Escuela De Ladronas

Capítulo 19: "Cita entre sombras"

En un sofá semicircular estaban dos chicas, mirando fijamente hacia una mesa. Sobre ella, un par de celulares permanecían inmóviles hasta que, de pronto, las pantallas se iluminaron y dos sonidos de notificación inundaron el silencio.

Sin pensarlo mucho, las jóvenes tomaron sus teléfonos y abrieron los mensajes.

Hoyuelos95: “Claro que sí. Listo para seguir avanzando.”

Ojazos52: “Por supuesto. Esta vez prometo no tropezar con mis palabras… ni con la mesa.”

Clarisa y Olivia se miraron tras leer los mensajes.

—Acepto tener otra cita —dijo Olivia, en tono preocupado, dejando el celular sobre el sofá.

—Hoyuelos95, o mejor dicho, Tavo, también —contestó Clarisa.

—¿También te inquieta volver a verlo?

—Sí —respondió ella, suspirando—. Aunque más que inquietud por lo que me provoca al estar frente a él… es una sensación extraña, como si me ocultara algo.

—Tal vez solo tiene mala conexión a internet —bromeó Olivia, intentando restarle importancia.

—O buena conexión con mis nervios —rió Clarisa.

—Eso también puede ser.

Ambas rieron, aunque en el fondo sabían que esa risa solo buscaba calmar el corazón y la mente.

Mientras tanto…

Alejandro y Gustavo caminaban por una tienda con mochilas llenas de “artículos de emergencia”: pelucas, gafas, bigotes postizos y un perfume que, según Gustavo, “disimulaba el olor del pánico”.

—¿Seguro que esto es buena idea? —preguntó Gustavo, ajustándose las gafas falsas.

—Bro, ya estamos metidos hasta el cuello. O seguimos el juego o confesamos todo, como sugirió Pamela.

—Confesarlo ahora sería como cavar nuestra tumba —murmuró Gustavo—. Clari me mata.

—Y Olivia me bloquea.

—Entonces… seguimos disfrazados.

—No queda otra.

—Sí, aún no es momento de decir la verdad —dijo Gustavo con resignación.

—Exacto. Aún no las tenemos comiendo de nuestras manos como para que nos perdonen la mentira.

—Pues que así sea —repuso Gustavo, alzando una gorra con orgullo—. ¡A seguir disfrazándonos, pero con estilo!

Alejandro rodó los ojos, pero ambos terminaron riendo. A pesar de los nervios, la idea de volver a verlas les resultaba irresistible.

Desde su tableta digital, Pamela seguía cada movimiento.

—“Imaginé que esta sería su decisión… en fin, a seguir guiándolos.” —tecleó con una sonrisa.

Al día siguiente…

El lugar elegido fue una cafetería moderna, con pantallas holográficas, menús interactivos y emojis flotantes que aparecían con cada palabra pronunciada.

—Esto parece más una clase de informática que una cita —susurró Clarisa, mirando el menú digital que le hablaba con voz robótica.

—Pero tiene estilo —respondió Olivia, justo antes de que una tostada holográfica apareciera por error frente a su rostro.

Alejandro y Gustavo, disfrazados de manera apenas convincente, ingresaron al lugar e intentaron no parecer sospechosos. Se sentaron en las mesas contiguas que habían apartado el día anterior.

Pamela, desde su departamento, observaba todo a través de su laptop. Había instalado, con permiso del dueño del local, una cámara en el menú virtual de cada mesa.

—Perfecto… los ratones volvieron al laberinto —murmuró divertida.

En el café…

Las citas fluían entre conversaciones torpes y encantadoras.

Clarisa, sin notarlo, se mordía las uñas cada vez que el supuesto Tavo le hacía un cumplido. Aquella sonrisa que le devolvía la confundía y la inquietaba.

Olivia, por su parte, reía ante las anécdotas del supuesto Joel, aunque la forma en que las contaba le recordaba demasiado a cierto vanidoso conocido.

Y ellos, atrapados en sus propios disfraces, se derrumbaban por dentro al ver los rostros de las chicas que amaban secretamente.

—También se le forman hoyuelos —murmuró Clarisa, observando al joven del bigote.

—Clari, deja de morderte las uñas —dijo Gustavo con voz fingida, sonriendo.

—También eso… —susurró ella, recorriéndolo con la mirada.

Gustavo tragó saliva.

—¿Qué está pasando? ¿Acaso ya me descubrió? —pensó con pánico, recordando una charla reciente con su amigo.

-.Recuerdo.-.

—Bro… ¿y si nos descubren?

—Fingimos ser nuestros primos.

—¿Otra vez esa idea?

—¿Y no ha funcionado antes?

—Sí, con las chicas del café.




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