Escucha mi silencio

Capitulo 10

Mis emociones, desde el accidente, se han mantenido erráticas al punto de que puedo pasar por todos los estados de ánimo en el mismo día. Pero lo más común es que me voy a la cama con el mismo ánimo con el que me despierto y no necesito motivo alguno para mi estado de ánimo.

 

Por momentos siento que vuelvo al principio, a ese agujero negro que se mantenía en mi estómago tragando todas las emociones que intento retener. Es casi como si me permitiera alejarse lo suficiente como para tocar con la punta de mis dedos la salida de aquel oscuro lugar pero que cuando estaba lo suficientemente cerca para poder envolver en mis manos la soga que me daría la libertad el agujero volvía a llevarme para abajo, como si de gravedad se tratara.

 

Es frustrante.

 

Quisiera poder ponerle nombre y rostro a la persona causante de mi delirios depresivos, pero no hay otro culpable más que yo misma.

 

¨No es la culpa de nadie.¨ Es lo que todos dicen, pero ¿Que es lo primero que te enseñan en el curso de manejo? A ponerse el cinturón de seguridad. Algo que me hubiera tomado dos segundos, algo que constantemente ignoraba.

 

De haberme puesto el cinturón, todo sería diferente. No hubiera salido ilesa, pero mi cabeza no hubiera dado contra el vidrio durante la primera vuelta que dio el auto y quien sabe contra que más luego de haber perdido la conciencia.

 

Supongo que podría culpar al hombre que iba en el otro auto, pero ese pobre hombre había perdido más que yo. Su esposa había perdido al bebé que estaba por dar a luz y no puedo imaginar lo que se debe sentir perder a un hijo. Supongo que ese es el motivo por el que iba tan rápido.

 

Y culpar a la lluvia sería simplemente estúpido.

 

Siempre me pregunte que fue de esa familia que se rompió por mi culpa. ¿Seguirán juntos? ¿Planearán tener otro hijo? No lo sé y probablemente nunca lo vaya a averiguar. Apenas sé el nombre del señor; William Guestun. No creo que vuelva a verlo.

 

La vibración en mi pecho me despertó de golpe y apague la alarma que pongo en vibrador en medio de mi sostén deportivo para despertarme. Me costó algún tiempo encontrar una forma de despertar sin ayuda, pero cuando encontré ese truco en internet me hizo todo más fácil. Abrir la puerta cuando tocan sigue siendo un problema, pero no vivo sola así que no es algo de lo que deba preocuparme por el momento.

 

Saco el teléfono de su escondite y me siento en la cama, sintiendo de inmediato el dolor abdominal y el frío de la habitación. Llevo la mano a mi vientre bajo y tan solo mirar sé de que se trata. Maldigo para mis adentros al saber que mi periodo se adelanto y que, sin poder evitarlo, un poco de sangre manchó las sábanas celestes mientras dormía.

 

¿Podría ser este el motivo por el cual me sentía más decaída que de costumbre?

 

Un pequeño pánico se desata dentro de mi al recordar donde me encuentro. Esta es la casa de Adam, no puedo dejar que vea esto.

 

Tengo media hora antes de que él aparezca por aquí para asegurarse de que estoy despierta, así que saco una muda de ropa nueva y una toallita sanitaria y saco la cabeza para asegurarme de que no me vea antes de correr de puntillas al baño. Una vez dentro me aseo rápidamente y cambio mi ropa, más no sé que hacer con la manchada.

 

No me queda otra que ponerla en una bolsa hasta que pueda lavarla, es decir que debo esperar a que Adam me deje sola. Dios mío, ¿Que voy a hacer con las sábanas?

 

Al volver a la habitación el dolor pasa a segundo plano y el calor sube a mis mejillas hasta que siento todo mi rostro caliente, Adam esta sacando las sabanas manchadas del colchón. Tal parece haberme oído venir porque se da vuelta y me da una sonrisa de lado antes de decir buenos días.

 

La vergüenza y el pudor queman en mi rostro y estomago se me retuerce mientras me apresuro a correr hasta donde se encuentra para sacarle los cobertores de las manos lo más rápido que puedo. Comienzo a disculparme procurando no verlo a los ojos para que no se de cuenta de cuán bochornosa es toda la situación, sin embargo el pone su mano con delicadeza en mi hombro cuando comienzo a alejarme rumbo al lavadero.

 

Apenas me doy vuelta, me arrebata las suaves telas color cielo y sonríe con tranquilidad, como si todo esto fuera algo a lo que esta acostumbrado.

 

¨Ve a tomar una ducha caliente, yo las pongo en la lavadora.¨ Modula con simpleza, pues tiene las manos ocupadas. Niego con la cabeza frenéticamente e intento tomar otra vez las ropas de cama, pero el da un paso lejos de mi. ¨No olvides que me crié con cuatro mujeres¨ dice y lo veo sonreír. ¨Es algo completamente natural por lo que no deberías avergonzarte ¿Necesitas toallitas o tampones?¨

 

Puedo imaginar mi rostro poniéndose de mil colores ante la pregunta y, lejos de poder decir nada, me limito a negar. El nudo en mi garganta se aprieta cuando vuelve a hablar.

¨¿Y tu pijama? lo voy a poner a lavar también.¨ Mi vista va de forma involuntaria a la bola de ropa en mi mano izquierda y me la quita de un arrebato antes de desaparecer por el pasillo.



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En el texto hay: depresion, romance, drama

Editado: 19.02.2019

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