es tu turno.”
Clara retrocedió hasta chocar con la estantería. Libros cayeron a su alrededor, pero uno se abrió justo frente a ella: era el diario negro.
En una de las páginas aparecieron letras nuevas, frescas, como si alguien las estuviera escribiendo en ese mismo momento.
“La autora comienza a desvanecerse cuando deja de escribir.”
Su respiración se volvió corta. Levantó las manos frente a su rostro… y por un segundo, juró ver cómo la punta de sus dedos se desdibujaba, como tinta borrándose de un papel mojado.
—No… no… —miró, aterrada—. No voy a escribir…
La pluma se clavó en el cuaderno como un cuchillo.
Y las páginas comenzaron a llenarse solas con palabras que llevaban su voz.
“Clara respira agitada. Clara grita. Clara llora. Clara escribe…”
—¡Basta! —intentó arrancar las hojas, pero no pudo. La tinta se extendía como venas negras.
El eco de su propio nombre la envolvió. No eran voces extrañas esta vez.
Eran las suyas.
“Clara… Clara… Clara…”
La vela parpadeó violentamente. Por un instante, todo quedó en silencio.
Y luego, una carcajada suave, como de un niño, rompió la oscuridad.
“No hay marcha atrás.”
Editado: 22.10.2025