Escritober (reto de octubre)

Día 10: Un lugar especial

Narra Dorian

Creo que todos necesitamos ese lugar especial al que poder escapar de nuestros propios monstruos. Donde poder estar tranquilos, alejados de nuestra propia realidad, allá donde escucharnos a nosotros mismos. Es ese lugar que para el resto de personas puede ser insignificante, pero que para nosotros es un mundo nuevo.

En mi caso, ese lugar es este claro en medio del Bosque de la Niebla, en el que me tiendo ahora a observar el cielo. El claro está repleto de hierba alta y pequeñas flores blancas que se extienden por cada recodo del lugar, tintando de blanco el verde de la hierba. Hay un estanque en el que se puede oír el canto de las ranas y el susurro del agua con el viento. A veces, si prestas atención, puedes escuchar la risa de un hada que juega sobre él.

—Pero entonces, si tenéis un hijo... ¿Será un semielfo o será un elfo con algo de sangre humana? —dice de pronto Eliel. Me acabo de dar cuenta de que había perdido el hilo de la conversación entre mis amigos.

—¡No lo sé! —dice Diana, con las mejillas sonrojadas—.¿Importa eso...? N-ni siquiera sé si tendremos hijos. ¡Aún falta mucho para eso!

—Es que me resulta curioso, porque nunca ha habido una pareja de elfo y semielfa... —defiende Eliel, con una mirada traviesa—. ¿Qué clase de híbrido podría salir...?

—Habrá que hacer el experimento para comprobarlo... —bromea Hino, con una voz de picardía. Diana enrojece aún más y se tapa la cara con las manos, queriendo desaparecer.

Y entonces las risas. Los abrazos. Insultos de broma entre amigos. Los juegos. Todo esto me arranca una sonrisa, que lanzo al cielo para que la recojan las nubes. Con el pasar del tiempo, este claro se ha convertido en nuestro lugar especial. Nuestro rincón secreto de charlas hasta muy entrada la tarde, risas robadas e historias alrededor de una crepitante hoguera. Es el lugar al que escapamos de la rutina de la aldea y de nuestras preocupaciones. Donde compartimos nuestros miedos, nuestras metas y nuestros chistes.

Aquí, donde nadie nos interrumpe, somos aquellos amigos que fingen no tener cicatrices bajo la piel. Solo jóvenes que disfrutan de la vida y de todo lo que nos ofrece. Aquí olvidamos el pasado y nos hacemos compañía. Somos tan libres como las nubes y tan felices como niños. Aquí hay paz y compañerismo.

Miro a mis amigos. Hino le hace cosquillas a Diana, que intenta huir de su repentino ataque. Eliel los mira divertida, pero cuando me atrapa observándola me dedica una pequeña sonrisa que me contagia a los labios. Más lejos, Elidium y Zulius observan las nubes en el cielo cogidos de la mano. Zulius parece susurrarle algo incómodo a Elidium, pues recibe un golpe en el brazo.

Quisiera congelar este momento y guardarlo para siempre como el más sagrado de los tesoros. Si fuera algo que poder tener podría rememorarlo para siempre. Volver a él para recordar los viejos tiempos. Ojalá poder grabarlas sonrisas de mis amigos, recogerlas y convertirlas en regalos que siempre cuidaré. Sus risas, sus palabras de alegría y diversión. Sus miradas donde ya no caben el miedo ni la duda.

Hemos pasado por tanto juntos que necesitaría cien años para contarlo todo, y aún así me quedarían cosas por decir. Hemos partido a aventuras emocionantes en el que nos hemos visto perdidos, valientes o cobardes. Aventuras donde parecía que lo perderíamos todo, hasta a nosotros mismos. La Muerte casi nos roza con sus largos dedos en varias ocasiones, pero lográbamos escurrirnos de sus brazos y proseguir. Hemos llorado pero también reído. Hemos conocido lo que es perder a alguien pero también hemos aprendido a asimilar ese dolor y a seguir adelante. Ha habido malas experiencias, las cuales nos han dejado marcada la piel y el alma. Ha habido peleas y llantos. Batallas y sangre. Despedidas. Hemos visto multitud de cosas, tanto buenas como malas y desgarradoras.

Pero todo ello nos hizo más fuertes. Luchamos juntos. Lloramos abrazados, y nos secamos mutuamente las lágrimas. Rompíamos los obstáculos entre todos y jamás dejamos a alguien atrás. Nos dábamos la mano cuando lo necesitábamos. Escuchamos los miedos de cada uno y pintamos sueños en su lugar. Nos acompañamos pasara lo que pasara, a pesar de nuestro dolor y nuestras heridas. A pesar del peligro y la desesperanza. Nos entendimos y nos apoyamos. Crecimos como personas. Nos conocimos tanto que nuestra confianza es tan plena como el  estrellado cielo. Ni siquiera hacen falta palabras para entendernos entre nosotros, pues ya conocemos cada cicatriz ajena, cada temor, cada ilusión.

Jamás me imaginé que la amistad pudiera hacer tantas cosas. A darnos tanto poder, a no rendirnos nunca. A seguir adelante y a guiarnos. A aguantar tantas piedras en el camino. Fueron ellos los que me lo enseñaron, los que abrieron este mundo nuevo. Jamás pensé que estaría tan unido a estas personas que hoy son imprescindibles en mi día a día. Les confiaría mi vida si hiciera falta, sin miedo a que fueran a fallarme. Porque son mis mejores amigos. Mis compañeros. Mis hermanos por elección.

Es por todo lo vivido por lo que hoy nos encontramos aquí, unidos. Todas nuestras pasadas aventuras forjaron un vínculo entre nosotros que ni el tiempo podrá robarnos. Superamos tantas cosas, nos llegamos comprender tanto, que ya es imposible separarnos. Sé que nuestro lazo será eterno y que jamás morirá. Sé que aún nos quedan miles de aventuras a las que lanzarnos.

Y sé que este sitio será nuestro lugar especial por mucho tiempo más. 

 



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En el texto hay: relatos

Editado: 31.10.2020

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