Herley y Esteban se quedaron de pie frente a las ruinas de la Escuela San Ángel, observando cómo el polvo se asentaba lentamente. El alivio de haber destruido el mal que habitaba la escuela se mezclaba con una sensación de incertidumbre sobre lo que vendría después. Herley, aún con el diario y el mapa en mano, sabía que la investigación estaba lejos de terminar.
Decidieron regresar al pueblo para informar a las autoridades sobre lo que habían descubierto. Pero al llegar, encontraron a los habitantes en un estado de conmoción. Varias personas más habían desaparecido durante la noche, y el pánico se había apoderado de Kennedy.
"¿Cómo es posible?" preguntó Esteban, perplejo. "Destruimos la escuela y el libro. Pensé que eso pondría fin a todo esto."
Herley frunció el ceño, revisando el diario una vez más. "Debe haber algo más. Algo que no hemos descubierto todavía."
Con renovada determinación, decidieron visitar a la única persona en el pueblo que podría tener más información: Doña Ucari, una anciana que había vivido en Kennedy toda su vida y que se rumoreaba sabía más de lo que estaba dispuesta a compartir. La encontraron en su modesta casa, rodeada de velas encendidas y amuletos de protección.
"Sabía que vendrían," dijo Doña Ucari, sin levantar la vista de sus costuras. "El mal de la escuela no es fácil de erradicar."
Herley y Esteban se sentaron frente a ella, ansiosos por escuchar lo que tenía que decir. "Doña Ucari, necesitamos su ayuda. Destruimos el libro y la escuela, pero las desapariciones continúan. ¿Qué más podemos hacer?"
La anciana suspiró y dejó sus costuras a un lado. "El mal que habita en la escuela tiene raíces profundas. No es solo un espíritu vengativo; es una maldición antigua que se alimenta del dolor y el sufrimiento. Para romperla, deben encontrar el origen de la maldición y enfrentarse a la entidad en su forma verdadera."
"¿Dónde encontramos ese origen?" preguntó Esteban, desesperado.
Doña Ucari les entregó un antiguo medallón de plata. "Este medallón pertenecía a uno de los primeros habitantes del pueblo, un chamán que luchó contra la maldición hace siglos. Deben llevarlo al lugar donde todo comenzó: la caverna oculta en las colinas al norte del pueblo. Allí encontrarán las respuestas que buscan."
Herley y Esteban se despidieron de Doña ucari y se dirigieron a las colinas, armados con el medallón y sus linternas. La caminata fue ardua, y la noche caía rápidamente, envolviéndolos en una oscuridad casi palpable. Finalmente, llegaron a la entrada de la caverna, una abertura estrecha en la roca que parecía devorar la luz de sus linternas.
Al entrar, sintieron una presencia inquietante que los observaba. Las paredes de la caverna estaban cubiertas de inscripciones antiguas que hablaban de sacrificios y rituales oscuros. A medida que avanzaban, los susurros se hicieron más fuertes, y Herley sintió que algo tiraba de su mente, intentando hacerlo caer en la desesperación.
Finalmente, llegaron a una cámara amplia en el corazón de la caverna. En el centro, había un altar de piedra rodeado de huesos y objetos rituales. Herley colocó el medallón en el altar, y una luz brillante llenó la cámara, revelando la figura espectral de un antiguo chamán.
"Bienvenidos," dijo la figura, su voz resonando en las paredes de la caverna. "Han llegado al lugar donde todo comenzó. La maldición que asola este pueblo fue lanzada por un traidor entre los míos. Solo enfrentando su espíritu y purificando este lugar podrán liberar al pueblo de su sufrimiento."
De repente, las sombras en la caverna cobraron vida, formando una figura imponente y grotesca. "No permitiré que destruyan mi legado," rugió la entidad, su voz resonando como un trueno.
El chamán extendió sus manos y una barrera de luz rodeó a Herley y Esteban. "Debemos unir nuestras fuerzas," dijo. "Solo juntos podremos derrotarlo."
El capítulo termina con Herley y Esteban preparándose para enfrentarse a la entidad en la caverna, con la ayuda del espíritu del chamán. ¿Podrán destruir el origen de la maldición y liberar al pueblo? ¿O sucumbirán al poder del espíritu.