Cuando mi amiga me propuso ir a aquella cartomántica, acepté por puro compromiso; nunca fui muy creyente en ese tipo de cosas. Pero bueno que no se hace por una amiga con mal de amor. Así que sin pensarlo mucho estaba ahí rodeada de paños de colores, humo, velas e incienso. En una habitación pequeña, algo así, como una sala de espera, junto a mi compañera de aventura, ojerosa y flaca de tantos días en la depresión. No entiendo, ¿cómo alguien puede sufrir tanto por una persona que no te quiere y además te hace daño? El tiempo transcurrió de prisa. Mientras esperaba, reflexionaba acerca de lo estúpido de un sufrimiento por amor. ¿Si tus sentimientos no son correspondidos de que vale tanta tortura, y daño autoinfligido? También tenía algo a mi favor, yo nunca había pasado por una experiencia de ese tipo. Terminó finalmente la espera cuando salió mi amiga con rostro serio.
- Dice la adivina que quiere verte.
- ¿A mí? -me dije sorprendida.
- Sí, y me dijo que era importante.
Yo no había venido para que me adivinaran nada, es más que, prefería no saber mi futuro.
- Dale, yo te espero, no te vas a arrepentir, es de vida o muerte.
Aquello era más bien un mandato, claro que me tenía que esperar, si vine por ella.
Casi por obligación, por salir de la situación, entré a la habitación donde me esperaba una mujer joven; más de lo que imaginaba; vestida bastante casual.
- ¿Tú eres Mariana, verdad?
- Sí -dije todavía desconfiada pero relajada.
- Lo que tengo que decirte es que en las cartas de tu amiga hay algo que te incumbe a ti, por eso te hice pasar.
- Bueno, pues, dígame que es eso que dicen las cartas.
- Que va a sufrir por tu pérdida, producto a un terrible accidente automovilístico
-¿Pero por qué me cuenta eso? -dije exaltada.
-Porque hace cinco minutos debió haber pasado. ¿Has oído hablar de la teoría de la tostada quemada?