Ese beso en Paris

10|| Diecisiete

WENDY

Hace dos años atrás

—¡Sonrían a la cámara...! Vamos Wendy quita esa cara de amargada, acabas de graduarte—mi madre sujeta con fuerza la cámara entre sus manos y el flash nos indica que mi madre ya ha tomado la foto número treinta y dos en lo que va de la noche.—Una más, una más por favor—insiste

—Creo que ya tienes suficientes fotos. Nos vamos—Tomo a Nate del brazo y lo dirijo hacia la puerta de entrada—tú no te muevas de aquí, iré por mi abrigo

—Lo que usted diga señorita—dice ajustando el moño que lleva en su cuello.

Hoy es la fiesta de graduación y como la situación lo amerita ambos vamos vestidos de gala. Él con un esmoquin negro y zapatos también negros y una camisa blanca, mientras que yo voy vestida con un largo vestido color turquesa el cual tiene un corte que va desde mi cintura hacia abajo y deja al descubierto mi pierna derecha. A diferencia de los otros vestidos que había visto anteriormente junto a Sara este tiene un escote en V sobre mi pecho y mi espalda está en un cincuenta por ciento descubierta. Mis sandalias negras –Aquellas que en una ocasión las había comprado y que por alguna razón aún no las había estrenado– con un taco de aproximadamente diez centímetros es lo que le da el toque final a mi outfit.

Maravillosamente maravilloso.

La fiesta se realiza en un gran salón alquilado por el instituto. Está decorado con luces tenues pero brillantes al mismo tiempo de color dorado las cuales cuelgan desde un extremo del techo a otro iluminando gran parte del lugar. Estas luces están acompañadas de otro tipo de luces más grandes, medianas y pequeñas pero que cambian repetidamente de rojo a azul, de azul a amarillo, de amarillo a anaranjado y así hasta completar todos los colores del arcoíris.

Han pasado tres horas desde que estamos aquí. He bailado, comido algunos aperitivos que habían sobre una larga mesa, bebido una gran cantidad de ponche —el cual me hizo orinar más de lo que suelo orinar— he bailado sola, con Sara, con Nate y con un grupo de chicas que jamás había visto en mi vida pero me han parecido tan divertidas que accedí unirme a ellas.
Seguí bailando sola otro rato más. En cuanto la luz comenzó a atenuarse la música pasó de hip-hop a una balada, y en ese momento no tardé en ubicar a Nate a un extremo del sector de las mesas junto a sus amigos del equipo de béisbol. Lo tomé por el brazo —Lo tomaré prestado unos minutos— le dije a los chicos que estaban junto a él, enredé mis manos en su cuello, él en mi cintura y nos empezamos a mover al ritmo de la música al mismo tiempo que nos besábamos.
Estuvimos un largo rato tomados el uno del otro, incluso cuando la música había vuelto a ser un poco más movida y ya todo el mundo se había separado de sus respectivas parejas y habían vuelto a bailar a los saltos moviendo con energía sus cuerpos.

Pasaron cinco, diez, quince minutos y nosotros seguíamos en la misma posición. Cada tanto Nate se abalanzaba sobre mi y dejaba caer el peso de todo su cuerpo sobre mi hombro. En esa posición podía oler la dulce y refrescante fragancia a menta que desprendía su cabello, pero en cuanto su aliento rozaba el lóbulo de mi oreja podía sentir un débil pero últimamente característico olor a frutos rojos mezclado con olor a alcohol: Vodka saborizado.

Hoy, diecisiete de mayo, es por lejos, el mejor día de mi vida. Viviría este día una y otra y otra vez con posibilidad de repetirlo en un futuro.

Ahora

El diecisiete de mayo fue el peor día de toda mi vida—digo en voz alta recordando tal día.

Hoy es uno de esos días en los que mis recuerdos sobre mi pasado dicen presente.
Hoy es uno de esos días en los que siento que esa parte de mi vida que tanto estoy intentado olvidar dice "No, yo me quedo aquí" y pues lo logra.

El diecisiete de mayo fue cuando todo comenzó. Fue el inicio y el fin de todo y nada al mismo tiempo.
El diecisiete de mayo mi vida cambió por completo.

Para mal.

En estos momentos me encuentro sentada a la mesa frente a un plato de spaghettis que "cociné" hace unos minutos atrás. Cuando digo cociné, me refiero a abrir una caja rectangular de spaghettis semi preparados y verterlos en una olla con agua hirviendo por al menos seis u ocho minutos. Exactamente lo mismo hice con un sobre de salsa que también ya estaba semi preparada tan solo debía calentarla a fuego lento durante dos o tres minutos.

Bendita sea la comida semi preparada .

Muevo mi tenedor por todo el plato jugando con un trozo de carne y vuelvo a hacer lo mismo pero esta vez con lo que parece ser un trozo de zanahoria. Observo con cara de asco y repugnancia mi plato y lo aparto junto con los cubiertos.
Hoy no almorzaré. O al menos por ahora, todo depende de mi estado de animo.

Le doy un vistazo al celular a mi lado y noto que mi madre, mi abuela y Sara me han mandando mensajes.

Mensaje de mamá : "Wendy, recuerda que hoy es el cumpleaños de la tía Jannet no olvides desearle un feliz cumpleaños"

Mensaje de Sara: "¿A que no se ve muy lindo?" Arriba adjunta una foto de Shawn Mendes durmiendo sobre un sofá. Le respondo con un "Siii" y dos emojis de corazones.

Mensaje de Abuela: "h g,@"

¿Y eso en que idioma está escrito?—digo en voz alta y río a carcajadas.

Junto al mensaje adjunta dos fotos. La primera... no logro distinguir lo que es, está toda borrosa como si hubiesen movido el celular al tomar la foto. Mientras que en la segunda foto —también borrosa— aparece mi abuela con un gato gris y manchas negras entre sus brazos.

Desde que le hemos enseñado a usar el celular a mi abuela ha estado enviándome –o mejor dicho intentando– enviar mensajes, fotos, recetas que nunca en mi vida haré y videos de YouTube.  Incluso con Emily le creamos una cuenta de Instagram y Facebook pero según ella "Facebook ya pasó de moda, ahora todas mis amigas utilizan Irstagram" si, dice mal la palabra Instagram. Bueno, la verdad es que aprendió más rápido de lo que creíamos teniendo en cuenta su edad. Ahora cada vez que publico una foto ella es la primera en comentarla o darle me gusta. Es como mi fan número uno.




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