Escritores del destino

Capítulo 12

—¿Por qué estás asustada? —preguntó Cayden mientras con su brazo derecho sostenía la espada.

Lenin sintió que su boca se secó completamente e intentó tragar saliva, pero se le hacía imposible.

—Ah… —intentó hablar.

Las palabras no salían de su boca, había quedado completamente paralizada del miedo. Por alguna razón que no entendía, sus piernas comenzaron a caminar por cuenta propia y la hicieron quedar mirando la entrada de la habitación. Su respiración era muy agitada y su mandíbula comenzó a temblar.

—Tu mente es demasiado débil, puede ser controlada con mucha facilidad —escuchó la voz de Cayden en su oído izquierdo.

Aquella voz se escuchaba como un gruñido que erizó todo su cuerpo y aceleró más su corazón.

—Vas a hacer en este momento sólo lo que yo te diga —susurró Cayden, hubo un momento de silencio—. Asesinarás a la primera persona que se cruce en tu camino con esta espada.

Los ojos de Lenin se abrieron en gran manera cuando sintió su mano empuñar la espada que le había pasado Cayden mientras hablaba.

—Nada te va a impedir matar a esa persona —dijo Cayden—. Ahora, hazlo.

Lenin había perdido el control de su cuerpo. Sólo se vio caminar hasta la puerta que se abrió al detectarla y frente a ella encontró el largo pasillo blanco que, para su alivio, estaba desolado.

La joven caminaba a pasos acelerados y eso le asustada. Sus ojos comenzaron a llorar por el horror de saber que, si llegaba a cruzarse con una persona cometería un asesinato, cosa espantosa que ella jamás había pensado alguna vez hacer. ¡¿Por qué Cayden la obligaba a hacer una cosa tan monstruosa?!

Lenin vio que, al cruzar en una esquina del pasillo, una puerta se abrió y del interior salió un joven que se le hizo muy conocido, ¡era el amigo de Saymon!

La joven intentó frenar su caminata, pero se le hizo imposible y sintió que su mano empuñó con más fuerza la espada. El joven la quedó viendo al extrañarse por el rostro trágico que traía Lenin, además, cargaba una espada.

—¿Estás bien? —le preguntó.

Lenin siguió acercándose más al muchacho y alzó su brazo. El joven, al ver aquello, comenzó a asustarse y empezó a retroceder.

—Oye, ¿qué intentas hacer? —le preguntó.

Lenin dio un impulso y envió su brazo con mucha fuerza hacia el joven, quien rápidamente estiró sus brazos y de ellos salió una luz negra que chocó con la espada. Al hacer contacto, una fuerte energía salió disparada como si fuera una gran ráfaga de viento que golpeó las paredes haciendo un sonido basto.

Aquel impacto envió a Lenin por los aires y sintió que algo la atajó por su espalda.

—¡Lenin! —escuchó un grito.

La joven veía borroso y sentía todo su cuerpo sin energía. Parpadeó dos veces y vio a un joven correr hacia ella, ¡era Saymon!

—¡No, no, no, no! —gritó ella comenzando a alterarse—, ¡no te acerques, por favor!

Lenin comenzó a llorar con todas sus fuerzas.

—¡No quiero hacerte daño, no a ti! —soltó ella y después dejó salir un grito.

Saymon dejó de correr al ya estar muy cerca de la joven, rodó la mirada por su amigo quien estaba paralizado observando a Lenin.

—¿Qué sucedió? —le preguntó.

—Me atacó con esa espada —respondió el joven.

—¿Qué? —Saymon quedó extrañado.

Saymon se acercó a Lenin y se agachó para poder verla a los ojos.

—Lenin, cálmate —pidió al ver que ella no dejaba de gritar.

Saymon alzó la mirada hasta la joven que había atajado a Lenin.

—Ayúdame a calmarla —le pidió.

Pasaron unos minutos para que Lenin pudiera volver a sus cabales. La dejaron recostada en una pared y le trajeron un poco de agua.

—¿Quién estaba controlándote? —preguntó el amigo de Saymon.

Lenin tenía la mirada fija en la pared que estaba al otro lado del pasillo, parecía estar ida y eso preocupaba en gran manera a Saymon.

—Lenin, ¡oye! —Saymon llevó sus manos hasta los hombros de la joven—, ¡Lenin, respóndeme!

Lenin empezó a reaccionar y miró el rostro de Saymon, mientras lo contemplaba, sus ojos se llenaron de lágrimas y lo abrazó fuertemente dejando caer la botella de agua al piso.

—¡Por favor, no te separes de mí, por favor! —suplicó—, no quiero estar cerca de él, no, no…

—Tranquila, tranquila —intentó calmarla—. No te dejaré sola, estoy aquí, tranquila.

La joven, quien, de hecho, era la misma que antes Lenin había visto tocar el violín, seguía observando todo en silencio.

—¿De qué está hablando? —le preguntó a Saymon.

—Ella es la compañera de Cero Uno Cincuenta y Uno —respondió el joven.

—Ash… pobrecita, ¿qué le habrá hecho? —soltó el amigo de Saymon.

—Entonces, es peligroso que sigamos aquí —dijo la joven levantándose del piso—, no quiero tener problemas con él.




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