Escuela De Ladronas

Capítulo 0: "Una conversación de chicas"

Tres jóvenes caminaban presurosas por uno de los pasillos de la universidad, esquivando a los demás estudiantes con la habilidad de quien ya domina el caos de los lunes por la mañana. Llevaban los bolsos colgados del hombro y el cabello algo despeinado, señal clara de que habían salido corriendo de casa.

Iban tan apuradas que, en una mala maniobra, casi se estrellan contra un chico que cargaba cinco vasos de café y, de paso, estuvieron a punto de arrollar a la señora de la limpieza que barría el piso con paciencia.

—No puedo creer que nos hayamos quedado dormidas —se lamentó una de ellas, apretando el paso.

—Y todo por culpa de los estúpidos —resopló la joven de cabello negro largo y ondeado, agitando la mano como si espantara moscas invisibles—. Esos, que al final ni siquiera querían nada serio.

—Ay, chicas, ¿cuándo van a dejar de buscar el amor en las personas equivocadas? —comentó una rubia con una sonrisa entre divertida y resignada.

Las otras dos la miraron ofendidas.

—Tú no nos entiendes porque siempre has tenido suerte en el amor —replicó la castaña de cabello en corte bob y ojos color miel.

—Y eso que ni siquiera lo andas buscando. Ellos solitos llegan a ti —añadió la de cabello negro, haciendo un puchero exagerado.

—Mejor entremos al cafetín. Yo invito —propuso la rubia, guiñándoles un ojo con picardía.

La castaña y la morena se miraron entre sí, encogiéndose de hombros, y luego asintieron.

Al llegar al umbral del cafetín, un cálido aroma a café recién molido y panecillos recién salidos del horno las envolvió. Buscaron una mesa vacía y se sentaron junto a la ventana. A los pocos segundos, una de las meseras se acercó a tomarles la orden.

—Lo de siempre para mí —pidió la rubia, Pamela, mientras acomodaba su cabello con los dedos.

—Igual para nosotras —respondieron sus amigas al unísono, ya acostumbradas a ese ritual.

Cuando la mesera se alejó, Pamela apoyó los codos sobre la mesa y las miró con seriedad.

—La verdad, no las entiendo —dijo con calma, captando la atención de ambas—. Ustedes podrían salir con el chico que deseen, pero siempre eligen al equivocado.

Olivia, la de cabello negro, soltó un bufido.

—Eso sí. Ayer el estúpido de Yair terminó conmigo porque, según él, somos “incompatibles”. ¡Por favor! Si hasta comíamos la misma pizza favorita. Pero siempre es lo mismo…

—Por lo menos tú has tenido novios y hasta tu primer beso. En cambio, yo… —suspiró la castaña, Clarisa—. Con veinte años y sigo intacta… ni un solo beso. Todos me cortan antes de que pase algo.

Pamela frunció el ceño, intrigada.

—A ver, sin que se ofendan: ¿Cómo llevan sus relaciones con los posibles candidatos? ¿Qué suelen hacer en las primeras citas?

Olivia se llevó una mano al mentón, pensativa. Clarisa elevó la mirada al techo como si buscara la respuesta entre las lámparas.

—¿Cómo llevamos nuestras relaciones? —repitió Olivia en voz baja.

—¿Qué hago en la primera cita? —murmuró Clarisa, intentando recordar.

—Sí —insistió Pamela—. Necesito saber eso para entender la situación.

Olivia se enderezó y habló con orgullo.

—Pues verás, Pamela. Yo hago lo típico. Cuando empiezo con algún prospecto, primero reviso sus redes. Ya sabes, para asegurarme de que realmente esté interesado en mí. Una vez que me cercioro, le pongo un apodo cariñoso y le dejo mensajes todos los días antes de dormir. Además, me tomo muchísimas fotos con él para postearlas en Instagram… claro, en lugares bonitos que combinen con mi estilo.

—¿Y tus primeras citas? —preguntó Pamela.

—¡Hermosas, por supuesto! Siempre las elijo yo. Ya saben, un buen paisaje hace milagros en una publicación… Ah, y una vez acepté ir al cine solo porque daban promoción de canchita ilimitada.

Las tres rieron justo cuando la mesera regresó con sus pedidos.

Olivia dio un sorbo a su café antes de continuar.

—Ah, y me encanta que me consientan. Siempre se los digo antes de salir, así ya van pensando en los regalitos o en las frases lindas que escribirán en mis redes.

Pamela soltó una leve risa.

—Ya entiendo —dijo con una sonrisa.

—¿Verdad? Sabía que me entenderías. Yo soy alguien que…

—Eres alguien muy linda físicamente, pero no tienes el tacto suficiente para sobrellevar una relación —la interrumpió Pamela.

—¿Qué?

—Eres demasiado egocéntrica, Olivia. Quieres que te consientan, pero no haces lo mismo. Siempre decides todo tú.

Olivia hizo una mueca.

—Es que prefiero eso a que elijan lugares feos y…

—Olivia, en una relación las cosas deben ser recíprocas. Pides apoyo en redes, pero nunca dejas ni un “me gusta” en las publicaciones del pobre chico. Así no dejas que te muestren quiénes son realmente.




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