El jugador, sabía que todo dependía de él, confiaban en que lograra lo imposible de alguna forma. Desde el presidente del club de futbol, hasta el último de sus compañeros, pasando por el entrenador. Que se mostraba inquieto al lado del banquillo.
Los suyos intentaban abrirle un hueco en la férrea defensa enemiga delantera, aunque sin éxito. Habían sentenciado él encuentre con un resultado de tres goles a dos, en el primer cuarto del segundo tiempo. Así que se limitaron a defenderse, evitando que les metieran el del empate.
Empapados por el sudor del esfuerzo y los nervios, al final le abrieron un pequeño pasillo, que no dudo en utilizar. A una velocidad que nadie esperaba, llego a la portería y a falta de quince minutos para la conclusión del partido, desempató el encuentro.
Celebraron el éxito, en un abrazo multitudinario, se permitieron soñar con la victoria.
Sus rivales, sabedores de que debían marcar uno al precio que fuera, descuidaron la defensa y se lanzaron a la ofensiva. Al contrario que ellos, que se replegaron a defender la portería.
Aunque él era la estrella, y debía de estar listo para desmarcarse de serle posible. Cosa que ocurrió a escasos cinco minutos de finalizar. Libre de jugadores contrarios a su alrededor, se lanzó como una bala a la portería, en donde el inquieto portero lo aguardaba. Casi sin darle tiempo a preparar la estrategia, al ver de reojo aproximarse ayuda, chuto lo más fuerte que pudo.
El árbitro pito el final del encuentro, a la par que tanto sus compañeros, como los aficionados, gritaron eufóricos su nombre al marcar el gol de la victoria por los pelos.
FIN