Casi una vida te dediqué, te llevaste mis mejores años. Te di mis más cálidas tardes, y mis más frías madrugadas. Te confié mi pasado, te entregué mi presente, y te regalé mi futuro. Todos mis sueños los reemplazaba por ti.
De mi alma desbordaban todos esos poemas, que mi corazón escribía sólo para ti. Mis ojos brillaban de ilusión, por un amor que al final efímero fue.
Hoy estoy pagando muy caro, por haberlo entregado todo.
Muy en el fondo yo sabía que así acabarían las cosas, pero mi pecado fue creerme más grande que el destino. Quizá yo no era para ti, ni tú para mí, pero aún así forjamos lo que no debíamos, y al hacerlo, sin darnos cuenta, íbamos creando un gran abismo que hoy es el que nos separa.
Quedé con rabia y con rencor, se envenenó mi ser. La luz de mi interior se apagó, la llamarada que un día se había encendido, sin fuerzas se quedó, y se ahogó.
Con cada luna llena, me pregunto con pesar, ¿por qué debe ser todo así? Yo que tan feliz te he hecho, ¿por qué me haces vivir en esta angustia? Pero no puedo hallar la respuesta correcta, y creo que jamás la hallaré. Sólo espero que algún día pueda olvidar todo este tormento y puedan florecer de nuevo todas esas rosas, que se marchitaron de tanto esperarte.