Anton y Boris eran hermanos, pero no precisamente de sangre, ambos fueron adoptados por una pareja de lo más linda, ellos solo tenían 8 años, fue muy raro para ellos haber sido adoptados, pues la mayoría de las parejas que iba al orfanato donde estaban preferían miles de veces a bebés o máximo, niños de 3 años.
Desde que estaban en el orfanato ellos tenían un estilo de conexión, parecía que sabían lo que el otro iba a decir antes de si quiera decir una palabra, ambos eran dos niños extrovertidos a pesar de lo que pasaban noche tras noche…
- Anton… Boris… -les hablaba una niña compañera de ellos -chicos, háganme caso, por favor
- Ahora no Annika, son las 2 de la mañana -le respondió Boris
Todos los niños dormían en una sola habitación, eso sí, no era para nada pequeña, sus camas eran literas, las niñas dormían de un lado de la habitación y los niños del otro lado, pero Annika era la excepción, ella dormía cerca de Boris y Anton, ella si era la hermana menor de Boris, por lo que los encargados del orfanato la pusieron en la cama de al lado.
- Anton, despierta por favor, tengo miedo
- Annika, ve a la cama, no hay nada
- Esta vez les estoy diciendo la verdad -Annika estaba temblando de miedo, se escuchaba el castañeo de sus dientes -Anton déjame dormir contigo por lo que resta de noche.
- No, vete a tu cama Annie
Pobre niña y niños tontos, a la mañana siguiente la encontraron en una esquina de la habitación, su rostro mostraba miedo, estaba en posición fetal y entre sus manos solo estaba su pequeño peluche, el único recuerdo que le quedaba de su madre. Nunca más volvió a hablar, por lo que los encargados del orfanato prefirieron mandarla a un psiquiátrico, donde luego de un año se suicidó.
Sus últimas palabras, antes de partir fueron.
>>tapen sus oídos, no lo escuchen ¡¡NO LO ESCUCHEN!!<<
En ese entonces ella tenía solo 6 años, Boris y Anton tenían 7, un año después, ellos fueron adoptados, pero nunca se olvidaron de su pequeña hermana, menos por lo que empezó a suceder en ese año.
Todos los niños del orfanato que eran adoptados, al tiempo se volvían locos, el pueblo de Languert tenía miedo de que luego le fuera a pasar a sus niños, por lo que solo los más valientes habitantes, eran los que se quedaban, lo peor era lo que sucedía en el orfanato.
Las paredes amanecían con palabras en latín, idioma que nadie entendía, algunos niños empezaron a tener alucinaciones, se tapaban los oídos, dejaban de comer y algunos o se volvían locos o preferían el camino más fácil, tirarse de la parte más alta del orfanato para terminar con su sufrimiento interno, mientras que los que parecían más cuerdos eran Anton, Boris y Cecilia, una niña más que se empezó a volver más cercana a los chicos. Entre los 3 trataron de resolver lo que sucedía en el orfanato, hasta que Cecilia, fue por el mismo camino, empezó a alucinar, gritaba incoherencias… termino con su vida luego de dos semanas, pero no sin antes haber escrito con sangre, en la pared que los niños tenían frente a ellos.
>>No importa cuán lejos vayan, iré tras de ustedes, si yo no fui feliz, nadie más lo será<<
>>Si non felix, nullus erit<< >>ਕਮੀਨੇ<<
La habitación poco a poco se fue vaciando, sin embargo, luego de la muerte de Cecilia, se acabó el sufrimiento del pueblo, ella había sido la última y a la que luego de todo el caos, el pueblo adoraba, los encargados del orfanato se dedicaron a cuidar a los niños que quedaban, ahora no había momento en que los niños estuvieran solos.
El pueblo puede que no fuese muy conocido, pero su número de habitantes era de 2000 antes de que las tragedias empezaran, después de que Cecilia murió, en el pueblo solo quedaron 700 personas, las cuales, por el abandono del pueblo, muchos quisieron salir del pueblo y buscar una mejor vida…
- Esto me está aburriendo Boris -hablo Anton, rompiendo el silencio que había entre los dos niños y sus “niñeros” personales.
- ¿Y eso a mí que Anton? -le respondió tajante, no despego la vista del libro que había entre sus manos
- No es para que respondas de esa manera -Anton cabreado por su actitud cerro su libro y Boris se levantó del césped
- ¿Y cómo quieres que te hable? perdí a mi hermana, a la única familia directa que tenía y ambos perdimos a Cecilia -las lágrimas querían salir, pero estaba cansado de llorar noche tras noche, de no poder dormir por la culpa que lo carcomía
- Aun nos tenemos el uno al otro ¿Eso no cuenta para ti? -se dio la vuelta, ignorando la mirada triste de su “hermano”
- Ya no me está importando nada Anton, iré a la cocina y luego a la habitación -su niñero que estaba a unos metros de él, lo acompaño sin decir palabra alguna.
A dos semanas del aniversario del fallecimiento de su hermana, los amigos/hermanos fueron adoptados por una pareja de empresarios, a los cuales habían visto en una entrevista un mes antes de su adopción oficial.
- Entonces señora Ketzaly… -empezó a hablar Anton desde que subieron al auto - ¿Ya puedo decirle mamá o madre?