Estrella fugaz
Luna, la diosa de la noche, estaba nerviosa.
Era verano por lo que Sol había salido pronto aquel día y no volvería hasta al cabo de muchas horas.
Tras su marcha, a pesar del sueño, se había levantado en seguida para arreglarse.
Se miró al espejo. Deslumbrante, pensó.
Salió al jardín y lo vio llegar. Le temblaron las piernas al ver su imponente figura.
Estrella fugaz abrió la cerca y caminó lentamente, sabiéndose deseado. Sonrió y se acercó a la bella Luna. Esa noche sería suya.
Sol se vio interrumpido por Tormenta de verano. Era un imbécil engreído, pero no tenía ganas de discutir aquel día. Decidió dejarle con sus peroratas y volver a casa un poco antes.
No quiso avisarla. Pensó darle una sorpresa. Saldrían a comer juntos por una vez.
Abrió la puerta y lo que vio fue como el golpe de un meteorito: Luna cabalgaba otra estrella con una pasión desconocida para él.
Sol estalló convirtiéndose en una estrella gigante, arrasando todo a su paso y convirtiendo aquella galaxia en una penumbra eterna. Nunca más se habló de la bella Luna.
Se cree que huyó a otra galaxia.