Ese beso en Paris

07|| Fotografía

WENDY

—Lo siento—oigo a mis espaldas cuando estoy a punto de bajar por las escaleras.
Me giro aún con la mano apoyada en el pestillo de la puerta y quedo de frente a Chase.
Mis ojos se desvían automáticamente a su entrepierna, luego a su torso desnudo y de nuevo a su entrepierna.
Es imposible no mirar esa zona teniéndolo a escasos metros de mi con tan solo esa diminuta prenda de vestir.
Dirijo mi vista a sus ojos e intento mirar solo su rostro, pero es imposible, tanta piel descubierta me distrae.

—¿Y a que se debe tu disculpa?—pregunto confundida y recordando que él había sido quien habló primero.

—Por lo que acaba de decir Brittany—hace un ademán con su cabeza hacia el ascensor por lo que deduzco está hablando de la chica que hace unos segundos atrás se encontraba parada aquí en el pasillo.
Tanto su voz como su rostro delatan arrepentimiento. No logro entender porqué, el no ha hecho ni dicho nada.

—Ah—digo sin importancia— Puedes decirle a tu novia que acepto tus disculpas—bromeo y vuelvo a abrir la puerta que me lleva hacia las escaleras. Pero al parecer la conversación entre nosotros aun no ha terminado porque su voz interrumpe una vez más mi acción.

—E-Ella no es mi novia—se apresura a decir con un débil tartamudeo. Pasa sus manos por sus cabellos dorados y luego sacude su cabeza apartando unos mechones rebeldes que caen por su rostro. —¿Irás a algún sitio?—pregunta cambiando de tema.

No es como si me interesase que tenga o no novia. El motivo por el que he venido aquí fue principalmente para conectar conmigo misma, por lo tanto no estoy ni quiero estar interesada en nadie.
El nombrar a su novia o al parecer a su no novia fue tan solo una deducción mía basándome en lo que mis ojos vieron y mis oídos oyeron. —Si, a veces las paredes son más finas de lo que pensamos—

—Si—respondo—he estado demasiado ocupada con la mudanza y no he comido nada en horas

—Hay un local de hamburguesas a unas pocas cuadras de aquí—mis ojos vuelven a posarse en su torso desnudo en cuanto noto que su pecho  sube y baja a causa de su respiración—Yo tampoco he almorzado todavía—puedo suponer porqué...—podemos ir juntos, si no te molesta claro...

—Por supuesto, algo de compañía me vendría bien—Una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro y allí está otra vez ese hoyuelo.

—Iré a cambiarme

—Si, sería lo más adecuado—río—Creo que aún es ilegal en los Estados Unidos ir por las calles semi desnudo—él ríe también e inconscientemente se acomoda su bóxer y lo qué hay debajo de él. Acción que provoca que mi vista se dirija una vez más a esa zona.

Maldita costumbre que tienen los hombres de hacer eso.

—Lo tendré en cuenta—ríe—Pasa si quieres... no tardaré—me invita a entrar a su departamento y acto seguido desaparece de mi vista. No muy confiada acepto.
En comparación al mío es un poco más grande, no se si será porque puedo notar qué hay tres puertas en lugar de dos o porque a diferencia de mi departamento las ventanas con vista hacia la calle son más grande y por lo tanto hace el lugar más espacioso.

Me acerco hacia una repisa llena de fotografías, hay alrededor de veinte o incluso treinta fotos aquí ubicadas en modo de línea del tiempo. En un extremo se encuentran varías fotos de dos bebes uno rubio y otro castaño —Chase y Alfred me digo mentalmente— en brazos de una señora mayor, luego mas fotografías de ellos en brazos de un señor mayor y mas hacia la derecha dos o tres fotos en la que ambos niños juegan sobre una cuna de bebé.
A su lado, otra generosa cantidad de fotografías de esos dos mismos niños descansan sobre otro estante, esta vez los pequeños ya no son tan pequeños, deben tener entre cinco o seis años a diferencia de las otras en las que a juzgar por sus tamaños parecían tener tan solo meses. En este caso ambos niños llevan túnicas azules a cuadritos y una mochila exageradamente grande para el tamaño de sus cuerpos en sus espaldas. Ambos van tomados de la mano, el niño de rizos dorados tiene su rostro completamente rojizo e hinchado y varias lágrimas se deslizan por sus pequeñas y regordetas mejillas.

Creo que alguien no estaba feliz por comenzar la escuela, aunque no puedo decir lo mismo del otro niño a su lado, este es un poco más alto que Chase y a diferencia del pequeño rubio tiene una sonrisa de oreja a oreja.

En esta sección de fotos aparecen las mismas cuatro personas: Chase, Alfred, una señora y un señor mayor, aunque este último en la gran mayoría de las fotografías sostiene su cuerpo en un largo bastón de varios colores y puedo notar que su rostro ya no es el mismo, en las fotos anteriores lucía alegre, animado, su cuerpo se mantenía por si solo, incluso varías fotos lo capturaron jugando al fútbol en la playa, con camisetas que parecían de un club profesional, —esos que juegan torneos y ganan trofeos— en estas fotos el señor ya es un anciano de muy avanzada edad con escaso cabello de color blanco en su cabeza y unos pequeños y antiguos lentes descansan sobre su nariz.

Levanto mi vista y confirmo lo supuesto hace unos segundos atrás. Sobre la pared una gran fotografía en blanco y negro de un hombre con bigote, sin camiseta y unos shorts por encima de las rodillas posa para la foto en cuclillas sosteniendo un gran trofeo y de él cuelga una camiseta de fútbol con un nombre estampado en la parte superior de la misma: F. Morrison.

Camino hacia el otro lado de la sala para observar más fotografías, pero esta vez están colgadas sobre una pared blanca.
Aquí las fotos ya son más recientes, quizás de hace uno o dos años atrás. En su mayoría de Alfred junto a una señora —supongo que la misma de las fotos anteriores— mas abajo hay dos fotografías tomadas desde lo alto de una montaña en la que esta vez aparece Chase nuevamente con una mujer. Pero lo que más llama mi atención es que, en esta sección de fotos tan solo aparecen tres personas, y allí es cuando vuelvo a dirigir mi vista hacia la gran foto en blanco y negro y una sensación de tristeza invade mi cuerpo.




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