Escuela De Ladronas

Capítulo 29: "Graduación"

Había pasado casi tres meses desde que Pamela, ya cansada de ver lamentarse a sus amigas debido a sus fracasos amorosos, propuso la creación de una “Escuela para Ladronas” en la sala de su departamento.

Una escuela donde impartió lecciones de conquista, autoestima y señales romántica.

Una escuela que, esa tarde, sería testigo de la primera graduación oficial de “Ladronas de corazones”

Las primeras en llegar fueron Clarisa y Olivia, quienes aparecieron juntas. Ambas estaban nerviosas, porque Pamela había decidido invitar a Gustavo y Alejandro...y ellas llevaban días evitándolos. Aunque “evitar” era exagerar: los chicos parecían tener un radar especial, porque cada vez que las chicas se alejaban, ellos encontraban alguna excusa para aparecer.

—Bienvenidas, mis futuras graduadas — expresó Pamela, con una gran sonrisa.

La sala estaba decorada con globos, pancartas, diplomas personalizadas y pequeños recuerdos de su entrenamiento: fotos de prácticas, mensajes en papelitos, tarjetas de sus primeras misiones… y una gran pancarta que decía:

“Ladronas del corazón – Generación 2025”

—Te pasaste, Pame —murmuró Olivia, con una sonrisa cansada.

—Era necesario —respondió Pamela—. Hoy cerramos un ciclo.

Pocos minutos después aparecieron Gustavo y Alejandro, vestidos con camisa y un nerviosismo tan evidente que casi se podría escuchar.

—Hola —dijeron a la vez.

—Hola —respondieron las chicas sin mirarlos del todo.

—Chicos y chicas ocupen sus lugares. Daremos inicio a la ceremonia — anunció Pamela, mirando a su novio. — amor, ¿Les indicas donde sentarse?

—Claro. Por aquí, chicos.

Cuando todos tomaron asiento, Pamela inició su discurso.

Buenas noches a todos los presentes… y a los que vinieron con el corazón en modo silencioso.

Hoy celebramos la primera graduación oficial de la Escuela de Ladronas de Corazones. Una escuela que nació cuando me cansé de ver a mis dos mejores amigas sufrir por amores que no sabían ni cómo responder un mensaje decente. Era como ver un celular sin señal: frustrante, lento y lleno de promesas que no cargaban.

Así que decidí crear un sistema nuevo. Les enseñé a conquistar sin perder la dignidad, a coquetear sin filtros, y a detectar señales de interés más rápido que una notificación de WhatsApp. Aprendieron a usar su encanto como contraseña maestra y a instalarse en la memoria interna de más de un corazón.

Durante estos meses, se actualizaron por completo. Pasaron de modo “no disponible” a “conectadas con confianza”. Aprendieron que el amor no siempre tiene buena conexión, pero que eso no significa que deban apagar el Wi-Fi emocional.

Queridas graduadas: hoy no solo reciben un diploma, reciben una nueva versión de ustedes mismas. Más fuertes, más sabias, y con el antivirus emocional activado.

Salgan al mundo. Roben corazones, sí… pero también déjense sorprender. Porque a veces, el amor llega como una app inesperada… y termina siendo la favorita.

Gracias. Y recuerden: si el amor se cae… reinicien. Pero nunca se desconecten del todo.

Las chicas se miraron entre si y sonrieron. Los chicos también, aunque con un poco de vergüenza.

Pamela llamo a sus pupilas para entregarles los diplomas.

El de Clarisa decía:

“Por atreverse a sentir aun cuando temía hacerlo.”

El de Olivia:

“Por aprender que no necesita esconderse para ser querida.”

Ambas sintieron un nudo en la garganta.

Pamela carraspeó.

Eso nunca era un buen signo.

—Y ahora… viene la parte final: La verdad definitiva. Cada una debe hablar sin filtros.

—¿Qué? — dijeron las chicas, al mismo tiempo.

—Ellas y ustedes también — añadió mirando a los chicos.

Gustavo casi se atraganta.

Alejandro tosió como si hubiera tragado una pelusa.

Clarisa y Olivia palidecieron.

—Pame… ¿no podíamos solo hacer un brindis? —susurró Olivia.

—No —sonrió Pamela con satisfacción—. Hablen. Todos.

—Pe…ro

—¡To...dos! — insistió feliz de su propia idea.

Daniel, desde su asiento, escondió una sonrisa.

“Sabía qué harías algo así”, pensó.

En tanto…

Gustavo se acercó a Clarisa, con las manos sudorosas.

—Clarisa… sé que hice mal. Que mentí. Que te herí.

Y sé que te prometí algo.

Ella lo miró sorprendida.

—¿Lo recuerdas?




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