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Camina por el aeropuerto con maleta en mano, frente en alto y espalda derecha.
A simple vista, una chica bella, confiada y segura de sí misma. Pero si miras con más atención, podrás descubrir que solo es una máscara, que los nervios la carcomen de pies a cabeza y que sostiene el equipaje con más fuerza de lo debido.
Desgraciadamente esa chica soy yo. Melody Raines, quien se dirige a tomar un vuelo con destino a Nueva York.
Han pasado tantas cosas durante estos años que cuando miro hacia atrás, me cuestiono si realmente es real o un sueño.
Me gradué de la universidad con honoríficos como Diseñadora Gráfica, pero también desarrollé mi propio negocio y trabajé arduamente para convertirlo en un éxito.
Mi agradecimiento es infinitamente para Alex, quien me impulsó a desarrollar mi idea que creía casi imposible y luego darle vida.
Ha sido un socio excepcional, y aunque cuando lo conocí era más joven e ingenuamente pensé que estaba hablando solo con un profesor; nunca imaginé que se convertiría en mi amigo y mucho menos que era un capitalista de primera mano.
Así es, volviendo a hace más de cuatro años atrás, cuando volví a casa. Alex me explicó que él no era exactamente un profesor. Él solo había ido a Inglaterra de paseo y visitaría a algunos amigos, entre ellos al profesor Wilson. Pero lamentablemente el profesor Wilson tuvo un accidente ese invierno. Cuando Alex lo visitó en el hospital, se dio cuenta de que Wilson cancelaría las clases, ya que a esas alturas del año sería difícil encontrar un reemplazo. Eran vísperas de Navidad y Año Nuevo.
Fue entonces que Alex se ofreció como voluntario. Desde luego Wilson se negó, ya que él había dejado su trabajo en Nueva York para pasar unas lindas y relajantes vacaciones en Inglaterra. Por no decir que se sentía mal de verlo tomar responsabilidad de algo que no debía. Sin embargo, observando que su trabajo estaba un poco relacionado con la clase, le aseguró al profesor Wilson que no sería ningún problema para él impartir las lecciones.
Así fue como más tarde Alex se presentó como el nuevo reemplazo del profesor Wilson.
Un inversionista disfrazado de profesor. Irónico, ¿no?
Días después, cuando le expuse mi idea, se entusiasmó y dijo que me ayudaría. Así fue como desarrollamos paso a paso la aplicación Heart Shield, que básicamente en español se traduciría a Corazón Blindado, y meses después me dijo que su socio también la financiaría.
Esa fue mi sorpresa, pues no sabía si hablaba en serio o simplemente estaba bromeando.
Pero cuando me lo explicó todo, algunas cosas empezaban a tener sentido.
Alex trabajaba para una compañía llamada Stingray Corporations. Básicamente era una capital de riesgo que les aseguraba a las Start-up financiar su proyecto si les parecía que sería exitoso. Y si lo lograba, podría independizarse una vez que el contrato con la corporación terminara. No obstante, Stingray Corporations se beneficiaba con algunas acciones obtenidas de estas pequeñas empresas independientes.
Pero un inconveniente para estas Start-up, era que si no lograban alcanzar los números o metas propuestas, la corporación resindiría el contrato automáticamente, ya que sería un proyecto fallido. Y nadie quería invertir en un negocio que conduciría al fracaso.
Creo que todas las Start-up estaban conscientes de ese término, y era al que más le temían.
Alex era uno de sus inversionistas. Por eso sabía también tanto de aplicaciones web, ya que su trabajo está muy relacionado con la tecnología, especialmente con IA (Inteligencia artificial), y otras áreas.
Vaya suerte había tenido.
Cuando volví a casa, nuestros planes habían cambiado, y aunque Alex me dijo que viajara con él a Manhattan, me negué. Quería terminar la universidad lo más pronto posible, y fue cuando a Alex se le ocurrió la idea de seguir avanzando con el proyecto mediante plataformas virtuales. Lo cual no fue nada fácil.
Como no había aplicado en la corporación como las demás Start-up, ni pasé por algún tipo de proceso, no tenía equipo con el cual trabajar. Además, estaba un poco confundida con el proceso que se llevaba a cabo con las pequeñas empresas hasta que Alex me lo explicó detalladamente.
Cada año la corporación realizaba un certamen, así que las empresas pequeñas aplicaban a Stingray Corporations con una propuesta de negocio que enviaban tanto por correo electrónico como en papel.
Si la propuesta les convencía a los ejecutivos, eran invitados a participar en el certamen.
Y básicamente consistía de tres etapas. La primera se llamaba Formación. Ese proceso consistía en formar equipos, ya que no todas las Start-up estaban compuestas por todos los integrantes necesarios. Cada una de ellas necesitaba un líder, así como desarrolladores o ingenieros en Software, diseñadores gráficos, etcétera.
En la segunda etapa, las empresas tenían que desarrollar el prototipo de su proyecto, así como hacer una presentación del mismo. Después de la demostración, se debía responder a todas las dudas de los ejecutivos cuidadosamente.
Y como etapa final, se desarrollaba el proyecto de forma definitiva. No obstante, en esta etapa no muchos lograban el éxito, pues algunos terminaban de darse por vencidos, ya que no podían con la presión o simplemente se daban cuenta que no podían crear ingresos. Y sin esos ingresos, no podían cumplir con las métricas. Debido a esto y por muchas otras razones, se daba por terminado el contrato con la corporación, lo que resultaba en un retiro permanente de la inversión.
Sin embargo, es muy raro y poco común que un inversionista o ejecutivo decida aceptar un proyecto directamente, como fue mi caso. Pero no soy la primera persona a la que le sucede esto.
Alex me formó con un equipo interino que pensaba como yo, así que no fue difícil ponerse de acuerdo y nos ayudamos mutuamente también.