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El ambiente en la oficina tardó más de lo que hubiera deseado en calmarse, y fue difícil concentrarse con tanto alboroto.
Todos parecían hablar de la misma persona, pero como no sabía quién era, no me interesaba realmente el tema.
Después de una hora, al fin se había calmado el entorno, y todo volvió a estar como antes.
Ahora con Noah y los demás más relajados, puedo concentrarme en el boceto que había estado intentando hacer desde que llegué a la oficina.
―Melody. ―escucho susurrar a Noah de repente.
Dejo de teclear y lo miro. Él sostiene una mirada un poco apenada.
―¿Qué sucede? ―susurro de vuelta.
―Había olvidado mencionarte que hay una reunión de emergencia. Parece ser que nuestro nuevo cliente quiere algunos cambios en su proyecto ―me avisa. Ahora recuerdo lo que había dicho Alex, con tanta trifulca casi lo olvido y aparentemente no fui la única―. Lamento no haberte avisado con antelación.
―No te preocupes, Noah. ¿A qué hora es la reunión? ―inquiero.
―A las cuatro. Recuerda llevar tu libreta.
―De acuerdo.
El resto de la mañana transcurre tranquila, incluso el almuerzo, hasta que llega la hora de la reunión.
Es entonces que todos parecen comenzar a sentirse ansiosos, nerviosos e intranquilos.
Miro el reloj de pared. Faltan veinte minutos para las cuatro cuando todos salimos del departamento para dirigirnos a la sala de reuniones.
Entre pasillos y ascensores, no tardamos mucho en llegar.
El lugar es bastante amplio, el aire es limpio, y una gran ventana que da al exterior se extiende por toda la pared.
En medio de la sala hay una mesa hecha en madera de caoba, con sillas de cuero negro que lucen muy cómodas y brillantes. Finalmente, una gran pantalla empotrada en otra de las paredes, refleja el logo y el nombre de la corporación.
Asumo que allí llevarán a cabo la presentación.
Tan pronto como llegamos, la sala comienza a llenarse y se da inicio a la reunión una vez que el cliente llega al sitio.
El sujeto empieza a enumerar los cambios que quiere, pero algunos de ellos me parecen absurdos y excesivos.
Mientras tomo notas en mi libreta, noto que mis compañeros parecen opinar lo mismo, debido a que muchos mantienen la misma expresión facial de desatino en sus rostros.
Sin embargo, mientras los observo con gran atención, me doy cuenta de que una de las chicas del departamento luce como si algo se le hubiera perdido.
La miro buscar por las carpetas que tiene sobre la mesa, e incluso le pregunta a la chica de alado si ha visto algo, cuando la otra chica niega con la cabeza, su rostro empieza a ponerse pálido.
―¿Qué ocurre? ―le murmuro, y mis ojos se desvían repentinamente a algo brillante y blanco debajo de la mesa.
Tiene una pierna enyesada, y las muletas están colocadas al borde de la silla.
―Creo que dejé la carpeta que necesitaba en la oficina ―me responde angustiada―. Es muy importante porque son todas las estadísticas de publicidad del año pasado y las de este.
Esto es malo. Muy malo.
Miro a mi alrededor, parece que nadie está notando nuestra pequeña y confidencial conversación, y aunque no estoy muy segura de lo que hago, me armo de valor.
―Si quieres puedo ir a la oficina y traerla de vuelta. No tardaré demasiado. ―sugiero girándome hacia ella.
Si estuviera en su lugar, me gustaría que alguien me ayudara.
La chica me mira dudosa, pero al final termina asintiendo.
―La carpeta es roja. Ten cuidado.
Asiento como respuesta y le echo un último vistazo a los demás.
Nadie presta atención, así que me levanto sigilosamente de la silla y salgo de la sala de reuniones cerrando la puerta de vidrio detrás de mí y con mucho cuidado.
Camino lo más rápido posible de vuelta al departamento de Marketing.
Una vez que llego, con la mirada busco el cubículo de mi compañera y cuando lo ubico, comienzo a buscar la carpeta que dejó.
No me toma mucho tiempo encontrar la carpeta, ya que es la única de color rojo en su escritorio.
Con ella en manos, salgo corriendo de la oficina y por los pasillos, tratando de evitar chocar con la gente.
Pronto llego a la sala de reuniones, y lo primero que noto es a las empleadas del departamento de finanzas hablar y reír entre sí.
Entro a la sala sin darle importancia, y justo cuando mi compañero ha terminado su presentación, la chica que tiene la pierna enyesada me mira con ojos aliviados y agradecidos.
Tomo asiento y le paso con discreción la carpeta. Ella se pone en pie como puede y continúa con lo que resta de la presentación.
Cuando finaliza la reunión, hemos podido ajustar los cambios que el cliente quería, sin eliminar la esencia prevista del proyecto. Así como amoldar algunos detalles que estaban sin terminar.
Suspirando, salgo de la sala de reuniones detrás de Noah y Jayden.
Noah no deja de hablar sobre su dolor de espalda y que debería de ir a algún spa o quiropráctico, mientras que Jayden solo se limita a asentir en todo lo que el pelinegro le habla.
―Por cierto, me alegro de que él volviera. Las cosas aquí no son tan divertidas sin él.
Mis oídos captan claramente lo que Noah habla y le presto más atención, curiosa de lo que dirá, ya que estoy casi un cien por ciento segura de que hablan sobre ese sujeto.
―No es que él sea divertido exactamente. Es que es extraño no tener su presencia. ―le responde Jayden de manera obvia.
Noah asiente, y me carcome más la intriga.
Por unos instantes dudo en si debería preguntar o no al respecto, ya que no estoy incluida en la conversación, pero en algún punto mi intriga es mayor que mi silencio y no me contengo.
―¿Hablan de la misma persona de la que Blake se queja? ―indago sin discreción.
Ambos se giran hacia mí, y Jayden arquea una ceja.
―¿Se queja? ―cuestiona confundido.