Capítulo 26: "Deseos, temores y torpezas"

El sonido de las notificaciones resonaba en el pasillo de una facultad universitaria; una joven de cabello negro ondeado y largo observaba a otra de cabello bob caminar de un lado a otro con el celular en la mano.

—No sé si hice bien al aceptar —expresó Clarisa, deteniéndose para tomar una bocanada de aire.

—Claro que hiciste bien —dijo Olivia, acercándose—. Si no lo hacías, ibas a quedarte pensando todo el día en el “qué habría pasado”.

—Tal vez… pero aún no he recibido la respuesta de Tavo… ¿Y si quiere que nos veamos a la misma hora? —preguntó preocupada.

—Ojalá que no, pero si pasa, le cambias el horario y ya… como yo…

La conversación se interrumpió con una notificación. Clarisa miró la pantalla con temor; segundos después sonrió.

—Quiere que nos encontremos en media hora en el cafetín… dice que está cerca de la universidad.

—¿Ves? Te dije que todo saldría bien —pronunció Olivia.

—¿En qué momento me dijiste eso? —respondió Clarisa, confundida.

—Hace algunos minutos. Fue un mensaje oculto en mi respuesta —dijo Olivia sonriendo, justo cuando su celular empezó a sonar.

Olivia abrió el mensaje y sonrió ampliamente.

—Joel ya está en camino.

—Entonces debes ir ya.

—No, aún hay tiempo. Además, las chicas siempre debemos darnos a esperar, lo dice el manual virtual de conquistar corazones que nos envió Pame. ¿Acaso no lo leíste?

—Eh… bueno… sinceramente no pasé de las dos primeras páginas.

—¿¡Las dos primeras páginas!? —exclamó Olivia.

—Sí… es que aún no me queda claro qué temas de conversación prefieren los chicos en las citas.

—Te daré un consejo —dijo Olivia acercándose como si revelara un secreto de estado—: solo sé tú misma.

—¿Ser yo misma…?

—Sí. Bueno, me voy. Suerte en tu cita con Hoyuelos95 —dijo Olivia mientras se alejaba.

Suerte… sí, la voy a necesitar. Estoy tan nerviosa que hasta tengo ganas de vomitar, pensó Clarisa.

Mientras tanto…

Escondidos tras unos arbustos del campus, estaban Gustavo y Alejandro supervisando sus “caracterizaciones”.

—Creo que así está mejor —decía Alejandro mientras se ataba una cinta en la cabeza.

—¿Y esa banda? —preguntó Gustavo, intrigado.

—Es para evitar sorpresas.

—Más bien creo que causarás sorpresa —respondió Gustavo riendo.

—Es verdad… me veo aún más apuesto con la banda.

—Vaya que eres vanidoso.

—Para qué negarlo —sonrió Alejandro—. Bueno, momento de ir con mi vanidosa.

Gustavo lo vio alejarse y susurró:

—Eso es cierto… Olivia y Alejandro son tan parecidos. Bien dice el dicho: “Dios los crea y ellos se juntan”.

Sacó su celular. Hora de ir, pensó.

Minutos después…

El cafetín del campus estaba más lleno de lo habitual. Clarisa había llegado un poco antes y eligió una mesa cerca de la ventana. Apenas tuvo tiempo de revisar su celular por quinta vez cuando escuchó una voz detrás de ella.

—¡Disculpa la tardanza!

Clarisa se giró. Octavio sonreía con esa calma que parecía leer pensamientos.

—Ah, hola… solo han pasado cinco minutos.

—Sí, pero lo correcto era que yo llegara antes que tú —dijo él, sentándose.

Cierto. Hacerse esperar… el manual lo decía. Pero mi puntualidad siempre me gana, pensó ella.

El silencio cayó por un momento. Hasta que él señaló su vaso.

—¿Ya pediste?

—Sí, pero puedo pedir otro si…

—No, está bien. Aunque, si me dejas elegir, pediré lo mismo. Así compartimos algo hoy.

—¿Qué? —dijo ella, ruborizándose.

Ay no, hablé como si fuera indirecta, pensó Gustavo apenado.

—Me refiero a que se ve bueno lo que tomas.

—Ah… sí, está bueno.

Esta vez el silencio no fue incómodo. Clarisa lo observó, intentando comprender lo que le provocaba.

—¿Sabes? —dijo él—. Me alegra que hayas escrito primero.

—¿Por qué?

—Porque si esperaba un poco más, me habría quedado sin excusa para invitarte yo.

Clarisa rió, tratando de disimular su vergüenza.

En la heladería…

Olivia y “Joel” observaban la carta de helados.

—¿Y qué tal este? —preguntó él, señalando una imagen.

Era una gigantesca copa para parejas.