Escuela De Ladronas

Capítulo 13: "Confusiones y latidos"

El lunes llegó con una calma engañosa. El pequeño espacio del departamento de Pamela, convertido ya en aula improvisada para sus lecciones de conquista, lucía como siempre: los mismos rostros, las mismas bromas… y sin embargo, todo parecía distinto.

Clarisa fingía estar concentrada en sus apuntes, pero su mente seguía en aquel mensaje de anoche:

“Tal vez lo conoces más de lo que imaginas.”

Esa frase no dejaba de repetirse en su cabeza. ¿A qué se refería? ¿Acaso Hoyuelos95 estaba insinuando algo?

Sacudió la cabeza, intentando concentrarse, pero su corazón no colaboraba.

En la otra esquina del salón, Gustavo hacía el mismo esfuerzo. Apenas oía lo que Pamela explicaba al frente. Cada gesto de Clarisa, cada palabra sin elocuencia, cada sonrisa fugaz, le recordaba lo que había sentido al escribirle la noche anterior.

Era extraño. Por primera vez se sentía dividido entre dos mundos: el de la realidad, donde debía mantener distancia… y el de la pantalla, donde podía ser sincero sin miedo.

—Estás ausente hoy, Gustavo —comentó Alejandro, dándole un leve codazo.

—Solo pienso —respondió él.

—¿En Clarisa? —preguntó con una sonrisa burlona.

Gustavo lo miró, sin negarlo ni confirmarlo.

Alejandro soltó una carcajada baja.

—Tranquilo, amigo, no eres el único confundido.

Mientras tanto…

Olivia observaba a Alejandro desde su lugar. No podía quitarse de la cabeza lo bien que la había hecho reír durante la actividad. Era una sensación incómoda… sobre todo porque cada vez que Ojazos52 le hablaba por chat, el corazón le latía con la misma intensidad.

—¿Podía ser él?

“No, imposible”, se decía, aunque la duda comenzaba a colarse entre sus pensamientos.

Pamela, desde su escritorio, los observaba con una sonrisa apenas visible, mientras realizaba unas anotaciones en su libreta.

—Bien, queridos alumnos —dijo al cerrar su libro con un suave golpe que hizo callar a todos—. Hoy no habrá teoría.

—¿Otra práctica? —preguntó Olivia, medio divertida, medio temerosa.

—No exactamente —respondió Pamela con una sonrisa misteriosa—. Hoy quiero que escriban algo… pero no para mí.

Los estudiantes se miraron entre sí, confundidos.

Pamela sacó una caja pequeña del escritorio y la colocó frente al grupo.

—Cada uno escribirá una carta anónima para la persona que más les haya hecho sentir algo en las últimas semanas. Puede ser enojo, alegría, ternura… lo que quieran. No importa si no saben por qué lo sienten, solo escríbanlo.

Los murmullos no se hicieron esperar.

—¿Y para qué servirá eso? —preguntó Alejandro.

—Para que empiecen a reconocer sus propias emociones —respondió Pamela—. Lo más peligroso no es sentir… sino no saber a quién estás sintiendo.

—Pero nosotros solo somos los apoyos —dijo Gustavo.

—Así es —añadió Alejandro.

—Por lo mismo, colaboren chicos —expresó Pamela dando unas palmas—.

—Ni modo —murmuró Alejandro, mientras Gustavo asentía resignado.

Olivia sintió una punzada en el pecho, mientras Clarisa estaba inmersa en sus propios pensamientos.

“¿Y si escribo sobre Hoyuelos95? ¿O debía hacerlo sobre Gustavo?”

Ambos pensamientos la confundían. Tomó el bolígrafo y respiró hondo antes de comenzar a escribir:

“No entiendo por qué tu risa me calma y al mismo tiempo me duele.

A veces quiero alejarme, pero basta un mensaje tuyo para volver.

Si supieras que, en el fondo, aún te espero…”

Cuando terminó, dobló la hoja con rapidez, como si temiera que alguien pudiera leerla.

A su lado, Gustavo escribía con expresión seria. Pamela, desde su lugar, notó la intensidad con que apretaba el bolígrafo.

“Perdí la costumbre de prometer cosas… pero si pudiera volver atrás, te prometería no haberte dejado ir.

Tal vez no lo recuerdes, pero yo sí.”

Mientras tanto…

Olivia jugueteaba con la hoja sin saber qué escribir. Finalmente, lo hizo sin pensar demasiado:

“Eres la confusión más dulce que he tenido. Me haces reír cuando debería enojarme,

y pensar en ti me deja sin sentido.

¿Quién eres realmente?”

Pamela recogió las cartas una por una, las guardó en la caja y la cerró con llave.

—Las leerán más adelante —anunció, provocando un coro de protestas.

—¿Cuándo? —preguntó Gustavo.

—Cuando estén listos para aceptar lo que sienten.




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