Las olas golpeaban con fuerza las paredes de aquel acantilado, el viento impactaba contra mi cara y hacía que mi larga cabellera volara junto con él, sostenía un pedazo de piedra alargado entre mis manos, lo había moldeado hacía algunos soles y lunas atrás, era mi única forma de defenderme, el frío que ocasionaba el viento de mi lugar favorito me llevó a colocarme piel de animal encima. La vista era hermosa y pasaba gran parte de mi tiempo allí. Muchas cosas recorrían mi mente, pero no tenía forma alguna de expresarlas, todo se quedaba en mi cabeza, creo que en aquel momento era el único animal de mi especie, o al menos eso pensaba. Vivía feliz pero necesitaba expresarme, sólo rugía, pero aquello no era algo agradable para mí, así que comencé a formar figuras con las rocas...era triste todo lo que pasaba en mi vida, una desventaja total pensar tantas cosas pero vivir en… un mundo de piedra.