Escuela de Villanos: Los inicios

Capítulo 23: El ataque. Parte 4

Lavanda, su tía y Rain llegaron finalmente hacia donde se encontraban los altos puestos de los seyrens, alejados de la acción. La tía les hizo señales para que se ocultaran tras un camión.

Allí descubrieron que el general que comandaba esta misión se encontraba dentro de uno de los camiones, en la parte trasera, sentado en una silla, con la cabeza apoyada en las manos. Parecía estresado. Tenía el uniforme azul de los seyrens, pero adornado con cuatro estrellas en cada hombro, era bastante mayor como para ir a pelear, pero aun así asistía a la misión para controlar todo desde el mismo lugar y momento donde ocurría.

Uno de los seyrens tenía la misión de reportarle cada cierto tiempo lo que estaba ocurriendo en el campo de batalla y si él quería dar nuevas órdenes, se las daba a su mensajero que se encargaba de repartirlas hacia el resto de los soldados. Lavanda se tomó la libertad de leerle la mente:

—"Ya no llegarán más camiones" —pensaba el anciano, con pesar—. "Este es todo el ejército que nos dieron. No puede ser que esta escuela esté tardando tanto en caer ¡Es solo una escuela! ¡Una maldita escuela! Algo está pasando allí adentro."

—Disculpe —La tía de Lavanda decidió entrar al camión e interrumpir los pensamientos del general. Lavanda y Rain, aunque sorprendidos por este movimiento, la siguieron.

—¿Qué? —exclamó el anciano—. ¿Qué están haciendo aquí? ¡A luchar!

—Considero que ya he luchado para ustedes lo suficiente —le respondió la tía de Lavanda, con superioridad.

—Señorita Lumes —el general se colocó de pie—, ¿a cuántos villanos ha derrotado?

—Sucede que ya no planeo recibir sus órdenes. —De pronto una jaqueca enorme se apoderó del anciano, quien gritaba mientras se sujetaba con fuerza la cabeza.

—¡Señor! ¿Qué está pasando? —preguntó Rain sorprendido, el hombre no contestaba, hasta que finalmente, murió.

—¡Tía! —exclamó con ira Lavanda—. ¡Tú le hiciste eso! ¿No? —Lumes sonrió.

—Qué lista, ¿qué te hace pensar eso? —La tía se aproximó hacia el general para corroborar que efectivamente había muerto—. ¿Qué? ¿Les preocupa la muerte de ese monstruo? —les preguntó.

—¿Su muerte detendrá el ataque? —preguntó Lavanda, algo confundida.

—Su muerte me hará general a mí. —Se encogió de hombros la tía—. Bueno, eso y el hecho de que capturé al hijito único de Volto. Y en cuanto a ti, sobrina, no me gustaron para nada varios de tus pensamientos, ¿en qué te estás convirtiendo? ¿Qué diría tu madre?

—¿Qué? —exclamó Rain—. ¡Nos has estado engañando!

—Bravo, qué inteligente —le respondió sarcásticamente la mujer.

—Entonces, ¿qué pasó con Slade? ¡No está a salvo! ¡¿Verdad?!

—Sinceramente iba a ser un estorbo, sus pensamientos eran totalmente diferentes a los de ustedes, y lo peor era que planeaba delatarlos y que yo no le agradaba –confesó ella—. Si hubiera obedecido a sus instintos de alejarse de mí, quizás ahora estaría mejor.

—¿Fue por eso que accedió a quedarse en el arbusto?

—La verdad no, él no tenía la menor intención de dejarlos solos conmigo, pero controlé su mente e hice que muy obedientemente se quedara allí. Por cierto, la venda que le puse en su brazo tenía un veneno que no le permitirá mover sus músculos por un buen tiempo –Lumes sonreía con cierto cinismo mientras lo contaba—, y como estaba herido, el veneno penetró con mayor facilidad a su sangre. En estos momentos ya debe estar en camino a nuestro escuadrón. El poder del clima, que nunca había visto antes, es muy poderoso. Será otra de las razones por las que seré general.

—¿Cómo conoces sus poderes? —le preguntó Lavanda, cuando al fin pudo articular palabra, con un hilo de voz, no podía creer que su tía fuera capaz de hacer eso y que ella no hubiera podido prevenirlo leyéndole la mente.

—Mi niña, no sólo leo las mentes, sino que también puedo ver recuerdos. Y con respecto a que no lo hayas previsto es porque estoy más entrenada que tú, sobrinita, puedo ocultarte pensamientos que no quiero que veas.

—¡Maldita! —le gritó Rain, lanzándole un latigazo de agua, pero pronto comenzó a oír un sonido muy agudo y ensordecedor en su mente, cayó de rodillas al suelo, agarrándose la cabeza. A Lavanda le pasaba lo mismo. Ese ruido era insoportable.

—Los villanos deben morir, no puede haber otro destino para ellos —susurró entonces la tía.

Y el destino de los chicos hubiera terminado allí, de no ser porque de pronto, su agresora comenzó a electrificarse, y los chicos se vieron libres de la jaqueca. Volto salió de su escondite, dispuesto a acabar con esa maldita mujer,




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