Escritores del destino

Capítulo 14

Lenin pudo sentir al momento en que Cayden la tocó, una escapatoria del lugar en el cual se encontraba; no supo cómo sucedió, pero, aquella tortura se detuvo cuando escuchó los latidos de su corazón.

“Prometo cuidarte, siempre” recordaba esas palabras, no sabía quién se las dijo, pero estaban en su mente retumbando con cada palpitación que daba el corazón de Cayden.

Lo que pasó en los siguientes minutos fue muy rápido para Lenin y a la vez bastante doloroso para ella, pero no hablamos de un dolor físico, sino uno sentimental.

Cayden puso sus manos sobre la frente de Lenin y se introdujo en sus recuerdos que aún permanecían desordenados y un tanto difíciles de entender, pero logró encontrar la raíz del problema que la aquejaba con ayuda de Lenin. Alguien quería asesinarla encerrando su mente en una cárcel creada por sus propios recuerdos, que, entre los malos momentos vividos, la obligarían a suicidarse, y el responsable de este macabro plan era Saymon.

Pues sí, aquel beso que le dio el joven, introdujo en ella todo un texto maldito que él anteriormente escribió, y después de plantarle un beso al papel, pasó aquellas intenciones a su cuerpo para después depositarlas en Lenin y así hacer más difícil la tarea de las personas que ayudaran a la chica a salir de aquella cárcel. ¡Y vaya que sí fue bastante difícil! Ya que Cayden pasó más de cinco horas intentando encontrar la raíz, de hecho, fue la propia Lenin que le confesó con quién habló por última vez al joven, ya que ella, aún en sus males, pudo atar cabos y llegar a aquella conclusión, una que la lastimó en gran manera.

—Él me besó —le contó a Cayden—, después de despedirse yo me comencé a sentir mal.

Lenin se acurrucó en el pecho de Cayden mientras sollozaba.

—¿Cómo pudo hacerme esto?, qué tonta fui al creer en él —dijo Lenin con una voz quebradiza.

La manera en la cual se sacaba a la persona de aquella cárcel mental era la siguiente: se debía escribir lo contrario a las intenciones dirigidas hacia ella, o sea, pidiendo que saliera aquel mal de su mente, después, se depositaban las buenas intenciones en la parte del cuerpo con la que se haría contacto con la persona afectada, en este caso, los labios, ya que así fue como entró el mal en la mente de Lenin y la encerró en sus malos recuerdos.

Lenin pasó de su primer beso dulce y romántico a una realidad dolorosa y casi fatal en la que estuvo a punto de ser llevada a la muerte, aquella traición de la persona amada que ahora estaba desenmascarando, la recibía como un puñal en su tierno e inocente corazón.

Cayden estaba muy concentrado escribiendo en un papel las oraciones con las cuales sanaría a Lenin y ella lo veía con los ojos llenos de lágrimas. El joven se mostraba agotado después de haber pasado largas horas intentando sanarla y en todo ese tiempo ella reflexionó sobre muchas cosas, una de las principales, era que Cayden no tenía intención alguna de hacerle daño, al contrario, deseaba cuidarla y que ella estuviera bien.

La joven se sobresaltó cuando vio que Cayden terminó de escribir en el papel y lo llevó hasta sus labios. Lenin pudo ver que del papel salió una tenue luz blanca que se introdujo en el rostro de Cayden.

—Lenin, debes separarte de mí —informó Cayden.

—¡Ay, no!, ¡no quiero volver a ese lugar! —sollozó la joven volviendo a tener miedo.

—Tranquila, ya vas a acabar con esto —calmó Cayden.

Lentamente, Lenin se apartó del pecho de Cayden y se volvió a sentir aturdida por aquellos recuerdos que pasaban rápidamente por sus ojos y la obligaron a cerrarlos, pero, pudo sentir una gran descarga de energía entrar a su cuerpo por sus labios.

Pudo compararlo con beber agua cuando se tiene una inmensa sed, algo que hizo desaparecer aquellos recuerdos desagradables y los hizo volver a su pasado para así hacerla descansar en el presente.

Después de aquel beso, Lenin cayó totalmente dormida por el cansancio que la abrumó. Cayden la atrapó en sus brazos para que así no se golpeara la cabeza con el piso y después la cargó hasta la cama.

—¡Al fin! —soltó Ruth al entrar a la habitación y ver que Cayden estaba acomodando a la joven sobre la cama.

—Llama al doctor —pidió Cayden.

Lo que vino después fue bastante tranquilo, el doctor llegó para atender a la joven, revisarle las heridas, curárselas y recetar algunos medicamentos.

A veces, Lenin se despertaba por algunas pesadillas y le pedía a Cayden que se quedara con ella para así no tener miedo, dándose el joven cuenta que Lenin quedó con algunos traumas después de haber estado encerrada en su propia mente.

Y, cuando finalmente Lenin se despertó, ya el reloj marcaba las cinco de la mañana. Al abrir los ojos se encontró con el rostro de Cayden durmiendo a su lado, pero se despertó al sentir el movimiento de la joven.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó.

—Mejor —respondió ella con tono triste.

Se formó un gran silencio entre los dos, después Cayden encendió la lámpara de la mesita de noche que tenía a su lado ya que había poca luz en la habitación.

Y así fue como Lenin pudo ver sus manos vendadas, algo que la confundió.

—¿Qué me sucedió en las manos?




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