Escritos del Corazón

CAPITULO 7

EMILY ROMANOV

— Cuando era niña mi madre me dijo una vez, "no importa cuánto duela ahora, en algún tiempo serán recuerdos y ya no te afectaran", pero creo que la frase no tiene toda la razón —me recosté sobre el sillón mientras la mujer me miraba de manera atenta, me enfoque en mirar el techo e intentar no entrar en pánico.

— En cierta parte tu madre es sabia y lo sabes, pero —cortó la frase y se acomodó en su silla mientras bajaba en volumen de la música para que yo le pusiera atención cosa que fue inútil, se levantó y se sentó en una silla cerca al sillón — tiene razón, tal vez tú no te has dado el tiempo de sanar, Emily, ya pasaron dos años y según lo que me dicen tus padres te sigue afectando —su tono de voz empezó a sonar un poco más compresivo que las tres sesiones anteriores— Emily, tal vez deberías dejar de culparte, deberías enfrentar los hechos, tenias 15 años, ahora tienes 17 casi 18, no te digo que lo olvides porque sé que es imposible, pero enfrenta aquellos temores.

Mis ojos se cristalizaron y sentí una presión en el pecho por lo dicho por mi terapeuta, mi vista se nublo y solo me limite a cerrar los ojos y varias lagrimas empezaron a salir de mis ojos, me incorpore y me quede sentada en aquel sillón, no sabía por qué estaba llorando, pero sentía una gran presión en mi pecho, sentía como si mi corazón hubiera sido estrujado para sacar aquellas lagrimas reprimidas.

— No está mal llorar, no está mal sentir, ni querer sentir —sentí como me abrazo de una manera cálida y reconfortante— No te estoy pidiendo que olvides, solo que cierres un ciclo, quiero que dejes aquella mascara de la chica fuerte, porque eres una chica tierna y linda, tienes todo el derecho de sentir, de enamorarte y de llorar si fracasa.

No pude evitar llorar un poco más, ella tomo un pañuelo y me lo tendió, seque mis lágrimas y esnifé un poco, me sentía un poco aliviada por sus palabras, pero cerrar un ciclo de esos era más difícil cuando la persona que ocasiono todo está viva y posiblemente te atormente toda tu vida. Ella me dio una sonrisa cálida, mis padres tenían razón ella no era como mi anterior terapeuta, me gustaba más venir a hablar con ella. 

Sonó aquella alarma que avisaba que las dos horas de terapia de habían acabado, me limpie mis lágrimas y me levante del sillón sonriéndole a Sara, recogí mi cabello y me puse mi abrigo, me acerqué a la puerta y antes de abrirla la voltee a ver.

— Muchas gracias, Sara —sonreí levemente y abrí la puerta, ella se levantó de la silla y se acercó a mi tomándome de los hombros.

— Intenta hacer lo que te dije —me dijo con una sonrisa nostálgica, agacho la mirada y sonrió de nuevo y soltó mis hombros —nos vemos el lunes, Emily —me limite a sonreír y a despedirme con la mano de ella.

Sali del edificio y la brisa de que la noche se acercaba de abrumó un poco, me puse mi tapabocas para evitar un resfriado, mire la hora, mierda ya iba tarde; empecé a correr, enserio no quería llegar tarde, no era de las cosas que yo haría y más porque mis padres me enseñaron que debía ser puntual en cualquier ocasión. Mi respiración se empezó a acelerar y como mis piernas me pedían que me detuviera, pero no podía hacerlo; cuando por fin llegue mire de lejos al chico pelinegro sentado en una de las bancas mientras miraba su teléfono y miraba hacia los lados.

Me acerque a él me senté a su lado, intenté calmar mi respiración, pero seguía agitada por haber corrido. El me miro un poco extrañado, pero aun así me tendió una botella de agua que llevaba a la mitad, me quite el cubrebocas y le sonreí por su acción.

— Perdón la demora —dije después de devolverle la botella de agua, di un largo suspiro y le devolví la mirada.

— Viniste, eso es lo que cuenta —me dio una sonrisa, guardé el cubrebocas en la mochila y me la colgué en el hombro. —Estamos a mano, ¿no?

— Bueno, es mejor que vayamos antes de que anochezca más —mire el cielo y le devolví la mirada, él estaba mirando atento, se levantó y acomodo su gabán— Pero, enserio, perdón, Aarón —tal vez nunca iban a terminar mis disculpas.

— No te preocupes, es mejor que vayamos, antes de que cierre, toma —me tendió uno de los cascos que traía y empezó a caminar rumbo a su motocicleta— vamos y de paso te invito algo de beber ya que está haciendo frío —se subió a la moto y me miro esperando a que yo lo hiciera.

Me subí a la moto y puse mis manos alrededor de su cintura, me aferré un poco a él y encendió la moto encaminándonos hacía lo que se suponía que me iba a llevar, mire los lugares mientras conducía, suspire un poco y negué con la cabeza.

Paramos en un estacionamiento algo pequeño, Aaron pago el estacionamiento y salimos de allí, el pelinegro, se detuvo y repliqué su acción, lo miré extrañada y fruncí el ceño, el saco de su gabán una venda, me sorprendí por lo que hizo.

— ¿Qué piensas hacer, estamos en la calle? —dije confundida cuando se acercó a mí con esa venda, tome su brazo y lo mire a los ojos, el solo soltó una risita.

— Es sorpresa, así que es mejor vendarte lo ojos —solté mi agarre y me puso la venda con suma delicadeza— sé que no confías mucho en mí y me lo has dejado claro, pero te reitero que hare cualquier cosa para que lo hagas.

Mordí un poco mi labio inferior y suspire intentando calmar aquel nerviosismo que tenía por lo que podía llegar a hacer el chico, me tomo de los hombro y me indicaba por donde debía caminar, puse una de mis manos sobre la de el para intentar que él no se fuera. Escuché una campanita y me puse nerviosa porque al parecer habíamos entrado a algún lugar. 

— Te vas a quitar la venda a la cuenta de tres —sentí como se quitó las manos de mis hombros.

 El pánico me invadió el cuerpo. Quizás había confiado mucho en él, quizás me quería hacer daño y yo le di mucha confianza para que pudiese hacerlo-

 — Uno —escuche su voz un poco lejos de mi— dos —cada vez más lejos, me abrace a mí misma y mordí mi labio inferior ansiosa por lo que podía pasar— tres —gritó.




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