Nuestro último adiós fue el más crudo y amargo, más frío que mis peores noches de invierno, porque aquella sensación helada provenía de mi interior, helando aún más que el corazón; aquello volvía gélido el vacío que se extendía en mi alma. Lo peor de ello fue que era un adiós del cual no habría vuelta atrás, uno de esos que bien podrían utilizarse en un funeral, dirigido hacia aquella persona que pronto se encontraría un par de metros debajo de todos. Esa clase de adiós que sería la última frase de un soldado dicha a su hijo pequeño, antes de irse a la guerra, es una sensación horrible la cuál hace que todo el amor que tienes te abandone abruptamente, lo peor de todo es que escapa de ti de la forma más horripilante posible, desgarrando tu interior para escapar de aquella persona que ya no lo necesita más, buscando a un nuevo huésped el cuál habitar. Hay personas que prefieres ser torturadas de la peor forma física posible, antes de que les destrocen el corazón, y bien podría ser jurado el hecho de que, la forma literal duele menos que la metafórica.
Nuestro último adiós fue todo lo anterior y más que eso. Uno definitivo después de haber cerrado un ciclo que había permanecido abierto durante años, con un amor unilateral el cuál no podía ser soportado ni siquiera por dos corazones, así de enorme era, pero… Esa no fue la razón por la cuál no podía ser aceptado, no es que no hubiese lugar para él, el punto de aquello era que no había sido invitado… Y jamás lo sería. Por más cruda que pudiese llegar a ser la verdad, era eso, la palabra de seis letras más querida y odiada en todo el mundo; esa que había ocasionado guerras y desastres, ahora era la encargada de destrozar el alma y el corazón de una persona enamorada.
Nuestro último adiós colocó una barrera que impedía nuevos «Hola.» y abrió una distancia abismal entre nuestros corazones, los cuales jamás volverían a latir en perfecta sincronía como lo hacían en ocasiones anteriores, puede que llegasen a coincidir en un par de latidos, cuando ambos pensáramos en el otro en una ocasión especial, cuando tú...al tomar café llegases a escuchar mi voz en tu cabeza, o yo...al tomar un libro, encontrase partes de ti en él. Jamás volveremos a estar juntos, pero me recordarás en ocasiones, y aunque no viva en tu corazón o forme parte de tu alma; permaneceré en tu cabeza como un precioso recuerdo… O al menos, eso espero, porque fue lo que pasó por mi mente en… Nuestro último adiós.