Escritores del destino

Capítulo 19

Lenin entreabrió sus labios y contuvo la respiración por un corto momento. ¿Cómo pudo teletransportarse? Ella no sabía cómo hacer eso.

Lentamente se bajó de la cama, aunque, al poder sentir sus pies en el piso frío sus fuerzas abandonaron sus piernas.

Cayden la tomó rápidamente con sus brazos y no permitió que se desplomara.

—¿Qué- qué me está sucediendo? —inquirió la joven.

—Es mejor que descanses.

Cayden la ayudó a volver a la cama y se acostó a su lado. Lenin no podía entender por completo la situación, su mente por un momento se sintió desorientada y, poco a poco, la consumió un gran cansancio.

Se acomodó a medio lado en la cama, quedando así frente al rostro de Cayden. El joven la veía muy fijamente, algo que le creó una gran curiosidad.

—¿Por qué me miras así? —preguntó.

—Lenin, antes de… —habló el joven, pero, después de meditar algo, hizo silencio— mejor descansa.

—¿Qué sucede? —inquirió ella con insistencia—, ahora no me dejes con la duda, por favor.

—No es nada importante, Lenin.

—Cayden…

—Vamos, por favor, no insistas más, debemos dormir.

Cayden cerró los ojos, obligando a Lenin a no insistir más.

“¡CAYDEN!, ¡NO!, ¡POR FAVOR!” Se escuchaba la voz de una joven al fondo de la mente de Cayden. Aquello le incomodaba en gran manera, lo hacía acomodarse en la cama una y otra vez. ¿Quién era esa chica que le gritaba y suplicaba?

Podía ver su rostro nubloso en sus recuerdos. Ahí estaba ella, siendo alejada de él con ayuda de unos doctores, ¿por qué se la estaban llevando?, parecía que le harían daño.

“¡CAYDEN!, ¡NO!, ¡POR FAVOR!, ¡LO PROMETISTE!” ¿qué había prometido? ¿Eran recuerdos?, ¿no era un sueño?, si aquellos eran unos recuerdos… ¡tenía que recordarla!

Y de pronto, pudo recordarlo.

Cayden, quince años de edad:

Eliot caminaba de un lado a otro, los ojos de Cayden lo seguían obedientemente por toda la habitación.

—¡Sé que lo dejé por aquí! —soltó Eliot estresado.

En aquel momento se abrió la puerta y el rostro de Saymon apareció a la vista.

—¿Por qué se demoran tanto? —inquirió el joven.

Cayden se acomodó al respaldo del sillón de cuero, sus ojos bajaron hasta el piso, allí estaba Pancho, dándose un placentero baño con su lengua rasposa. Por un momento el gato lo quedó viendo, como si en el rostro del muchacho encontraba algo sumamente interesante.

Cayden desplegó una ligera sonrisa y estiró su mano derecha, el gato, al ver este acto, comenzó a alejar un poco su cabeza, pero, no pudo correr ante las garras del joven. Lo tomó rápidamente y lo llevó hasta poder dejarlo encima de sus piernas.

—¡Qué gato tan gordo! —soltó el chico mientras lo reparaba y acariciaba con una mano.

Eliot volteó a ver a Saymon y soltó un suspiro.

—Tenía el regalo de mi hermana en el cuarto, pero no lo encuentro —dijo Eliot.

—Materialízalo —sugirió Saymon.

Aquello pareció ofender a Eliot, aunque, intentó disimularlo. Pero Saymon conocía a la perfección a su compañero de misión y le pareció tan gracioso el que él intentara ocultárselo que no pudo aguantar el ataque de risa.

—¿Por qué te ríes? —indagó Eliot con rostro serio.

Saymon llevó sus manos hasta su cintura y comenzó a negar con la cabeza.

—Pídele el favor a Cayden —volteó a ver al joven sentado en el sillón—. Deja de jugar con el gato, después te estás quejando de la alergia.

Cayden hizo un rostro de desagrado y dejó que el gato huyera de él, después, se levantó del sillón y comenzó a limpiar su pantalón negro con sus manos.

Algo que aburría en gran manera a Cayden y a Saymon era soportar la manera melosa en la que su compañero le hablaba a su novia.

Era como ver a dos viejos tratando de aparentar ser bebés y darse besos como si fueran dos peces.

Cayden volteó a ver hacia su derecha y notó el rostro de desagrado de Saymon. Intentó ocultar una pequeña risa, le parecía muy gracioso aquel rostro lleno de pecas arrugado.

—¿Podrían dejar de hacer eso? —preguntó Saymon.

Eliot y Violet voltearon a verlo.

—Debemos esperar tres horas en este apretado auto, —dijo Saymon— podrían hacer la espera mucho más placentera si no nos incomodaran con su romanticismo.

—Todo sería sencillo si no trajéramos a Cayden —soltó Violet—, sólo deberíamos teletransportarnos a la casa de Eliot.

—Oye —regañó Saymon—, nosotros no criticamos cuando te llevamos a conocer a Lenin.

—Yo sólo decía… —trató de explicar la joven.

—Tú no sabes teletransportarte —dijo Cayden—, así que no critiques.

Saymon soltó una gran carcajada de burla, mientras, Violet sólo se limitó a hacerle un rostro de furia.




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