La noche había perdido significado.
Clara no sabía si la tormenta continuaba afuera o si todo estaba ocurriendo dentro de su mente. Lo único real era la pluma.
La pluma… y el eco de las voces que ya no podía distinguir de la suya propia.
Entre los libros que había arrojado al suelo, uno se abrió solo. No era el diario negro de antes. Era otro, más pequeño, de tapas grises.
En la primera página había una fotografía descolorida: una mujer de cabello oscuro, con una mirada vacía y una sonrisa que parecía forzada. Debajo, un nombre: Elena Vázquez.
Clara pasó la página.
Las letras eran firmes, ordenadas… pero cargadas de desesperación.
“Me advirtió que no era una pluma.
Es una voz que busca manos.
Y cuando las encuentra… las devora.”
—¿Quién eras tú…? —susurró Clara.
La siguiente página tenía un dibujo: el mismo espiral, rodeada de frases tachadas.
“Si termino la historia… ella empieza otra.”
Un golpe seco resonó en la cocina. Clara se quedo quieta. La casa estaba en penumbras, pero sintió claramente pasos. No los suyos.
Tomó la vela y avanzó con cuidado. La cocina estaba vacía. Pero sobre la mesa… había otra pluma. Igual a la suya. Negra. Antigua.
—No… —murmuró, retrocediendo.
“No eres la primera.”
La voz sonó a su lado. Clara giró.
Una silueta femenina, alta, de cabello oscuro, estaba de pie frente a la ventana. No tenía rostro. Solo una boca dibujada en tinta negra… sonriendo.
—¿E-Elena?
“Escribí. Grité. Luché.
Al final… me convertí en historia.”
La figura dio un paso hacia ella. Las sombras se retorcían a su alrededor, como tinta derramándose sobre el piso. Clara tropezó y cayó de espaldas, mientras la vela chispeaba, al borde de apagarse.
“La pluma no pertenece a nadie.
Nosotros pertenecemos a ella.”
—¡No quiero ser como tú! —gritó Clara, gateando hacia atrás.
La sombra extendió la mano.
En la palma, una marca en forma de espiral.
“Entonces termina lo que yo no pude.”
La vela se apagó.
Cuando la oscuridad se cerró sobre ella, la silueta desapareció.
En el suelo, solo quedó el diario de Elena abierto en la última página.
Una frase escrita con tinta fresca:
“La próxima autora ya fue elegida.”
Clara sintió un nudo helado en el estómago.
No sabía si la advertencia era una amenaza… o una invitación.
Editado: 22.10.2025