Cayden rodó la mirada hasta Lenin, la joven tenía la boca entreabierta y se notaba que no estaba de buen humor.
—Vamos —ordenó Cayden.
—No, no iré a ningún lugar contigo —refutó Lenin con tono fuerte—. Tú no me mandas.
—Soy tu compañero —dijo Cayden.
—¡Pero no por mucho tiempo!
Cayden alzó su brazo derecho hasta la altura de su barbilla y en su mano apareció un sobre blanco de carta.
—¿Lo dices por esto? —inquirió el joven.
Lenin dio un paso hacia atrás y quedó observando fijamente el sobre que poco a poco comenzó a quemarse y volverse cenizas que desaparecían con un suave viento que recorría el lugar.
—No puedes alejarte de mí, sólo yo puedo ser tu compañero —dijo Cayden.
La marca en la espalda de Lenin comenzó a arder como si tuviera una braza encendida pegada en su piel que produjo que sus ojos se llenaran de lágrimas que obligó a no derramar.
—Vámonos, tenemos muchas cosas que debemos hablar —ordenó Cayden, pero esta vez con voz más tranquila.
Lenin no fue capaz de ver a Saymon a los ojos mientras acataba la orden de Cayden, no sabía si era por la vergüenza de ser tan débil y no poder enfrentar a su compañero, o tal vez estaba esperando a que Saymon la defendiera como lo hizo la vez pasada, para así ya tener la valentía de ayudarlo y escapar juntos; pero esto nunca sucedió.
Lenin caminó junto a Cayden hasta poder estar completamente solos en un quiosco en el centro de un gran lago donde se podía apreciar a algunos flamencos. La joven caminó hasta una banca que había frente a la baranda de madera y dejó su mirada plantada en una hoja seca que caía lentamente al agua.
—Lenin, debemos hablar —dijo Cayden rompiendo el silencio—. La academia ya fue notificada sobre tus prácticas, así que creen que ya estás preparada para ser oficializada como una Singala.
La joven no dejaba de mirar el lago en completo silencio y Cayden comenzaba a creer que ella no deseaba prestarle atención.
—Mis días de descanso terminarán mañana, así que, pronto me darán el listado de las misiones que tendré por seis meses y deberás acompañarme a todas ellas, ¿sabes lo que eso significa?
Cayden se acercó más a Lenin y, en vista de que ella parecía estar ignorándolo, se sentó a su lado y la miró fijamente.
—Lenin, aún no estás preparada para ir a misiones tan peligrosas, además, el campamento es en una semana y asistirán estudiantes de alto nivel que pueden matarte con sólo pensarlo.
—Entonces, deja de ser mi compañero —gruñó Lenin mientras inclinaba la mirada.
—Lenin, no puedo hacer eso.
—¡¿Por qué?! —gritó la joven volteando a verlo—, ¡¿por qué yo?! ¡Se supone que no te gusta tener compañeros!
—No tengo elección, aunque no desee estar a tu lado, debo hacerlo —respondió Cayden.
—¿Qué?
—No puedo decirte más. Resígnate a la idea de que siempre deberás estar conmigo, con nadie más.
El entrecejo de Lenin se frunció mientras observaba detenidamente a Cayden, ¿qué estaba diciendo?
—¿Por qué no nos podemos separar? —preguntó la joven—, acaso… ¿hiciste alguna promesa?
Cayden no respondió a su pregunta, sólo se redujo a contener la respiración y Lenin entendió que estaba en lo cierto.
—¿Por qué prometerías algo así? —interrogó Lenin.
—Deja de preguntar —pidió Cayden muy serio.
—No, yo siempre tengo que hacerte caso en todo lo que ordenas. Somos compañeros, tenemos igualdad de condiciones, así como yo respondo a tus preguntas, debes hacer lo mismo con las mías.
—Si lo hago, morirás —explicó Cayden con un tono muy serio.
Lenin echó un poco su cabeza hacia atrás mientras tragaba en seco.
—Lenin, debes entender algo, yo no soy el malo de la historia; intento protegerte, ese es mi trabajo y necesito que confíes en mí para así poder hacerlo bien.
—¿Cómo puedes pedirme que confíe en ti después de haberme obligado a matar personas? —cuestionó Lenin.
—Me pediste que te entrenara, eso hice.
—¡Pero no de esa forma!
—Lenin, ya no tienes la misma vida ordinaria que antes tenías, aquí debes aprender a asesinar personas, a torturar y traicionar tus principios. Entiende eso, ahora le perteneces a la academia.
Lenin quedó muda, sus fosas nasales se abrieron al intentar tomar todo el aire posible y retenerlo en sus pulmones mientras sentía su piel erizarse.
—Con el tiempo aprenderás a darte cuenta que tu vida ya no te pertenece —dijo Cayden, pero su voz sonó bastante triste—. Lo peor que puedes hacer en esta academia es enamorarte, te traicionarán.
—Saymon es una buena persona —gruñó la joven.
—Eso es lo que no sabes —replicó rápidamente Cayden—, ¿no te parece sospechoso que te pida ser su novia?
—No.
—¡Pues, deberías!
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Editado: 23.04.2025