La pequeña daba vueltas sin control en su cama.
Algo le molestaba, el sueño no llegaba a ella.
Algo ocurría.
—¿Mamá...?
La pequeña susurro en busca del socorro de su madre.
Como era costumbre cuando dormían ella estaba en otra habitación y para acercarse a ella tendría que salir al pasillo.
Esa idea disgustó a la pequeña, su miedo la invadía poco a poco dejándola sin voz por momentos.
El frío al salir al pasillo se le calo profundamente en sus pequeños huesos.
Algo no iba bien su madre normalmente no tardaba tanto en acudir a ella.
— ¡Mamá!
El grito puede que se escuchara en frente de la otra calle, sin embargo nadie acudió, el miedo cundió en su cuerpo.
Gruesas gotas de sudor se resbalaron por el delicado frente infantil.
Su corazón daba botes sin control, y más aún cuando escucho la puerta de la planta baja abrirse con un desagradable chirrido.
El ruido desapareció.
Sin embargo esto no calmo el agitado corazón de la pequeña.
Quería regresar corriendo a su habitación pero sus pies no se movían, estaba petrificada.
Trago duro casi haciendo que su garganta doliera.
Un grito se ahogó en su garganta adolorida al escuchar de nuevo un ruido.
Su corazón dio un vuelco al ver a su madre parada junto a ella.
La tomo en sus brazos preocupada y le hablo con voz dulce viendo que su pequeña tenía los ojos hinchados.
Le acarició el suave cabello y la llevo a su habitación.
La pequeña se relajó y se limpió las lágrimas algo resecas con su pequeña mano y sonrió a su madre.
Se relajaría de verdad si todo estaría bien.
Pero la pequeña estaba lejos de estar segura en su propia casa.