El aire movía suavemente las cortinas de una habitación donde, sentada sobre la cama, una rubia realizaba su rutina diaria de monitoreo a las redes de sus pupilas, mientras bebía un refresco de limón.
—No lo han conseguido aún —expresó tras un suspiro—. Bueno, era de esperarse: no están poniendo en práctica mis enseñanzas. Una desborda coquetería y la otra parece que se le olvidó la palabra misma… —agregó Pamela, esbozando una sonrisa mientras salía de la página de Instagram—. ¿Qué haré con estas chicas? Ni modo… reunión de urgencia.
En tanto, Clarisa y Olivia recibían el mismo mensaje:
“Reunión de urgencia. Las espero en una hora en mi departamento.”
Como toda alumna responsable, ambas llegaron diez minutos antes de la hora indicada.
—Pasen, chicas —dijo Pamela al abrir la puerta.
—¡Gracias! —respondieron al unísono.
Las tres ingresaron al departamento.
—Pame, ¿qué es lo urgente que tienes que decirnos? —preguntó Olivia, echando su cabello hacia atrás con un movimiento de mano.
—Primero, tomemos asiento —respondió con seriedad.
—¿Es tan malo lo que vas a decirnos que no puede ser estando paradas? —cuestionó Clarisa, intrigada.
—Más que malo… es preocupante. Pero, vamos, tomen asiento.
Las dos se miraron entre sí, elevaron los hombros y luego se acomodaron en los sofás de la sala.
—Estuve revisando sus actividades en las redes —dijo Pamela, posando su mirada en ellas.
—¿De nuevo? —expresó Olivia, frunciendo el ceño.
—Ay, qué vergüenza… —susurró Clarisa, llevándose las manos al rostro—. De seguro ya viste que los únicos likes que tengo son los míos.
Olivia abrió los ojos, sorprendida.
—¿Ni siquiera Gustavito…?
—No, ni siquiera él. Bueno, lo bloqueé en las redes que creé —confesó en voz baja.
—¿¡Lo bloqueaste!? —casi gritó Olivia.
—Clari, ¿por qué hiciste eso? —preguntó Pamela, alzando una ceja, aunque ya intuía la respuesta.
—Porque no quiero su lástima —respondió con firmeza.
—¿Qué? —dijeron Pamela y Olivia a la vez.
—No me malinterpreten —balbuceó Clarisa, moviendo las manos con nerviosismo—. Lo que quiero decir es que, de seguro, él por pena hubiera dado like a mis publicaciones… aunque luego se estaría burlando de ellas.
—La verdad, no creo que Gustavito te dé un like por lástima ni que se burle de lo que subes —dijo Pamela.
—Concuerdo con Pame —añadió Olivia.
—Mejor continúa, Pame, pero no de Gustavo —pidió Clarisa con seriedad.
Pamela sonrió, y Olivia, mientras elevaba los hombros, apenas podía contener la risa.
—Bien, retomando el tema: estuve revisando sus actividades en las redes y, permítanme decirles, que no fueron nada satisfactorias.
—¡¿Tanto así?! Pero si yo me esforcé mucho. Mis publicaciones en Instagram y TikTok recibieron muchos me gusta, ¡y además llegué a los diez mil seguidores en solo tres días! —dijo Olivia, orgullosa.
—Eso está bien, pero… ¿qué me dices de la tarea que les dejé hace unas semanas?
—¿La tarea? ¿Qué tarea? —contestó Olivia, sonriendo nerviosa y mirando de reojo a Clarisa, que solo encogió los hombros.
—Se les olvidó —sentenció Pamela con resignación, mientras las dos la miraban con ojos suplicantes.
La rubia se puso de pie y caminó hacia la mesa para servirse un vaso de agua.
—¿A qué tarea se referirá? —murmuró Clarisa, observándola beber.
—No lo recuerdo… —admitió Olivia mientras Pamela regresaba.
—A ver, chicas: hace unas semanas, tras enseñarles el cortejo a través de redes, les dejé una tarea…
Ambas se miraron preocupadas.
—Ya recordé —dijo Clarisa, tragando saliva.
—Yo también. Es más, sí puse en práctica todos tus consejos, Pame, aunque ni así consigo la cita. Y mira que lleno de elogios a los chicos que elijo como objetivos, ¡como nunca antes lo había hecho! —se justificó Olivia.
—Me consta —susurró Pamela.
—Yo también los puse en práctica: entré a perfiles de chicos, di likes y mandé mensajes como nos enseñaste…
—¿Cómo les enseñé? —replicó Pamela, arqueando una ceja.
—Sí —respondió Clarisa, convencida.
—No recuerdo haberles dicho que parte del coqueteo era elogiar hasta la maceta que aparece en la foto de su objetivo…
—¿Ah, no era así? —preguntó Clarisa con sonrisa nerviosa.
Pamela se llevó una mano a la frente, respiró profundamente y Olivia soltó una risita.
—Pamela, calma… tú solita decidiste ayudarlas, pensó la rubia.
—¿Te alcanzo un vaso de agua? —preguntó Olivia, aguantando la risa.