Lenin se encontraba sentada en su cama con los pies recogidos llorando en silencio. Por su mente aparecían una y otra vez el recuerdo del accidente donde sus padres murieron. Culpándose por haberlos matados, haciendo que el odio hacia sí misma creciera. Aunque, a la vez algo dentro de ella le decía que debía seguir viviendo y ser feliz, pero sabía que era algo casi imposible de conseguir.
Además, con eso de que le habían dado como compañero al más peligroso y temido de la academia, entendía que la vida la estaba castigando.
En los tres días que debió esperar para conocer a su nuevo compañero, muchos estudiantes se le acercaron para curiosear sobre el tema del cual todos en la academia hablaban y le dijeron todo tipo de cosas que se decían de aquel “monstruo” que ahora sería su compañero. Alguien sin sentimientos, que tenía las misiones más peligrosas que llegaban a la academia de las grandes gobernaciones a nivel mundial; supuestamente tenía que ser custodiado por guardaespaldas las pocas veces que llegaba a la academia para que así no intentara matar a los estudiantes y la última vez que lo vieron traía guantes negros porque se quemó las manos en un incendio mientras mataba a su mejor amigo y no quería que nadie viera las deformidades que le dejaron.
Todo esto hizo que Lenin tuviera pesadillas en las noches o rogara que no llegara el día que debía conocerlo, cada vez que le preguntaban sobre si era cierto que le tocó aquel compañero, los estudiantes trataban de ocultar su rostro de espanto y eso era lo que le asustaba; ¿cuántas cosas hizo aquel hombre para ganarse tan horrible reputación?, ¿era tan malo como decían?
Nadie conocía su nombre, tampoco habían podido hablar con él, era sumamente misterioso. Y así llegó el día en que Lenin debía conocer oficialmente a Cero Uno Cincuenta y Uno, el supuesto monstruo de la academia.
—Habías dicho que te encantaría ser su compañera —dijo Lenin a su amiga Fer.
—Fue en broma, ¿cómo podría decir algo así en serio? —respondió la chica frente a ella—, entonces… ¿negaron la petición que hiciste para cambiar de compañero?
—Sí, dijeron que los casos especiales no pueden cambiar de compañero —respondió Lenin.
—Bueno, amiga, no podemos hacer nada más. Además, son sólo rumores —Fer intentó sonreír, pero se vio muy forzado—. Eres un caso especial, debes tener algo muy poderoso dentro de ti, será por esa razón que te asignaron a un compañero tan poderoso. ¿Qué tal que tú seas más poderosa que él?
—Sí… —soltó con sarcasmo. Rodó la mirada hacia la cama donde reposaba una capa de color negro que tomó, aunque, Fer se la arrebató.
—¡Yo te la pongo! —dijo muy emocionada—, ¡no puedo creer que tengo una amiga Singala!; ahora sí puedo presumirte en los pasillos.
Las dos chicas rieron por un corto tiempo y después Fer la ayudó a ponerle la capa, después, Lenin se miró en un espejo que estaba colgado en una pared.
—Vaya, se te ve muy bien, Lenin —elogió Fer.
—Gracias.
Fer acompañó a Lenin hasta el lugar donde indicaron que debía llegar, pero no la dejaron pasar cuando estuvieron frente a un gran portón negro.
—Bueno… creo que aquí nos separamos —dijo Fer y después abrazó a Lenin—, tranquila, todo estará bien; no creo que quiera matarte con sólo verte.
—Amiga… —los ojos de Lenin se llenaron de lágrimas—, ¿y cómo haremos ahora para vernos?
—Bueno… cuando no estés en misiones, debes venir a visitarme —explicó Fer con una sonrisa nostálgica.
—¡Esperen! —escucharon un grito a lo lejos.
Las jóvenes rodaron la mirada y vieron a Chris corriendo hacia ellas con una enorme sonrisa dibujada en su rostro, al ya estar frente a Lenin, se abalanzó hacia ella y la abrazó con fuerza.
—Ay… Casi no llego a tiempo —soltó entre un jadeo, miró fijamente a Lenin y puso sus manos en las mejillas de la chica—. Cualquiera que sea la razón por la que ahora debes vivir con los Singalas, no dejes que te pisoteen, tú no eres menos y ese tipo loco que te tocó de compañero, si te llega a hacer algo, yo me vengaré, te lo juro.
—¿Seguro que quieres hacer esa promesa? —inquirió Lenin.
—¡Chris, eso es peligroso! —soltó Fer asustada.
—¡No dejaré que le hagan daño a mi pequeña y tierna Lenin! —soltó Chris muy seguro.
Frente a los chicos apareció un papel pálido lleno de letras cursivas flotando en el aire y los jóvenes hicieron silencio mientras lo observaban. Cada vez que un escritor de la academia juraba, debía poner su huella en el “papel del juramento” que lo obligaba a cumplir su palabra.
Con bastante determinación, Chris extendió su dedo índice derecho y puso su huella que quedó de un color rojo sangre y después el “papel del juramento” desapareció. Chris comenzó a buscar por su cuerpo algo con mucha emoción.
—¡Es mi primer juramento! ¡¿Dónde habrá salido la marca?! —soltó con tono alegre.
—¿Aparece una marca cuando uno hace un juramento? —preguntó Lenin.
—Sí, tiene forma de la letra alpha —explicó Fer mientras veía a su amigo buscando en sus brazos la marca.
—¡Ah! ¡Aquí está! —gritó emocionado Chris y mostró su antebrazo izquierdo con mucho orgullo.
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Editado: 02.05.2025