Capítulo 16: "Corazones fuera de control"

El ambiente en la Escuela de Ladronas amaneció distinto. Pamela organizaba el pequeño salón con una sonrisa traviesa. Sobre su escritorio descansaban varias hojas, un sombrero y un reloj de arena. Clarisa y Olivia la miraban con recelo desde uno de los sofás del lugar.

—No me gusta esa sonrisa —susurró Olivia.

—Ni a mí —respondió Clarisa—. Cada vez que sonríe así, algo termina mal.

—Totalmente.

Pamela giró hacia ellas con ese brillo de profesora que planea algo fuera de lo común.

—Bien, mis queridas aprendices —anunció—, hoy iniciaremos una práctica especial.

Olivia y Clarisa se miraron, intrigadas, mientras una corriente de frío les recorrió la espalda.

—¿Otra carta misteriosa? —preguntó Clarisa, con cautela.

—No. Hoy tendrán… su primera cita real.

Las dos se miraron tan sorprendidas que, justo en ese momento, los chicos que acababan de entrar se detuvieron en seco.

—¿¡Una qué!? —dijeron casi al unísono Gustavo y Alejandro.

—Una cita —repitió Pamela, divertida—. Quiero que experimenten lo que se siente poner en práctica lo aprendido… fuera del aula.

Olivia levantó la mano con cautela.

—¿Y con quién se supone que…?

—Con quien quieran —respondió Pamela—. Puede ser alguien del curso o alguien que conozcan fuera. Pero deberán aplicar lo aprendido: empatía, lenguaje corporal y autoconfianza.

Alejandro se cruzó de brazos y miró a Gustavo con gesto de “esto se va a complicar”.

—Tranquilos, caballeros —añadió Pamela al notar sus caras—. Ustedes tendrán otra tarea: serán los observadores.

—¿Observar? —repitió Gustavo.

—Exacto. Quiero que analicen cómo sus compañeras manejan la situación. Eso sí, sin intervenir.

El silencio que siguió fue casi cómico.

Clarisa y Olivia tragaron saliva; Gustavo y Alejandro intercambiaron una mirada resignada.

—Vamos, caballeros, siéntense. No se queden ahí parados —añadió Pamela, disimulando una sonrisa al ver sus rostros desencajados.

—“Observadores”… —murmuró Alejandro, con cierta molestia.

—Sí, querido. Observadores. A menos que mis pupilas—

—¡No, así está bien! —interrumpieron a coro Clarisa y Olivia.

—Sí, ser observadores les queda perfecto —añadió Olivia con ironía.

—De acuerdo —concedió Gustavo, suspirando.

Pamela, satisfecha, juntó las manos.

—Nada de caras largas. A veces las situaciones más molestas resultan ser las más provechosas.

Eso bastó para que las miradas del par de jóvenes se iluminaran.

—¿Qué quiso decir con eso? —susurró Clarisa.

—Ni idea —contestó Olivia, rascándose la cabeza.

Pamela solo sonrió. El juego estaba en marcha.

Esa tarde, Olivia y Clarisa debatían internamente si invitar o no a una cita presencial a Ojazos52 y Hoyuelos95, o si buscar a otro candidato.

Ambas miraban con nerviosismo la aplicación donde los habían conocido.

“Están conectados.”

El pensamiento cruzó al mismo tiempo por sus mentes. Pero más pudo el miedo que el deseo, y ambas optaron por elegir nuevos chicos para la tarea que Pamela había asignado.

El reto tenía fecha, hora y lugar.

Mientras tanto…

Gustavo y Alejandro notaban la distancia: ya no recibían mensajes ni coincidían con ellas en el campus. Era desesperante.

Y para colmo, Pamela había suspendido las lecciones hasta que las chicas cumplieran la misión.

En un café del centro de estudios…

Dos jóvenes bebían sus refrescos con gesto pensativo.

—“Observadores”… —bufó Alejandro, dejando el vaso sobre la mesa.

—Solo eso haremos el sábado —respondió Gustavo, con desgano.

—¿Y ya tienes tu disfraz?

—No. Pero puedo tomarle prestada ropa a mi papá —dijo Gustavo, encogiéndose de hombros.

—¿A tu papá?

—Sí. Aunque si me prestas algo de tu viejo, no me quejaré —bromeó.

—Eso que ni qué —rió Alejandro—. Pero dudo que algo te quede, quizá solo la bufanda.

—Perfecto. Con eso me bastará.

Era una locura, pero una locura que ambos necesitaban.

Horas más tarde, en el campus…

—Me alegra que ya tengan cita —decía Pamela, sonriente.

—No fue nada fácil —confesó Olivia.