Mi chica perfecta
Te soñé y te esperé durante todo el día. ¿Quién lo iba a imaginar? Ni siquiera yo mismo.
Estabas en mis pensamientos, y en mis sentimientos, a cada minuto. Desde luego que no
es porque no fueras una persona especial, en verdad. No. Es porque hasta ese momento,
yo nunca había sido así de romántico.
Y es que tan solo tu mirada podría ser suficiente motivo. Pero había más. Mucho más. Tu
sonrisa, tu pelo, tu figura torneada, femenina... definitivamente, la mujer ideal. Ya quería
estar contigo.
Así que aquella noche, poco después del atardecer, subí por la colina, esa que se levanta
sin casas donde termina la ciudad. Subí sin prisas deseando que estuvieras allí pero con el
corazón en vuelo a mil latidos por minuto. La brisa nocturna soplaba con suavidad el
césped.
Al llegar arriba, en la soledad, tu silueta se recortaba contra el horizonte nocturno.
Con un "hola" conocí por primera vez tu voz. Ahí estabas tú, real, bella, sonriente, amable
para mí. Justo igual que como te vi en mis sueños: mi chica perfecta.