Escuela De Ladronas

Capítulo 20: "Mentiras que laten"

Una rubia observaba con detenimiento cada rincón de la sala de su departamento, la cual, desde hace algunas semanas, se había convertido en el aula improvisada de su Escuela de Ladronas.

Junto a ella estaba su novio, Daniel, quien miraba sorprendido el lugar desde el umbral de la puerta.

—¿Estarán bien las distancias? —escuchó Daniel.

—¿Qué?

—He tratado de recrear dos espacios para la cita virtual de mis pupilas…

—¿Dos espacios? —preguntó Daniel, posando su mirada sobre la cortina que dividía la sala.

—Sí. Solo yo puedo ver de manera directa sus expresiones, aunque no solo las de ellas… también las de ellos.

—Pero podrías hacerlo a través de la pantalla.

—Así es, querido. Aunque ello solo me permitiría observar los gestos del rostro. El lenguaje corporal no se limita a eso: también está en las manos, los pies, la postura…

—Claro, claro… ¿quieres observar su comportamiento?

—Exactamente. Tener a mis pupilas y a sus apoyos en un espacio donde yo pueda guiarlos directamente será beneficioso para todos.

—Eso es cierto.

—Entonces, ¿qué opinas? ¿Están bien ubicados los separadores?

—Sí, cariño. Desde tu posición, solo tú podrás ver el lenguaje corporal de ellos —dijo Daniel con una sonrisa.

Una hora después…

Clarisa y Olivia llegaron al departamento de Pamela, quien, tras recibirlas, les explicó en qué consistiría la lección de ese día.

Minutos más tarde, Gustavo y Alejandro se hicieron presentes. Ya con el grupo completo, Pamela dio inicio a la práctica.

—Chicas, a sus ubicaciones. Chicos, por aquí —dijo Pamela, moviendo su cabello de un lado a otro y sonriendo con picardía.

—Bien —respondieron al unísono, mientras las muchachas tomaban asiento en el lugar indicado.

Ya en posición, Pamela se sentó en su silla giratoria, junto a su escritorio. Tras dar una vuelta en ella, abrió su laptop, localizó su aplicación y presionó un botón.

En segundos, una lucecita roja se encendió con la notificación: “Conexión establecida con Alejandro y Gustavo”.

Pamela, con una sonrisa divertida, tomó unos lentes y unos audífonos del escritorio y se los colocó. Clarisa y Olivia contuvieron la risa ante los graciosos gestos de su amiga frente a la pantalla.

—Recuerden, aunque estén trabajando en equipos, esta es una cita virtual, no un interrogatorio —advirtió Pamela, con mirada firme—. Nada de cámaras apagadas ni silencios eternos.

Desde su lado, Alejandro ajustaba el teléfono mientras Gustavo luchaba con la cámara frontal, que inexplicablemente apuntaba al techo.

—¡Por qué me veo al revés! —refunfuñó Gustavo, mientras Alejandro intentaba ayudarlo—. ¡Parezco un murciélago!

—Relájate, hombre. Solo gira el celular.

—¡Ya lo hice tres veces!

Las chicas estallaron en carcajadas. Pamela, fingiendo estar “de paso”, intervino:

—Gustavo, ¿quieres que te envíe un tutorial para usar Zoom o prefieres seguir cabeza abajo?

Gustavo soltó un suspiro dramático, pero al fin logró verse correctamente.

La cita comenzó entre risas, comentarios torpes, juegos de palabras y preguntas simples que escondían mucho más de lo que aparentaban.

—Y tú, Gustavo, ¿qué haces cuando no estás frente a una pantalla? —preguntó Olivia, recargándose sobre su escritorio.

Gustavo miró a Clarisa a través de la cámara y sonrió.

—Intento no pensar demasiado… pero últimamente eso se me hace imposible.

La respuesta le robó un silencio breve a la videollamada. Pamela tomó nota mental de cada expresión, de cada mirada que duraba un segundo más de lo necesario.

Para romper la tensión, Alejandro intervino:

—Yo suelo cocinar, aunque mi microondas ha pedido vacaciones por exceso de trabajo.

—¡Eso explica tu buena figura! —dijo Olivia, intentando sonar casual, pero fallando rotundamente.

Clarisa la observó sorprendida; Alejandro sonrió con picardía y Gustavo se quedó atónito.

—Sabía que algún día la reconocerías —bromeó Alejandro.

—Yo no me refería a…

—Claro, claro…

Las risas volvieron a llenar la pantalla.

—Clari, ¿no tienes alguna pregunta para mí? —preguntó Gustavo.

—¿Qué?

—Bueno, si no la tienes, yo sí —dijo él, haciendo que Alejandro posara en él una mirada preocupada.

—¿Qué le vas a preguntar? —susurró.

Pamela, que los escuchaba todo, sonrió.

—No será lo que estás imaginando —dijo Gustavo con tono divertido.




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