Escrito en sangre

No hay final

El sonido de la lluvia volvió a ser constante, como si acompañara cada latido de su corazón.
La pluma flotaba frente a ella, suspendida en la oscuridad, con una gota de tinta que nunca caía.

—No —susurró Clara, con la voz firme esta vez—. No voy a seguir tus reglas.

“Toda historia tiene un final”, respondió la voz, en un murmullo que parecía venir de todos los rincones de la casa.

—Entonces escribiré uno que no te guste.

Clara corrió hacia la estantería y arrancó un puñado de hojas de un cuaderno en blanco. Las extendió sobre el suelo, formando un círculo improvisado.
Cada latido en su pecho se mezclaba con el repiqueteo de la tormenta afuera.

Tomó un cuchillo de cocina que había dejado sobre la mesa y, sin vacilar, se hizo un corte en la palma. La sangre cayó sobre las hojas, formando manchas oscuras que parecían absorberse como si fueran tinta viva.

“¿Qué haces…?”
Por primera vez, la voz sonó… nerviosa.

—Si puedo escribir con mi sangre… —dijo Clara— …entonces escribiré mi historia.

Tomó la pluma antes de que pudiera escapar. Sintió un dolor agudo al tocarla, como si miles de agujas le atravesaran la piel. Pero no la soltó.
La fuerza que antes la dominaba ahora temblaba entre sus dedos.

Empezó a escribir con movimientos torpes pero decididos:

“Esta historia no tiene dueño.
No hay maldición.
No hay autor.
No hay muerte.”

Las paredes comenzaron a temblar. Los muebles crujieron. El aire se llenó de un olor metálico, espeso.

“Detente.”
—No.

“No puedes borrar lo que ya está escrito.”

—Entonces lo reescribiré.

Siguió escribiendo, incluso cuando las luces explotaron una por una, cuando la tinta negra se esparció por el suelo como una criatura enfurecida.
Cada palabra que trazaba con su sangre arrancaba un pedazo de la voz, que se volvía más débil… más humana.

“Clara… no sabes… lo que haces…”

—Sí sé —susurró—. Termino con esto.

Escribió la última línea con un trazo firme, casi gritando con la voz quebrada:

“Yo soy el final.”

Un silencio profundo se apoderó de todo.
La pluma cayó al suelo con un sonido seco. La tinta se disolvió como humo.
El cuaderno se cerró solo.

Clara, temblando, cubierta de sangre y sudor.
La casa estaba completamente a oscuras… pero por primera vez, no había susurros.

Se dejó caer al suelo. Por un instante, creyó haberlo logrado.

Hasta que, en la penumbra, escuchó el leve sonido de una hoja que se abría sola.
Una frase nueva se escribió sin que nadie la tocara:

“Las historias no terminan.
Solo cambian de narrador.”

Y debajo, con su propia letra:

“Clara Romero.”



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En el texto hay: suspenso, terror, halloween

Editado: 22.10.2025

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