Escuela De Ladronas

Capítulo 27: "La verdad sale a la luz"

La tarde se volvió lenta en el departamento de Pamela, donde Clarisa y Olivia habían acudido para rendir informe sobre sus citas del día anterior. Aunque más que informar, desde que llegaron no hacían más que quejarse por la frustración de no recibir respuesta de Hoyuelos95 ni de Ojazos52. Tras la cita, ambos perfiles habían dejado de escribir.

—Es imposible que los dos se desconecten al mismo tiempo —murmuró Olivia, resoplando—. A menos que… estén ocupados en algo.

Clarisa soltó un suspiro que le oprimió el pecho.

—¿Será que ya no quieren hablar con nosotras?

—¿Por qué no querrían? Yo seguí al pie de la letra cada tip que Pame nos dio. Esta vez no pude fallar… aunque Joel me ha dejado en visto, y así me dejaban los chicos con los que salía antes —añadió Olivia, con una mezcla de fastidio y duda.

—Por lo visto, con esas citas ya aclaraste tus dudas, ¿verdad?

—Podría decirse que sí, aunque ¿de qué valió? Él que elegí me está evadiendo, como siempre me pasa. Me ilusionan y cuando llega el momento de la formalización desaparecen como por arte de magia —dijo Olivia con amargura.

—Entonces elegiste a Joel —pronunció Clarisa, sorprendida.

—Sí… aunque más que por atracción, por seguridad.

—¿Cómo así? No comprendo.

—Mi corazón eligió a Alejandro, pero la razón me dijo que eligiera a Joel. De alguna forma él tiene la personalidad de Alejandro, y es tan apuesto como él… aunque no es él. Lo elegí porque con él no me siento tan nerviosa.

—Te comprendo… me pasa lo mismo con Tavo y Gustavo, aunque yo aún no me decido por uno de ellos.

La plática se vio interrumpida por el sonido del timbre.

—Chicas, ahora empezamos con sus informes —dijo Pamela, que había permanecido en silencio escuchando con atención—. Pero antes abriré la puerta. Deben ser Gustavo y Alejandro. Los cité porque necesito su apoyo en un programa.

—Claro —respondieron las jóvenes, mirándose entre sí.

Tras unos minutos, Pamela regresó seguida de dos apuestos muchachos.

—¡Hola, chicas! —dijeron ambos al unísono.

—¡Hola! —contestaron las muchachas con cierto nerviosismo.

—Apuestos caballeros, por aquí —indicó Pamela.

—Eh, sí… sí —respondieron ellos caminando tras ella, aunque giraban el rostro de vez en cuando para mirar con disimulo a las jóvenes.

Minutos después, las chicas seguían lamentándose.

—¿Qué sucede? —preguntó Pamela, agotada del lamento.

—No responden —dijo Clarisa—. Desde la cita de ayer.

—Y eso que normalmente están más que pendientes. Aunque de seguro solo fue su táctica para ridiculizarnos —añadió Olivia.

—¿De verdad crees eso? Tavo no parecía alguien al que le guste hacer sentir mal a otros —dijo Clarisa.

—Lo mismo pensé de Joel, y míralo. Resultó peor que Alejandro.

—¿Yo qué? —pronunció el mencionado desde donde estaba.

—Nada —dijo Olivia, cruzándose de brazos—. Pensé que quien más indiferente fue conmigo era Alejandro, pero me equivoqué.

—Claro que te equivocaste, querida —expresó Pamela, observándola fijamente—. Yo considero que Alejandrito nunca fue indiferente contigo, solo un poquito torpe en sus acciones. Pero eso fue pasado, ¿no?

Olivia bajó la mirada.

—Bueno… reconozco que lo juzgué mal…

A unos metros, Gustavo y Alejandro intentaban concentrarse en la tarea que Pamela les había asignado, pero les era imposible. Ninguno avanzaba. Su voz interior los empujaba a revisar las cuentas falsas.

—Solo leamos los mensajes —susurró Gustavo.

—Yo ya lo hice —respondió Alejandro en voz baja.

—Pero quedamos en que ya no entraríamos —alzando un poco la voz, provocando que las chicas los miraran.

—¿Pasa algo? —preguntó Pamela, con media sonrisa.

—¡Eh! No, Pame —respondió Gustavo con una sonrisa tensa, mientras Alejandro movía la cabeza resignado.

—¿Por qué no cumpliste? —susurró Gustavo.

—Por el mismo motivo que tú estás por incumplirlo: curiosidad.

—Curiosidad…

—Sí. Esto ya no es sostenible —susurró Alejandro, pasándose una mano por el cabello.

—Lo sé. No puedo seguirle mintiendo a Clari… no después de ayer.

Pamela los miraba de reojo, confundida.

—¿De verdad no hay nada que quieran preguntarme? —inquirió.

—¡No, Pame! —respondieron al unísono, demasiado rápido.

Pamela notó la tensión. Una idea se formó en su mente.

—Bien, chicos… dejemos los teléfonos un momento. Hagamos una dinámica para liberar tensiones.

Los cuatro jóvenes obedecieron… o al menos lo intentaron.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.