La preocupación de la pequeña no disminuyo ni un poco el resto de la noche.
Al siguiente día todo iba peor el cielo se tintaba gris.
Escuchó la dulce voz de su madre tratando de despertarla el sueño hizo su aparición, no quería ir a la escuela, tampoco quería levantarse de su cama.
Su madre vio preocupada las grandes ojeras que se manifestaban debajo de sus pequeños ojos oscuros.
Decidió que solo por ese día, la pequeña podía quedarse en casa.
Le dejo que durmiera, la arropó amorosamente con las cobijas y apago las luces.
La pequeña no se relajó, al contrario.
Como si se tratase de un cohete salió rápidamente de la cama precipitándose fuera de la habitación.
Su madre arreglaba las demás habitaciones.
Vio con desesperación y frustración el patio de atrás, y con un desesperado vistazo comprobó que el patio se encontraba vacío.
Lo que sea que hiciera ruido anoche ya no estaba, se había ido.
El enorme peso de la pequeña había desaparecido de su joven alma.
Ya no estaba preocupada y podía jactarse de aquello que le asusto la noche anterior.
Soltó una tímida sonrisa y cerró con fuerza la puerta que daba al patio trasero.
Suspiro profundamente como si el aire hubiera entrado en sus pulmones por primera vez, sintiéndose relajada.
Sintió el sueño y el cansancio de la noche anterior.
Subió de nuevo a su habitación para buscar el calor reconfortante de su cama.
Se recostó en ella como un peso muerto sin deseos de hacer nada más.
Cayó profundamente dormida.
Pero y si eso regresaba.
Decidió que se preocuparía luego, ahora lo único que quería era dormir y dormir profundamente.
La pequeña solo despertó cuando sintió una corriente helada enfriar su brazo que se había escabullido de la calidez de la sabana.
Pero en el pequeño instante en el que decidió abrir los ojos para poder cubrirse nuevamente.
Su corazón dio un vuelco, había algo en el fuerte silencio que no le gustaba.
—Mamá.
Nadie respondió, la pequeña frunció las cejas.
Se aventuró a bajar de la comodidad de su cama, sin muchas ganas se puso sus pequeñas zapatillas y se dirigió a las escaleras.
—Mamá, ¿dónde estás?
Pregunto la pequeña preocupada.
Algo no estaba bien, tal vez era la manera en que la quietud de la casa le estaba poniendo los pelos de punta, o tal vez la manera en que todo parecía estar muy quieto como congelado en el tiempo.
Fue cuando lo vio.
Se deslizaba asquerosamente por el suelo, reptando sobre su menudo cuerpo deforme y de color café con negro.
La pequeña sintió asco y repulsión de aquel ser que tenía los dientes torcidos y salivaba sin control.
Se permito fruncir el ceño.
El miedo había estado dormido justo antes de ver lo que llevaba en su grasienta cola articulada.
Un brazo, pero había algo detrás.
La pequeña temió ver más allá, pero aunque no lo hizo.
La cosa esa seguía acercándose y puedo ver con aterradora claridad el cuerpo de su madre siendo jalada por esa cosa.
El grito que había estado dormido se permito explotar en todo su auge.
Dio un fuerte bote hacia atrás.
Corrió precipitadamente hacia la puerta de su casa.
Justo en el momento que era abierta por su padre.
Ella se sintió triste por su padre no quería que viera a Mami en ese estado.
Ella no estaba bonita, como siempre, no tenía la sonrisa que siempre les dedicaba a papá y a ella.
— ¡Papá, no mires!
Gritó inútilmente.