El alquiler era asequible para lo que se pedía en aquella zona. El vendedor no paraba de hablar. Le estaba explicando todas las bondades de aquel piso. Fran no le escuchaba, había aprendido que todo lo que le decían los de la agencia era mentira. Hasta que no viera el piso con su propia mirada no firmaría nada.
El ascensor no funcionaba. Primera pega, pensó Fran. El comercial contrariado reaccionó rápidamente aduciendo obras.
Subieron las escaleras. Eran muchas ya que el ofertado era un ático. El último piso de un bloque de seis alturas.
Cuando llegaron, el vendedor sacó las llaves y empezó a girarlas en la cerradura.
Mientras lo hacía, Fran observó que la escalera no terminaba allí.
-¿Hay un terrado o un sobreático? Veo que la escalera sigue -apuntó.
El comercial se rio con una carcajada impostada y entró en la casa sin contestar como si hubiera dicho una tontería. Debió de pensar que su cliente era un gracioso. Se notaba que estaba acostumbrado a las bromas y las ironías.
Desde el interior de la vivienda, Fran escuchaba la voz monótona del vendedor explicando las ventajas de aquel piso, pero Fran no había entrado. Ni siquiera escuchaba la voz del otro hombre. La escalera le llamaba. Había algo al final del camino y prometía ser maravilloso.
Comenzó a subir y con cada escalón se sintió más ligero. Una luz brillante le esperaba arriba. Pensó que sería un terrado donde entraba la luz del sol.
Con cada paso la voz del vendedor se oía cada vez más lejana, casi como el zumbido de una mosca a lo lejos.
Al llegar arriba observó una puerta abierta. Lo que había al otro lado no era luz, sin embargo, sino destellos de otra galaxia. En el centro de esta una estrella brillaba más que las demás. Su mente racional no entendía cómo era posible, pero Fran la arrinconó y se dejó llevar por aquel reflejo maravilloso. El poderoso fuego se reflejó en sus pupilas. Un astro a escasos centímetros de su mano. Alargó los dedos y la cogió mientras entraba dentro del cosmos…
La policía encontró su cadáver en el fondo del ascensor. Tenía la mano apretada alrededor de algo que el rigor mortis no permitió ver y que más tarde se describió en el informe forense como una vulgar piedra.
La agencia quedó libre de toda responsabilidad. Según ellos, el hueco por el que se había caído el cliente estaba tapiado por obras.
Editado: 26.02.2024