Escritos del Corazón. | Edward O'sullivan.

Número Uno.

Sentirme bajo y recaído, sentir que no puedo levantarme de aquel suelo al que estoy pegado. Eso es sufrimiento y dolor. Sentir y ver que no puedes despegarte del suelo para levantar tu autoestima, y para también no auto-destruirte. Es sumamente difícil hacerlo sin ayuda, aunque hayan personas así de mal como yo que saben que pueden realizarlo solas. Ese sufrimiento te va consumiendo poco a poco, va quitándole el color a tus entrañas y va a desintegrarlas despacio para que no quede absolutamente nada. Se siente horrible y espantoso, y, además, todo el tiempo sientes miedo de lo que va a pasar en tu día a día. Sientes miedo porque no sabrás si mejorarás o empeorarás, sientes miedo porque no sabrás qué pasará a lo largo de tu día, sientes miedo por... ¡Por absolutamente todo! No vives tranquilo, para nada. El miedo también te consume por dentro, y a veces sueles miras tus alrededores y piensas (o lo pienso por lo menos yo):

 

'Vaya... Un día más quitándome las penas con la auto-destrucción. Ojalá existiera algo menos doloroso que me ayude a expresar lo que siento con facilidad y dejar de hacer que sienta más dolor.'

 

Si no tienes algo que te ayude a expresar lo que sientes con facilidad, vas a notar que tu vida no vale nada: que es una completa mierda. Y aquel pensamiento rondará en tu cabeza por minutos, por segundos, por horas, por semanas... ¡O hasta por años! Cuando notas que todo ese sufrimiento te ha consumido por dentro durante todos estos años, para luego darte cuenta de que no queda nada más en tu interior, te vas: te esfumas. ¿Y por qué te esfumas? Te esfumas porque sientes que no vales nada para nadie, ni para tu familia que no se ha enterado en todos estos años de lo que pasaba, sin importar que sea muy fácil notarlo con sólo echarte un vistazo. Como ves que a ti misma no puedes ayudarte, y, aunque busques ayuda, a nadie le importa en lo absoluto, tienes dos opciones: te vas silenciosamente sin que nada haya pasado o, al llegar a ese límite, te das cuenta de que tu vida vale más que el oro. Lo que pasará en los últimos momentos de tu destino será tu responsabilidad, tú decides esfumarte o darte cuenta que tu vida vale más que el oro. Así es como se siente una persona creada con dolor, y así es como tiene que darse cuenta si la paz se encuentra en el más allá o en su vida misma, sin importar que viva con el sufrimiento a su lado.

 

Nadie nos quiere ayudar, aunque se estén dando cuenta de lo que nos está pasando. Dejan que nos esfumemos, o nos hacen sufrir aún más para morir más rápido. Y tú, sabiendo que tienes autoestima demasiado baja y que no puedes auto-ayudarte por tu cuenta, no logras buscar ayuda ya que te han encerrado en un mar de sufrimiento y dolor en el cual nunca podrás salir o te es imposible salir. Pero sigues buscando ayuda, y sientes que no consigues. Así de dura es nuestra vida, nadie se da cuenta de ello. Nadie se da cuenta por dos razones: no quiere o nosotros ocultamos bien nuestro dolor y sufrimiento hasta cierto límite donde ya no aguantamos absolutamente nada más.




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