Escuela De Ladronas

Capítulo 17: "Doble juego"

Habían pasado algunos días desde las extrañas citas que dejaron a todos un poco confundidos.

Pamela observaba los registros en su aplicación Conexión Perfecta mientras movía el mouse con una sonrisa maliciosa. Las conversaciones entre sus cuatro alumnos eran cada vez más frecuentes… y más arriesgadas.

—Interesante —murmuró al ver los mensajes entre Dulce18 y Hoyuelos95—. Parece que el corazón de mis aprendices está haciendo horas extras.

En otra parte del campus, Clarisa revisaba su teléfono. El nombre de Hoyuelos95 brillaba en la pantalla con un nuevo mensaje:

Hoyuelos95: “¿Listos para que el encanto se rompa o se multiplique?”

Dulce18: “Depende… ¿qué tanto soportas los giros inesperados?”

Hoyuelos95: “Más de lo que imaginas.”

La joven sonrió, sin saber que, al otro lado, Gustavo también lo hacía frente al espejo, nervioso, ajustando un sombrero que apenas le quedaba.

Mientras tanto…

Olivia miraba su reflejo en la ventana de la cafetería del campus. No entendía por qué Ojazos52 la ponía tan ansiosa.

De pronto, su teléfono vibró:

Ojazos52: “¿Tienes miedo de conocerme?”

Diosa21: “Depende... ¿usas capa o antifaz?”

Ojazos52: “Depende… ¿prefieres misterio o sorpresa?”

Alejandro soltó una carcajada al leer su respuesta, mientras Gustavo le daba una palmada en el hombro.

—Esto va a ser un desastre, hermano —dijo Gustavo.

—No, esto va a ser una obra maestra del engaño —respondió Alejandro con confianza—. Solo debemos asegurarnos de no enamorarnos más de lo que ya estamos.

Pamela, desde la distancia, cerró su laptop y murmuró con aire de satisfacción:

—Bienvenidos al doble juego, mis ladrones de corazones.

Días después…

El salón de la Escuela de Ladronas volvió a llenarse de esa energía extraña que aparece cuando el corazón supera a la razón.

Pamela hojeaba su libreta con aire triunfal cuando Clarisa y Olivia entraron, una después de la otra, con mezcla de nervios y emoción en el rostro.

—¿Qué tal mis pupilas del amor? —saludó Pamela con voz melodiosa.

—¿Del amor? —repitió Olivia, arqueando una ceja—. Creí que esto era una escuela de estrategia emocional, no un reality romántico.

—Todo estratega debe conocer su campo de batalla —respondió la rubia, guiñando un ojo—. Y ustedes están a punto de entrar al más complicado de todos: el corazón humano.

Clarisa dejó su bolso sobre el sofá y suspiró.

—Pame… acepté verlo.

—¿A quién, corazón? —preguntó fingiendo sorpresa.

—A Hoyuelos95 —dijo, mientras Olivia soltaba un pequeño grito.

—¡No puede ser! —exclamó la pelinegra—. ¡Yo también acepté ver a Ojazos52!

Pamela juntó las manos, encantada.

—¡Maravilloso! El experimento está funcionando.

Las dos chicas se miraron confundidas.

—¿Experimento? —preguntaron al unísono.

—Claro. El objetivo era aplicar lo aprendido y descubrir cómo manejan sus emociones cuando la conexión virtual se vuelve real. —Pamela caminó hacia ellas con su sonrisa más sabia—. ¿Cuándo será la cita?

—Mañana por la tarde —contestó Clarisa.

—En la cafetería del parque central —añadió Olivia.

—Perfecto. Entonces, ¡empecemos con los consejos! —dijo la rubia entusiasmada.

Pamela las preparó para el evento como si fueran a una misión encubierta: consejos sobre lenguaje corporal, tono de voz y la infalible técnica del giro casual de cabello.

—Recuerden, chicas —decía—, el encanto no está en fingir, sino en hacer que el otro crea que lo haces sin esfuerzo.

—¿Eso no suena contradictorio? —preguntó Clarisa.

—Exactamente —respondió Pamela satisfecha—. Pero lo más importante es mantener la calma. No importa si el chico es tímido, misterioso o usa una gorra ridícula… lo esencial es ser ustedes mismas.

Ambas se quedaron pensando en esa última frase, sin saber que Pamela lo decía con conocimiento de causa.

Porque, a unas cuadras de distancia, dos jóvenes estaban frente a un espejo, probándose precisamente… gorras ridículas.

—¿Seguro que esto no se nota mucho? —preguntó Alejandro, ajustando sus gafas oscuras.

—Nada, pareces un agente secreto… o un turista perdido —respondió Gustavo, intentando pegarse un bigote falso.

—Perfecto. Que empiece el doble juego.

Pamela los vio marcharse desde la ventana y no pudo evitar reír.




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