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―Si el destino nos vuelve a reunir, me invitará a un café, y yo le devolveré su pañuelo.
Esas habían sido las palabras de aquel hombre.
¿Hasta que el destino nos vuelva a reunir?
Pienso que es una completa tontería, después de todo lo que ha pasado y tantas decepciones, no sé si merezco realmente pensar en que el destino tiene algo extraordinario preparado para mí. De hecho, es algo que ya he desechado casi por completo de mi vida y de mis pensamientos.
Entonces... ¿por qué aquellas palabras hicieron temblar mi corazón?
Ni siquiera sé qué estaba pensando cuando acepté.
Observo el auto con el parachoques dañado alejarse.
Como aquel hombre me dijo, llamo a la grúa para que se lleve el auto. También contacto a la agencia para quejarme del desperfecto que tenía el vehículo.
Al menos aceptan la culpa y en compensación me ofrecen otro auto más moderno.
Hasta este punto no sé si aceptarlo o no, pero como respuesta les digo que lo pensaré.
En cuanto a los daños, me rehuso a pensar que el hombre pague por el incidente cuando no era su culpa. Desafortunadamente, la agencia no se hará responsable de su auto, lo cual no tiene ningún sentido porque el auto tiene un desperfecto.
Él no se molestó en protestar y dijo que él mismo enviaría su auto a arreglar, y sin embargo eso no lo detuvo para devolverme el pañuelo.
Después de eso no logro evitar preguntarme si algún día realmente nos volveremos a ver.
‹‹¡No! El destino es solo un método de ilusión para las personas››, pienso, alejando ese pequeño fragmento de duda.
Después de esperar dentro del auto a la grúa por varios minutos, de escuchar muchas vocinas y personas molestas gritar, por fin llega.
Salgo del auto y saludo al conductor que no tarda mucho tiempo en remolcar el auto y llevárselo.
Camino por la acera sin ninguna prisa hacia mi trabajo, ya que un minuto más no hace ninguna diferencia porque ya llegué tarde.
Saludo a los guardias de seguridad y me dirijo a la oficina.
Justo cuando entro, Noah me mira con una gran interrogante en su rostro: ¿Qué me sucedió?
Dejo caer el bolso en el respaldar de la silla y tomo asiento.
―Tuve un accidente ―le susurro, y Noah abre sus ojos de par en par―, así que tuve que llamar a una grúa y esperar para que remolcara el auto.
―¿Entonces fue grave? ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes? ―pregunta atropelladamente, a lo que sonrío.
―Estoy bien, y no fue tan grave.
Lo único grave aquí es el deportivo caro con el parachoques destrozado, y aunque la agencia no se haya hecho responsable, yo lo haré. Me siento mal solo de pensar que el sujeto no tuvo nada qué ver en este asunto y solo es una víctima.
―¿Entonces por qué remolcaron el auto?
―Se quedó sin frenos ―respondo como si nada. Noah me mira entre asustado y confuso―. No te preocupes, estaba en el tráfico, así que no conducía a gran velocidad, pero sí que choqué con un auto. ―murmuro lo último.
―¿Tan mal quedó? ―inquiere Noah apoyando su espalda en la silla y estirando el cuello hacia atrás para verme mejor.
―No, pero el auto con el que colisioné parecía bastante caro.
Noah chasquea la lengua y cruza los dedos por encima de su abdomen.
―Lo importante es que te encuentras bien ―me dice el pelinegro ahora más relajado―. Veré qué puedo hacer para justificarte. ―me guiña un ojo y me rio.
Enciendo la computadora y le hecho un vistazo a la oficina.
―Por cierto, ¿has visto a Alex? ―le susurro a Noah.
―Nop. De hecho, está en un viaje de negocios.
―Ah, ya veo.
Pensaba devolverle su saco, pero estos días han sido una locura, así que lo he olvidado. Sin embargo, será mejor que se lo devuelva una vez que regrese.
La computadora enciende y soy capaz de introducir mi usuario y contraseña.
Pero hay algo que me preocupa.
Rick va a notar que no llevo el pañuelo puesto, y no es porque me haya visto usándolo, si no porque dejé el empaque abierto en la sala.
Tal vez pueda decirle que lo dejé en la secadora, o que lo guardé, pero con el paso de los días eventualmente preguntará porqué no me lo he puesto ni una vez. Probablemente se resienta, independientemente de la situación, ya sea porque le diga que lo perdí en el trabajo, o porque un hombre lo tomó.
Lo cierto es que no me gusta mentirle, así que una vez que llegue al departamento le explicaré lo que sucedió. Tampoco es que me pueda deshacer del hecho de que también llegaré sin el auto.
Suspiro con pesadez.
Solo espero que su reacción no sea negativa.
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―Entonces, ¿quieres decir que un tipo "guapo" ―dice de mal humor haciendo comillas con los dedos de ambas manos― te robó el pañuelo que te obsequié? ―inquiere de manera sarcástica.
Ambos estamos conversando en la sala, pero su reacción ante lo que le he contado, no ha sido la mejor.
Ayer pasé todo el día pensando en cómo escoger las palabras correctas para contarle lo sucedido con el auto, pero no pude decírselo cuando llegué a casa, ya que lo encontré dormido en el sofá y me pareció un poco grosero despertarlo, por eso decidí decírselo hoy después del trabajo.
―Rick. ―lo reprendo.
―Ya sé, ya sé ―dice levantando ambas manos en forma de rendición―. Lo tomó "prestado".
Por Dios, si antes había dicho que Rick había madurado, ahora me retracto.
―Trata de entenderlo. Es algo que estuvo fuera de mis manos.
―No quiero entenderlo. ¿No pudiste decirle que no? ―dice enfadado, cruzándose de brazos.
―Me sentí abrumada, ¿okay? ―le confieso repentinamente, y para ser honesta, desde el primer momento en que lo miré, mi mundo se desorbitó―. Tampoco es como si tuviera opción. Debiste ver su auto, realmente parecía caro.
―Ajá ―replica indiferente, y apoyando su espalda en el respaldar del sofá―. ¿Al menos recuerdas la marca? ―pregunta aún molesto pero curioso.
―Era un Bugatti.
―¿Un Bugatti? ―inquiere alzando una ceja e inclinándose casi de inmediato hacia adelante.
―Sí. ―respondo aún pensando en los ojos verdosos de aquel hombre.
―¿Y el modelo?
―Rick, ¿crees que tuve tiempo de buscar el modelo? ―inquiero agobiada por sus múltiples preguntas―. Estaba tan asustada de haberle dado a un auto que se veía ciertamente caro que ni siquiera me preocupé por lo demás.
―Dame tu laptop. ―demanda extendiendo su mano.
Se la paso con cuidado, ya que la tenía en el regazo mientras editaba un documento del trabajo.
Rick comienza a teclear y luego pone la laptop sobre la mesa que se encuentra en medio de la sala y la gira hacia mí.
―Dime a cuál de estos se parecía.
Observo varios autos de la misma marca, pero no lo encuentro, así que uso el mouse para bajar y seguir buscando, hasta que lo encuentro.
―Es este. ―señalo la pantalla con el dedo.
Rick toma nuevamente la laptop y de repente, lo escucho ahogar un gemido de terror.
Lo observo inquisitiva, mientras Rick lleva su mano a la boca, cubriéndola.
―¿Qué pasa? ―cuestiono ante su exagerada reacción, y por un momento empiezo a preocuparme.
―No parecía un auto caro. Es caro, Melody.
O tal vez sí debería preocuparme.
―¿Cuánto cuesta?
Me preparo mentalmente para lo peor.
―Once millones de Euros.
Mi mandíbula casi cae al piso.
¿Qué es peor, que lo peor?
―¿Qué?
―Es un Bugatti Voiture Noire, y eso no es nada, está en la lista de los autos más caros y lujosos del mundo.
Lo observo angustiada, y deseosa de que deje de hablar, ya que por alguna razón, siento que lo que va a decir no es nada bueno.
―¿En qué puesto?
Rick me observa con detenimiento.
―El número cuatro.
Me lleva.
―Por Dios, es el más caro de la marca, y es único en el mundo. ―vuelve hablar, y su voz se vuelve casi un hilo, y no sé si de preocupación por lo que debo pagar, o por la emoción que lo consume, ya que lo observo muy concentrado viendo la pantalla de la laptop mientras sigue moviendo el mouse.
―Espera, si es único en el mundo, ¿por qué dijo que lo iba a llevar el mismo al taller?
―¿Porque es el único que puede pagarlo? ―dice Rick con tono obvio.
Ah, tiene razón.
Asiento con la cabeza, aún pensativa.
Asumo que no cualquiera puede arreglar los daños, y solo la agencia de la marca puede hacerlo porque debe de tener las piezas originales, especialmente por ser un auto con un único diseño.
Me muerdo una uña recordando el valor del vehículo.
Ni siquiera con todos mis ahorros podría pagar un cuarto de ello.
De hecho, si saco cuentas de mi salario con un aproximado de cierta cantidad de años, lo pagaría hasta que tuviera como ochocientos años.
‹‹Realmente quiero llorar››, pienso.
―Al menos no tienes que pagarlo.
Lo escucho decir y lo miro mal.
―¿Qué? Él decidió arreglarlo por su propia cuenta. Además, aunque quisieras pagarlo, jamás podrías. Ni siquiera vendiendo todas las acciones de Heart Shield.
Agh, el castaño siempre mantiene mis pies sobre la tierra, y aunque odio admitirlo, Rick tiene razón. No puedo pagarlo.
Entonces, recuerdo cuando el hombre dijo que si el destino nos volvía a unir, él devolvería mi pañuelo y yo lo invitaría a un café.
Aquello sonaba rotundamente ridículo. Es decir, que las probabilidades de que nos encontremos son del menos cero, cero, cero, uno por ciento.
De hecho, ciertamente me alegraría no encontrármelo, por el simple hecho de que arruiné algo que no puedo pagar, y me daría vergüenza tener que verlo a la cara sabiendo eso. Pero por otro lado, ansío recuperar mi pañuelo, y, muy en el fondo de mi corazón, sé que aquellas palabras habían causado algo en mí.
―Por cierto, tu celular estuvo timbrando más temprano, y como estabas en el baño tuve que atender. ―dice Rick de repente.
Seguramente fue en la mañana antes de ir al trabajo.
―¿Quién era?
―Los de la agencia, querían ofrecerte otro auto de alquiler.
Suspiro desganada.
La idea de alquilar otro auto ya no parece tan divertida, además, si vuelvo a tener otro accidente, la agencia no se hará cargo.
―Llamaré mañana para decirles que ya no estoy interesada.
Rick asiente y adopta una postura bastante divertida en el sofá.
De pronto, un extraño olor inunda mis fosas nasales.
―Rick, ¿hueles eso?
―¿El qué? ―pregunta desinteresado mientras juega con el borde de su camiseta.
―Huele como si algo se estuviera quemando.
―Ah.
El castaño sigue jugando como un niño con la tela hasta que un par de segundos después parece procesar lo que dije y corre hacia la cocina.
Lo observo destapar la olla en la que cocinaba un delicioso tofu con salsa picante.
―Rayos, casi se arruina. ―dice agitando la tapa de vidrio para dispersar el olor.
No puedo evitar sonreír. Se había enfocado tanto con el asunto del auto, que solo recordarlo me hace sentir ansiedad y náuseas, que se le olvidó que estaba cocinando.
Luego de unos minutos, Rick empieza a preparar la mesa y me levanto del sofá para ayudarle.
―Melody, ¿has pensado alguna vez en mí de una manera diferente? ―pregunta de repente.
Confundida, levanto la vista del plato que acabo de poner sobre la mesa y lo observo.
―¿A qué te refieres?
―Me refiero a... olvídalo.
―Rick.
Odio cuando hace eso, cuando quiere decir algo pero se detiene.
Él camina hacia la cocina a traer la olla con el tofu en salsa picante y yo lo sigo detrás.
―¿Alguna vez te he gustado?
No me mira directamente a los ojos, pero tampoco siento curiosidad en su voz.
―Me gustas. ―respondo de manera casi automática.
Rick me observa pensativo por un par de segundos.
―Me refiero a de manera romántica, Melody.
―Ah ―es cierto, casi lo había olvidado―. Sí, pero fue hace mucho tiempo.
―¿Hace cuánto? ―se atreve a preguntar, dejando la olla sobre la mesa.
―Más de cuatro años, creo.
―¿Cuando estábamos en primer año de universidad?
Asiento mientras me llevo a la boca una de las papas fritas que Rick había sacado del congelador y había puesto a freír.
―Tienes razón, eso fue hace mucho tiempo ―su mirada se pierde en algún lugar más allá de la ventana―. ¿Y ahora qué piensas de mí?
Sus ojos se desvían del cristal hacia mi persona.
¿Qué se supone que pienso de él?
Es un buen amigo, mi mejor amigo, lo aprecio mucho y lo quiero como si fuera mi hermano de sangre, pero más allá de eso, tengo cero sentimientos románticos sobre él.
―¿Qué tal si lo intentamos? ―inquiere al ver que me tardo en responder, y su pregunta me deja desconcertada.
¿Intentarlo?
―Rick...
―Piénsalo, Melody. ¿Quién nos conoce mejor? Hemos sido amigos por mucho tiempo, y me considero un buen partido para ti.
No logro evitar reír y Rick me mira con una gran interrogante en su rostro.
Sé que la situación sobre la que empezamos hablar es seria, pero su último comentario me había causado demasiada gracia.
Quiero decir, él realmente está haciendo su mejor esfuerzo. ¿Pero qué puedo hacer yo? ¿Y él?
Es claro que sus ojos gritan todo lo contrario.
―Rick, sé que tus intenciones son buenas pero... esto no es lo que quieres.
Rick se mantiene en silencio, así que prosigo.
―Realmente no quieres salir conmigo...
―Pero... ―lo interrumpo.
―Ya tienes a alguien más en tu corazón. Lo que estás tratando de hacer es rellenar el vacío que dejó ―me acerco―. No trates de engañarte. Y yo poco puedo hacer para ayudarte, pero sabes que siempre estaré a tu lado cuando me necesites. ―lo abrazo con mucha fuerza, haciéndole saber, que no está solo.