Un par de nerviosas chicas observaban, ocultas tras un mural, a dos jóvenes que ensayaban música en un pequeño parque del recinto universitario.
—¿Y si mejor primero se lo pedimos a Octavio y Joel? —expresó Olivia, enredando un mechón de su cabello entre los dedos.
—Sí, mejor hagamos eso —contestó Clarisa, dejando de morderse las uñas.
—Bien, ¿pero lo hacemos directamente o por mensaje?
—Yo lo haré por mensaje… así me pongo menos nerviosa.
Ambas sacaron los celulares de sus carteras y empezaron a escribir. De pronto, una de ellas miró a la otra.
—¿Y cómo se lo digo? —susurró Clarisa.
—¿Qué?
—¿Le escribo “salgamos” o “veámonos”? —preguntó con ojos suplicantes.
—Bueno… —dijo Olivia, llevándose una mano al rostro—. “Salgamos” suena a petición; en cambio, “veámonos” es más suave. Podríamos pedirles vernos en plan amical, quizá a tomar un helado o un café, como para conocernos mejor.
—Bien, entendido —contestó Clarisa, sonriendo.
—Parece que ya terminaron —dijo Olivia.
—¿Qué?
—Su ensayo.
Clarisa posó su mirada en Gustavo y sintió una corriente eléctrica recorrerle el cuerpo, que se intensificó al verlo sonreír.
—Ya está mi mensaje —escuchó.
—¿Tan rápido?
—Sí, Clari… con Joel no necesito mucho rodeo.
—¿Qué le escribiste? —preguntó Clarisa, mirándola curiosa.
—“Se me antojó comer un helado, ¿me acompañas?”
—Sí te acompaño, pero primero…
Olivia soltó una risa al notar la confusión de su amiga.
—¿De qué te ríes?
—Eres demasiado adorable —dijo Olivia, pellizcándole suavemente la mejilla.
—¿Qué?
—Las palabras que dije no eran una invitación para ti, querida Clari, sino para Joel. Aunque, si gustas, podemos…
—Ah, claro… soy tan torpe.
—No digas eso, solo eres un tanto inocente, y eso te hace adorable.
—Entonces, ¿eso mismo le escribirás a Ojazos52?
—Sí. De hecho, ya se lo estoy enviando —respondió Olivia con una gran sonrisa.
Mientras tanto…
Un par de chicos, guitarras al hombro, caminaban hacia un salón cuando uno de ellos sintió su celular vibrar. Alejandro abrió el mensaje de Olivia y sonrió ampliamente, gesto que no pasó desapercibido para Gustavo.
—¿Qué te puso tan feliz?
—Olivia quiere que tomemos un helado —dijo, sonriendo.
—¿Se lo pidió a ti o al chico del portal? —preguntó Gustavo, logrando que la sonrisa se le desdibujara.
—Sí que has aprendido a bajarme las revoluciones —respondió Alejandro, entre risas.
—¡Disculpa! Es que me dio curiosidad.
—Se lo pidió a Ojazos52 —respondió, con algo de desgano.
—¿Y qué harás? Ya leíste el mensaje.
—Lo sé… debo responderle.
En ese instante, el celular de Gustavo sonó. El joven, guiado por la curiosidad, lo sacó y abrió el mensaje, quedando confundido.
—¿Ya le enviaste tu respuesta? —preguntó Gustavo.
—Sí. Le dije que con gusto tomaremos ese helado, pero que me dé una hora, pues no estoy cerca de la universidad.
—Pero eso no es…
—Tengo que caracterizarme, ¿ya lo olvidaste?
—Ah, claro, claro.
—¿Y a ti qué te pasa? ¿También te llegó mensaje? —preguntó Alejandro, con tono pícaro.
—Sí, aunque no una invitación.
—¿Ah, no? —dijo Alejandro, acercándose para leer el texto.
—“¿Qué sueles hacer en los días soleados?” —leyó.
—Parece que Clarisa no dará el primer paso, incluso si te ocultas tras un disfraz —dijo Alejandro, sonriendo.
—Sí, eso parece —respondió Gustavo, antes de escribir su respuesta.
Entonces, el celular de Alejandro volvió a vibrar.
—Es otro mensaje… pero no del chat del portal, sino de mi número personal —dijo, frunciendo el ceño.
En otra parte del campus…
—Lo hice —dijo Olivia.
—¿Qué? —preguntó Clarisa sin apartar la mirada de su pantalla.
—Le envié una invitación a Alejandro, también por mensaje.
—Creí que lo harías en persona.
—Eso pensaba, pero tienes razón: da menos pena cuando no ves su rostro.
—¿Y ya te respondió?
—No, seguro lo dejé en shock —respondió, sonriendo. Luego se quedó callada—. ¡Ay, no! Cometí un error.