Escritores del destino

Capítulo 17

Lenin dejó salir una bocanada de aire al verse rodeada de estudiantes que no dejaban de observarla.

Cayden tuvo razón al decirle que todos querrían asesinarla cuando llegara el momento. Y ese era el momento de hacerlo.

Al parecer todos creían que era la presa más fácil de pescar en aquel gran salón de entrenamiento.

Debía aceptarlo, tenía miedo. Su corazón latía con mucha fuerza y sus manos comenzaban a temblar.

Veía como la profesora de rasgos asiáticos caminaba alrededor del salón que era totalmente blanco y observaba a todos los estudiantes con dureza.

—¿Saben el por qué todos hoy están en Cerebro? —preguntó.

Volteó a ver a Lenin y desplegó una sonrisa retorcida mientras la reparaba de pies a cabeza.

—¿Por qué estás temblando? —inquirió mientras se acercaba a ella.

Aquella mujer caminaba hacia Lenin con las manos posadas en la cintura, se veía como si estuviera a punto de cazarla.

Cayden, quien se encontraba a la derecha de Lenin, volteó a verla y con la mirada trataba de explicarle que no se dejara intimidar. Sin embargo, la joven ya estaba sumida en el miedo y no lograba pensar con claridad.

—¿Qué? —soltó Lenin y llevó una mano a su pecho.

La profesora le dio la espalda mientras paseaba su mirada por los allí presentes. Los estudiantes estaban agrupados en varias esquinas del salón, pero, al darse cuenta que la mujer los veía tan fijamente, comenzaron a acercarse a ella creando así un círculo.

—Hoy nos encontramos aquí porque vamos a sacar a los más débiles, a esos estorbos —volteó a ver a Lenin— que no nos sirven.

Comenzó a alejarse, pero volvió a ver a la chica.

—Sígueme, hoy serás la primera —volvió a sonreír de manera retorcida.

Lenin dio un paso hacia adelante bastante dudosa y tragó en seco, por un momento volteó a mirar a Cayden, quien se veía con aquel típico semblante serio. Le dio la impresión de verlo distante, como si quisiera sólo observar de lejos.

—No morirás —le pareció escuchar que Cayden mencionó esas palabras, pero, nunca lo vio mover sus labios.

Sin embargo, aquellas palabras llegaron a tranquilizarla y siguió a la profesora hasta el centro del círculo que los estudiantes formaron.

—¿Algún voluntario que desee mostrar sus dotes de luchador? —preguntó la mujer.

Un joven de piel oscura y que parecía medir un metro con ochenta, con cuerpo fornido, salió al frente mientras tronaba los dedos de sus manos.

—Yo —dijo.

Su voz era bastante aguda y tenía mirada profunda, observaba a Lenin como un pequeño cachorrito que estaba a punto de morir.

Y sí, Lenin también se sentía de esa manera, sus piernas se habían vuelto gelatina, mientras que sus ojos estaban llenos de lágrimas.

Los estudiantes comenzaron a reír por lo bajo. “Ya está muerta”, se podía escuchar.

Sin embargo, todos hicieron silencio al ver que Cayden se acercó al centro del círculo y parecía no estar de buen ánimo. Tenía su mirada puesta en el joven que deseaba pelear con Lenin y por un momento lo reparó de pies a cabeza, haciendo que el chico borrara por completo su semblante de orgullo.

—Yo pelearé con él —informó Cayden.

La profesora dejó salir un suspiro mientras se cruzaba de brazos. Pasó su lengua por sus labios y observó a los tres estudiantes en completo silencio.

—Cero Uno Cincuenta y Uno, ¿por qué deseas entrometerte en una pelea? —le preguntó.

—Es mi compañera —respondió Cayden.

—Con más razón dejaré que pelee con ella —desplegó una sonrisa—, así veré qué tan fuerte es. Es muy tentador saber el por qué deseas protegerla.

A Lenin le hubiera encantado pedirle a Cayden que no se entrometiera, que ella podía sola, sin embargo, sabía que no podría contra aquel corpulento joven. Era débil y no estaba entrenada.

“Si tan sólo hubiera permitido que Cayden me enseñara batalla…” pensó Lenin.

—No será una batalla justa —dijo Cayden.

—Si tu compañera no es tan fuerte como para poder vencer a un simple egocéntrico, ¿qué hace en un nivel tan superior? —cuestionó la profesora mientras respingaba una ceja—, si pierde, no hará falta. Esa es la ley, no te entrometas.

La marca de Cayden comenzó a arder de manera descomunal, era como si tuviera fuego quemando aquella parte. Le estaba advirtiendo que aquello no iba a terminar para nada bien.

Sin embargo, tuvo que limitarse a retroceder y dejar que la pelea comenzara. Aunque, decidió colaborarle a Lenin dándole algo que le podría ser útil.

Se acercó a ella y la miró fijamente a los ojos, decepcionándose al ver que estaba a punto de quebrarse por el miedo.

Cayden materializó la espada que tiempo atrás le había dado a la joven, se la pasó y le susurró en el oído.

—Si pierdes esta pelea, serás una cobarde y tendré que matarte.

Lenin tragó en seco y apretó con fuerza la espada. ¿Cómo iba a poder ganar aquella pelea si no sabía pelear?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.