Escritos de la cuarta semana de febrero del 2024

Entre Espadas y Amores Por Nelson Isaí Pérez

Los reinos del norte y del sur habían entrado en una disputa por el control de las tierras. El hambre, la enfermedad y la muerte eran los reinantes de la región.

Dos almas, dos amigos de la infancia, amantes en su juventud se volvían a ver las caras.

¡Detente! —gritó.

Ella se movió como un rayo y su golpe se detuvo justo en el hombro derecho. El filo de la espada se hundió en la armadura, dejando al descubierto parte de la piel.

—¡Maldita perra! ¿Te atreves a intentar eso?

Debería haber sabido que es bueno sentir misericordia por alguien tan patética como tú.

¡Déjame mostrarte lo que sucede cuando te metes con un verdadero guerrero!

Agarró su hombro herido y la miró antes de lanzarse hacia ella una vez más. Su enorme espada se balanceó con salvajismo, con la intención de partirla en dos.

Pero Wendy Strong estaba preparada para este tipo de fuerza bruta; ella lo esquivó con facilidad, evitando la mayor parte del ataque, pero la ráfaga sacudía su cabello.

—¿Es todo lo que tienes? —Ella se burló de él, aprovechándose de su posición vulnerable después de fallar su swing—. Pensé que se suponía que los soldados eran luchadores hábiles.

Sus palabras sólo sirvieron para enfurecerlo aún más.

Aun con eso el caballero falló.

Ella hizo un movimiento en zigzag y su espada abrió la parte media del abdomen. El corte fue tan preciso que dividió la cruz roja en el frente de la armadura.

—¡¡¡Ay!!! —Se tambaleó hacia atrás, agarrándose la herida abierta en su estómago. El dolor lo atravesó como fuego, pero se negó a darse por vencido. En cambio, concentró toda su ira en un último y desesperado intento de poner fin a la pelea. Rugió fuerte y cargó de nuevo, esta vez apuntando a la cabeza de Wendy.

El suelo tembló bajo sus pies cuando chocaron una vez más. Sus espadas se encontraron con un sonido ensordecedor, las chispas volaron alrededor. Pero incluso con todas sus fuerzas, Aarack no pudo ignorar el dolor debilitante que lo recorrió desde la herida intestinal. El sudor le corría por la cara, mezclándose con lágrimas de frustración y agonía—.

No… Por favor —Rogó, apenas capaz de mantener la conciencia. Por mucho que odiara admitirlo, Ella lo había superado de manera justa. Su visión se oscureció en los bordes y pudo sentir la sangre que brotaba de las heridas que le había infligido.

A pesar de todo, una extraña mezcla de alivio y desesperación lo invadió. Pero antes de que la oscuridad lo reclamara por completo, sintió algo cálido y húmedo contra sus labios. Al principio, pensó que era sangre: otra evidencia de las heridas que pronto le quitarían la vida. Sin embargo, cuando logró abrir los ojos lo suficiente para ver, se dio cuenta de que no lo era en absoluto. Era la boca de Wendy, presionada contra la suya.




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