El dije del collar de Lenin la cubrió con una gran luz blanca, y, en cuestión de segundos, la joven apareció en Cerebro.
Cayden, al verla, se acercó a ella y la abrazó. Lenin estaba temblando y no dejaba de llorar como niña pequeña.
—¡Sentí que iba a morir! —soltó ella mientras se aferraba a él—, ¡fue horrible!
Desde aquel día la vida de Lenin se volvió un infierno, aparecía en lugares que nunca había visto o partes del campamento que, simplemente, no debía visitar.
Como una mañana que quiso abrir la puerta de su habitación para salir, pero al cruzar la puerta, apareció en el interior del baño de Cayden, y, para su mala suerte, el joven en aquel momento se había terminado de desvestir para ducharse.
—¡¿Qué haces aquí?! —gritó Cayden mientras cubría su cuerpo con una toalla.
El rostro de Lenin se volvió completamente rojo, volteó con rapidez su cuerpo hasta la puerta y llevó una mano temblorosa a sus labios.
—¡Lo siento, lo siento! —gritó la chica—, no quería entrar aquí, en serio.
—¡¿Qué estás esperando?! —soltó Cayden—, ¡vete!, ¡rápido!
Lenin daba grandes saltos mientras soltaba fuertes gritos y volteaba a mirar hacia atrás, cada vez que lo hacía se asustaba más. La ola gigante la estaba alcanzando y aquel pasillo oscuro parecía no tener final.
—¡AH!, ¡AYUDA! —soltó mientras corría más rápido.
Soltaba jadeos mientras sentía sus piernas dormirse por el cansancio. Necesitaba salir de allí, pero no veía algún atajo por el cual pudiera escapar de aquella ola que intentaba ahogarla.
Cerró los ojos con fuerza mientras apretaba más su carrera y estiró una mano mientras soltaba un muy fuerte grito.
De repente, se sintió caer. Abrió los ojos para poder observar dónde se encontraba.
—¡AY, NO PUEDE SER! —gritó al verse caer a una gran altura.
Las puntas de los edificios del campamento se veían pequeños y la gran mancha verde que rodeaba al lugar se extendía hasta el infinito.
El viento golpeaba el rostro de la joven y no la dejaba respirar. Estaba aterrada. En su intento por escapar de aquella ola que la perseguía en ese pasillo terminó cayendo desde esa inmensa altura.
Ella era única, eligió una muerte mucho más fea que la anterior.
—¡CAYDEN, ¿DÓNDE MIERDA ESTÁS?! —gritó mientras apretaba con fuerza el collar que llevaba en su pecho.
De repente, sintió que rodearon su cintura y, en un parpadeo, se vio de pie en medio de un salón blanco.
Sus piernas no dejaban de temblar y, cuando sintió que iban a soltar su cintura, se aferró a aquellos brazos.
—¡No, no, no, no! —suplicó.
—Lenin, ya estás a salvo —escuchó detrás de ella.
—En cualquier momento puedo teletransportarme —dijo Lenin—, si lo hago, lo haré contigo.
La joven sintió un fuerte jalón que la obligó a dar media vuelta. Ahí estaba Cayden, con un rostro un tanto aburrido y sus ojos eran cubiertos por unas oscuras ojeras.
—Necesitas aprender a controlarte —regañó—, no podré salvarte cada vez que te teletransportes.
—¿Lo dices por lo que sucedió ayer en la mañana? —inquirió la joven mientras se ruborizaba—, ¡te estoy diciendo que fue una equivocación!, ¡yo no quise verte desnudo, en serio, fue una equivocación!, no puedo soportar el teletransportarme, ¡este mes ha sido una pesadilla para mí!
Cayden respiró profundo y la soltó.
—Quédate en Cerebro, ¿por qué sales?
—Yo no salí, no lo hago —insistió la joven—. De un momento a otro aparezco en un lugar y… corro con la mala suerte de aparecer en un mundo postapocalíptico.
—¿A dónde fuiste hoy?
—En la mañana aparecí en una montaña, había una enorme nave espacial enrollando a un demonio.
—¿Otra vez el demonio? —Cayden bajó un poco sus párpados.
—¡Que son ciertos!, son grandes, ovalados y visten una túnica negra rasgada. Los extraterrestres los pulverizan con unas enormes cadenas que los enrollan. Después aparecí en un pasillo oscuro grande y… había una ola que estaba inundando el pasillo, trataba de salir de allí, pero no podía.
Lenin comenzó a llorar como niña pequeña y limpiaba sus lágrimas con sus manos.
—Fue horrible, creía que iba a morir —soltó un hipo—. Cada vez se vuelve peor y este estúpido cuarto no sirve de nada, me teletransporto a ese mundo y todos los días estoy a punto de morir.
Cayden llevó una mano a su frente y quitó un poco de sudor.
—Lenin, en cualquier momento la academia notará tu extraño comportamiento —informó el joven—. Cuando te teletransportas no puedo sentirte, el collar pierde poder y sólo puedo sentirte cuando vuelves a esta realidad.
—¿Estás diciendo que moriré en ese mundo?
—No, trato de explicarte que debes aprender a controlarlo.
—¡Te digo que no puedo hacerlo!
—¡Deberás aprender a hacerlo! —gritó Cayden—, ¡deja de huir de él! ¡Llevas un mes con ese problema!
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Editado: 02.05.2025