Ay amor... Mi amor...
Cuanto te amo, en verdad.
Si supieras que mis pensamientos son sobre ti, si supieras que mis suspiros son por ti, si supieras que mis largas noches son para ti... Pero, no sé. No todo es perfecto, claro está, pero la armonía de las cosas requiere trabajo en equipo de cada parte y en lo nuestro hay algo que falla.
Nunca me he cansado de luchar, pero creo que mi hora está llegando. O tú partes, o lo hago yo.
Parece que mis fuerzas se agotan, que mi aliento se hace escaso... Ya sabes, si no tomas el momento, éste te tomará y yo creo que más que tomarnos nos está arrasando.
Yo anhelo hacerte feliz, dejar a un lado todo aquello que no te sirve ni me sirve a mi, pero no logro ver tu apoyo...
¿Será que acaso he agotado tu capacidad de esperar, de aguantar, de ser paciente?
Quizá sea ésta larga muralla que creímos no era la excusa suficiente. Hoy más que nunca la siento. Me juraste que no importaba, que no la veríamos si nos veíamos cara a cara, con el corazón al descubierto.
Te entregué mi vida, mi alma entera. Te di mi esencia, te la bebiste hasta tenerme dentro de ti. Te daría mi corazón pero creo que ya te lo he dejado antes, en esas noches de tormenta, entre esos susurrados pero aún audibles "te amo".
¿Qué hago con esto que estoy sintiendo? ¿Esperas que lo bote al vacío? Si eso hiciera, me temo que el arrepentimiento sería instantáneo y me lanzaría con él, pero no logro soltarlo, es lo más hermoso que descubrí jamás. Me dio vida, llenó todos mis espacios, quitó la venda en mis ojos y erradicó mi dolor.
Siento como si estuvieses dando el balazo definitivo, pero es mi culpa, pues en tus manos confié ciegamente el arma con la que me has disparado.
Ahora me encuentro en el suelo, mientras miro a tus ojos y no encuentro ese hermoso brillo característico de ellos. Observo tu sonrisa, ya no luce tan cálida, se curva victoriosa ante el derramar de mi sangre.
Siento la oscuridad apoderase de mí. Parece que debía ser yo la que tendría que partir.
Estoy a tu merced, podrías darme el golpe definitivo, pero puedo descifrar que estas haciendo de esto un espectáculo del cual sientes semejante orgullo.
Ya no queda más que esperar lo inevitable. Te juro que lo intenté y aprovecho este momento para implorar tu perdón. Te hice más daño a ti del que tú me acabas de proporcionar a mí. Herí tu orgullo, te di golpes duros... Lo siento, ha sido mi inmadurez, mi ignorancia ante tu experiencia dolorosa de vida.
Abusé de tu amor, de tu confianza, de tu sinceridad. Me apoderé de cosas que quizá no me pertenecían. Insistí en adentrarme en lugares que aún no habían sanado y puse mi dedo destructor en la llaga.
Finalmente mi cuerpo cae, careciendo de fuerza alguna. El frío toma mi ser, la oscuridad ya casi me posee por completo.
Te veo alzar la barbilla, triunfante, luego sueltas un suspiro denotando alivio y un adiós desganado escapa de tus labios... Y me quedé ahí, esperando que fuera un "te amo" que me devolviera la vida, como tantas veces lo hizo. Pero nunca llegó.
Más ahora es la muerte la que me ha tomado en brazos y me conduce al precipicio del dolor. Y sin más nada que agregar, sin ánimos de seguir luchando, me dejo arrojar.