Escrito en sangre

El libro viviente

Clara abrió los ojos… y no había techo.
Sobre ella solo flotaban páginas gigantes, suspendidas como si formaran un cielo de papel. Las letras caían lentamente, como lluvia de tinta que se deshacía al tocar el suelo.

No sabía cómo había llegado ahí. Lo último que recordaba era su mano aferrando la pluma, su voz diciendo palabras que no quería pronunciar.

Ahora estaba de pie en un pasillo construido con hojas abiertas, los bordes goteando tinta negra como si sangraran. Cada pared tenía frases escritas… y cuando se acercaba demasiado, las palabras se movían.

“La historia se escribe desde adentro”, susurró una voz que ya no venía de afuera, sino de las páginas mismas.

Clara caminó con cautela. A medida que avanzaba, las frases en las paredes cambiaban. Primero eran oraciones rotas, luego nombres, y más adelante… recuerdos.
Su risa con Laura en el parque. El olor a café en su primer día de clases. Su primer cuento.
Todo escrito. Todo robado.

—Esto no es real —dijo, apretando los puños.

“Todo lo que está escrito… es real.”

La pluma apareció frente a ella, flotando como un faro oscuro que marcaba el camino. Cada paso que daba, el suelo crujía como si caminara sobre hojas secas. A lo lejos, vio una puerta. Era de madera vieja, clavada en medio de dos páginas en blanco.

Un texto comenzó a formarse sobre la puerta, letra por letra:

“Para salir… debes terminar la historia.”

Clara dio un paso atrás.
—No —susurró—. No voy a jugar tu juego.

“Tú ya lo estás jugando.”

De pronto, el pasillo tembló. Las letras de las paredes se desprendieron y comenzaron a girar a su alrededor como un enjambre de insectos. Algunas se le pegaron a la piel, ardiendo. Otras entraron por su boca, ahogándola.

—¡Basta! —gritó, cayendo de rodillas.

“Nadie sale sin escribir el último capítulo.”

La pluma cayó frente a ella, esta vez manchada de sangre fresca.
Sus dedos se movieron solos, como si fueran marionetas atadas a un hilo invisible. La tomó… y las letras se calmaron al instante.

Clara alzó la vista. La puerta ya no estaba lejos. Ahora la tenía frente a ella.
Y el cuaderno se cerraba lentamente a su alrededor.

—Si escribo… me quedo aquí —murmuró, temblando.

“Si no escribes… desapareces.”

Una gota de tinta cayó de la pluma y salpicó el suelo. A su alrededor, la oscuridad se estiró como una sombra viva. Clara sintió que no tenía escapatoria.
El libro no quería contar una historia.
El libro quería que ella fuera la historia.

Respiró hondo… y dio el primer trazo sobre la puerta.



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En el texto hay: suspenso, terror, halloween

Editado: 22.10.2025

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