Ese beso en Paris

11|| Miedo

CHASE

—Primero:—comienzo enumerar con mis dedos—gracias por tu ayuda. Segundo: Si quieres, puedes acercarte más hacia mi, no tengo ninguna enfermedad contagiosa—río, pero ella no lo hace.

—Aquí estoy bien—observa a su alrededor, toma el taburete de Mickey Mouse que hay debajo del escritorio, lo observa intentado aguantar la risa, lo deposita frente a mi cama casi al lado de la puerta y toma asiento.

—Tercero: me has dejado plantado, no has ido al bingo. Desilusionaste a mi abuela, eres cruel Fairchild...—hago un gesto de dolor colocando mi mano en mi pecho

—Yo...

—No te excuses—la interrumpo— ya es demasiado tarde. El daño ya está hecho

—Eres un exagerado

—Díselo a mi abuela, después de todo fue ella quien te ha invitado

—En realidad has sido tu...—

hago una mueca como si estuviese pensando—Pues yo no lo recuerdo así.—En su rostro se dibuja una sonrisa y sus hermosos ojos me observan por unos lacónicos segundos, pero a mi parecer fueron eternos. —Cuarto...

—¿Seguirás enumerando cosas por mucho tiempo más?

—Por favor, deja de interrumpirme—la reprendo y una vez más allí está esa sonrisa mostrando toda su brillante dentadura.—Cuarto...—vuelvo a repetir—¿no es que me moleste ni mucho menos, pero... que haces aquí?

—Ya te lo he dicho, tus amigos me han dejado aquí

—¿Tu estabas en el juego?

—¿Que juego?—pregunta

—Acaso no sabes porqué he terminado aquí y así—señalo mi rostro magullado. Humedezco mis labios pasando mi lengua por ellos y noto un sabor raro. Llevo mi dedo índice hacia la zona y un líquido naranja mezclado con rojo se adhiere a mi piel. Wendy nota mis movimientos y se coloca nuevamente a mi lado junto a unos algodones y antisépticos que toma de arriba de mi mesa de luz.

—Se ha salido la bandita que te he colocado.—dice limpiando con un trozo de algodón mi labio inferior. Puedo notar un débil temblor en sus manos en cuanto las acerca a mi rostro—Y respondiendo a tu pregunta, no, no se que te ha sucedido, ellos tan solo me dejaron aquí a cargo de ti

—Fue una pelea—intento hablar sin mover mucho los labios para no interrumpir su trabajo.

—No había que ser muy inteligente para darse cuenta de eso—corta un pequeño trozo de cinta blanca y éste se le resbala de sus manos y cae arriba de mi pecho. Hace un gesto como para tomarlo pero supondría tocar mi piel desnuda algo que al parecer la incomoda. Se gira en busca de otro trozo, lo vuelve a cortar y aún con sus pequeñas y suaves manos temblorosas lo coloca sobre mi labio.
Con sus labios apretados en una línea, sus ojos entornados, su respiración agitada, sus manos temblando y nuestros rostros a escasos centímetros coloca la segunda y última cinta.
Llevo mi mano hacia la de ella que aún se encuentra en mi rostro y le doy un pequeño apretón

—Estás nerviosa—digo y ella rápidamente se aleja de mi tirando sin querer al suelo los implementos que estaba utilizando para limpiar mi herida

—N-no, no lo estoy—se inclina para juntar el desastre que hizo

—Estabas temblando—me incorporo quedando sentado en mi cama—y hay cerca de cuarenta grados, no creo que sea porque sientes frío

—Estoy bien—dice desde el suelo terminado de dejar todo en su lugar.—creo... que debería irme—se levanta y se dirige hacia la puerta de mi habitación—adiós—se despide y como por arte de magia desaparece frente a mi.
Siento el sonido de la puerta principal cerrándose y en el transcurso de un minuto la puerta vuelve a abrirse.
Me incorporo de la cama y me dirijo hacia la cocina en busca de Wendy. No tengo ni la más mínima idea de lo que ha sucedido. Es como si hubiese visto un fantasma, se alejó de mi de tal forma que creí que había hecho o dicho algo.

—¿Wendy estás bien?—pregunto atravesando la puerta de la cocina

—¡Y a ti que te ha sucedido!—exclama mi abuela horrorizada en cuanto nota el desastre que es mi rostro.

—Lo siento abuela, luego te lo explicaré. Necesito hablar con Wendy

—La pobre chica acaba de salir corriendo por el pasillo. ¿Qué le has hecho?

—¿Hacia donde ha ido?

—La vi entrar hacia su apartamento. ¡Chase...!—grita mi abuela en cuanto me retiro de la cocina lo más rápido que puedo—¿Chase que está sucediendo?

—No te preocupes abuela luego te lo explicaré—grito a lo lejos y cierro la puerta principal.

No se porqué, tampoco cuando y mucho menos como , pero esta chica causa algo en mi... algo... diferente.
Algo que jamás había sentido y experimentado.
cuando nuestras manos se tocaron vi miedo en sus ojos. Cuando ella estaba en el suelo, no era capaz de observarme, de mantener la vista fija en mi por más de un segundo, al igual que cuando se fue casi que corriendo de mi habitación.

Yo se lo que es sentir miedo, lo he experimentado en carne propia. Es por eso que, en cuanto sus ojos transmitieron ese sentimiento de forma tan obvia por así decirlo, no dudé en salir corriendo tras ella.
Está sola, y la soledad es buena hasta cierto punto. La soledad en más de una ocasión puede ser nuestro peor enemigo.

WENDY

Creí que lo había superado.
Creí que, al estar sola durante tanto tiempo ese miedo iba a desaparecer, o al menos disminuir.

—Él ya no está. Él está lejos. No todos son igual a él Wendy—intento convencerme a mi misma entrando lo más rápido posible a mi apartamento.
Me tiro al suelo, recuesto mi espada sobre la puerta, flexiono mis piernas llevándolas a mi pecho y escondo mi rostro entre ellas.

—Debes superar ese miedo. No todos son igual a él. Debes superar tu miedo no todos son igual a él—repito una y otra vez en voz baja con algunas lágrimas deslizándose por mis mejillas.

Fue un segundo. Fue sentir su piel rozar la mía, tenerlo a escasos centímetros de mi y automáticamente su rostro se transformó en el rostro de él. En ese instante no sabía si estaba soñando, delirando o si era más real que nunca. Fue ver el rostro de Nate y mi corazón se contrajo. Mis pulmones dejaron de recibir oxígeno, mi pulso se aceleró, mis manos comenzaron a humedecerse y temblar. Estaba volviendo en el tiempo. Estaba volviendo al peor día de toda mi vida, a la peor época de toda mi vida.
Volví a sentir su mano contra mi cuello, la puñalada sobre mi hombro, su mano aferrada a mi cintura, a mi cabello, a mi rostro. La palma de su mano estrechándose contra mi mejilla. Volví a sentir el dolor en cada parte de mi cuerpo. Volví a sentir que estaba a punto de morir.




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