Escuela De Ladronas

Capítulo 1: "La loca idea de Pamela"

El murmullo del cafetín se mezclaba con el sonido del molinillo de café y el tintinear de las cucharitas en las tazas. Afuera, la tarde parecía tan tranquila como engañosa; adentro, tres chicas debatían sobre su caótico historial amoroso.

En una de las mesas del fondo, Pamela, Olivia y Clarisa terminaban sus cafés cuando la rubia golpeó suavemente la mesa con una sonrisa traviesa. Tenía esa mirada de quien está a punto de decir una locura… pero de las que siempre terminaban arrastrando a las demás.

—Ya lo pensé —anunció con un brillo de satisfacción—. Y encontré la solución a todos sus problemas amorosos.

Olivia arqueó una ceja, apoyando la barbilla sobre una mano.

—Ajá… ¿y cuál es? ¿Adoptar un perrito para que al menos alguien nos reciba con amor en casa?

Clarisa no pudo evitar soltar una risita nerviosa.

—No suena tan mala idea, pero…

—No, no, no —interrumpió Pamela con dramatismo, alzando una mano como si presidiera una asamblea—. Lo que necesitamos es… ¡crear una escuela!

Las dos la miraron como si acabara de perder la razón.

—¿Una escuela? —repitió Olivia, incrédula.

Pamela asintió con solemnidad.

—Sí, pero no cualquier escuela. Crearemos una escuela… para ladronas.

Clarisa casi se atraganta con su café.

—¿¡Quéee!? —exclamó, llamando la atención de los presentes.

—Clari, baja la voz —susurró Olivia, disimulando la risa.

Pamela se inclinó hacia ellas, bajando el tono como si revelara un secreto de Estado.

—Una escuela donde ustedes aprendan a robar corazones.

Olivia rodó los ojos.

—¿Y también daremos clases de cómo asaltar billeteras? Porque en eso ya soy experta; siempre termino pagando la cuenta.

Pamela le dio un pequeño golpecito en el brazo.

—¡Estoy hablando en serio!

—Auch… —protestó Olivia, sobándose—. Pues sí que duele tu seriedad.

—Miren, piénsenlo bien —continuó Pamela, completamente metida en su papel—. Hay reglas básicas que ustedes ignoran: cómo hablar en una cita, qué evitar en redes, cómo interpretar las señales… Todo eso puede aprenderse.

Clarisa frunció el ceño.

—¿Y quién sería la maestra? ¿Tú?

—Obviamente. —Pamela cruzó los brazos, orgullosa—. Alguien con experiencia debe guiarlas.

Olivia levantó la mano, como si ya estuviera en clases.

—Perdón, profesora, pero… ¿esto incluye prácticas? Porque la última vez que intenté practicar con alguien, terminé bloqueada en WhatsApp.

Pamela se mordió el labio, conteniendo la risa.

—Precisamente por eso necesitan la escuela. Y claro que habrá prácticas.

Clarisa tragó saliva.

—¿Y con quién se supone que deberíamos practicar?

—Con alguien de confianza, obvio —se encogió de hombros Pamela, restándole importancia.

Fue entonces cuando Olivia notó que, desde una mesa cercana, dos chicos las observaban con evidente curiosidad. Uno de ellos, de sonrisa amable y hoyuelos marcados, no quitaba la vista de Clarisa. El otro, de mirada intensa, parecía fulminar con los ojos a cualquiera que se acercara demasiado a Olivia.

Olivia entrecerró los ojos.

—Pame… ¿no será muy riesgoso eso de practicar?

Pamela chasqueó la lengua.

—¡Riesgoso sería seguir solteras hasta los treinta! —proclamó con teatralidad, levantando su taza como si brindara por su nueva empresa.

Clarisa se cubrió el rostro con las manos, muerta de vergüenza.

—Ay, Dios… ya me vi reprobando el examen final.

—Pues yo lo único que espero —bufó Olivia— es que los “profesores suplentes” no sean tan idiotas como mis ex.

Pamela ignoró el comentario y, sacando una libreta de su bolso, comenzó a escribir con entusiasmo. Cada trazo parecía sellar su idea.

—Perfecto, entonces queda oficial: Escuela para Ladronas. Primera clase, este fin de semana, en mi departamento.

Las otras dos se miraron con resignación. Sabían que, una vez que Pamela se entusiasmaba con algo, no había marcha atrás.

Lo que ninguna sospechaba era que la primera “práctica” estaba mucho más cerca de lo que imaginaban…




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